Capítulo 30

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El invierno pronto volvió a tocar a sus puertas pero esta vez, un año más tarde, los encontró diferentes. De un tiempo aquí que la vida de estos amigos se medía en estaciones. En inviernos fríos y cargados de pasado, en primaveras dónde cada esfuerzo daba sus frutos y en veranos de descubrimiento.

Esta vez el viento golpeaba contra la ventana de su dormitorio mientras el periodista anunciaba, con siempre alegre tono de voz, el pronóstico del tiempo: "Una mañana fría en la ciudad con ráfagas de hasta 80 km por hora. Con mucha alegría nos vestimos y nos preparamos para salir a trabaj..."

—¿Tanta energía va a tener un Lunes a la mañana? —Dijo Alex despertándose.

—Buenos días, precioso.

—Hola, amor. Aún no puedo recuperarme de la fiesta del Sábado, ¡¿quién hubiera pensado que "Emma, la anti-fiestas" iba a organizar tal despatarro?!

—He tenido a mi lado a la señorita organizadora de eventos y a su novio DJ para ayudarme, no podía fallar.

—Ha sido divertido pero no puedo creer lo que un par de copas hicieron conmigo. A propósito, ¿me explicas que haces tan despierta? Son las siete de la mañana.

—Hoy es el día de la ecografía. —Dijo señalando el calendario que colgaba a un costado de su espejo.

—¡¿Ya?!

—Es increíble cómo ha pasado el tiempo ¡Cinco meses!

—¿Eres consciente de que cuando volvamos a abrir los ojos ese niño ya estará aquí?

Emma se quedó contemplando con una sonrisa la pequeña ecografía que había enganchado en el cristal.

Ambos se vistieron y desayunaron antes de ir a la clínica. Alina, León, Guido y Sofía se reunieron con ellos allí.

—No es por desilusionarlos, pero creo que solo dejarán entrar al padre y a las abuelas.

—Eres como nuestra hermana así que no nos pueden prohibir ver a nuestro sobrino. —Protestó guido mientras rodeaba con su brazo a su novia.

Después de aquel viaje a la playa las conversaciones por mensaje de texto se hicieron cada vez más frecuentes entre Sofi y Guido y hacía poco más de dos meses que estaban oficialmente de novios.

—Aróstegui, Alina, consultorio 8. —Llamó la ecografista por los parlantes.

Los seis, junto con las madres de Ali y León, caminaron hacia el consultorio. Ni bien abrieron la puerta se dieron cuenta de que no cabrían todos en esa pequeña habitación así que simplemente esperaron detrás de la puerta mientras Ali, León y sus madres ingresaban.

—Me encantaría que la gente dejase de mirarnos como si fuésemos bichos raros ¿nunca vieron a un grupo de amigos acompañar a su amiga a una ecografía?

—Es bastante extraño, debes admitirlo. —Dijo Alex.

—Más extraño sería no estar aquí después de todos los sustos que pasamos en Marzo. —Respondió Emma abrazándose al torso de Alex.

Aquel caluroso día de Marzo el celular de Emma no dejaba de vibrar avisando que había un nuevo mensaje cada cinco minutos. A pesar de estar atareada con el trabajo, y tras sentir la mirada de su compañera en la nuca, evidentemente fastidiada por el ruidoso aparatito, la joven decidió salir de su oficina un rato.

Pidió un refrescante jugo de naranja en la cafetería y se sentó en una de las mesitas de la terraza. Al abrir los mensajes y ver que eran todos de Alina pidiendo que la llamara sus manos se congelaron en aquel caluroso día. Había pasado algo.

La rubiecilla atendió inmediatamente y su voz cantarina sorprendió a Emma que ,por la cantidad de mensajes desesperados, no pudo más que pensar que algo andaba mal.

—Ali ¿Estás bien?

—Sí. No. Sí. Emma...

—¿León está bien?...¡Alina! —Casi gritó, comenzando a desesperarse.

—Estoy embarazada. Y estoy nerviosa porque no lo esperaba pero estoy tan ilusionada que no puedo conmigo misma. Le he contado a León y ya está buscando un apartamento para mudarnos y está igual que yo, no podemos quedarnos quietos y por momentos me olvido de que estoy embarazada y luego lo recuerdo y se me caen las lágrimas porque... ¿Emma?

—Un bebé...Ali... Ali ¡¿vas a tener un bebé?!

—¡Sí! Emma... Em, cariño ¿estás llorando?

—¡Vas a tener un bebé! ¡¿Cómo esperas que no llore?! Eres mi hermana, mi Ali pequeña, ¿Cómo te sientes? No puedo creer que me hayas contado algo tan importante por teléfono, Alina, eres la peor.

—En dos horas sales del trabajo ¿vienes a casa?

—No puedo creer que tenga que quedarme dos horas aquí ¡quiero verte!

—Siento haberte mandado tantos mensajes pero nos enteramos hace cosa de tres horas y ya no podía aguantar, necesitaba contártelo.

—Me alegra que me hayas contado, Ali. Te quiero...¡A los dos!

Sin embargo, poco más de una semana más tarde, aquel clima de alegría se vio opacado.

Lo que quedó de nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora