Capítulo 25

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—¿Te gusta?

—¿Qué?

—Si te gusta ese chico.

—No, Alex, yo...

—¿Te hubiera gustado estar con él en vez de conmigo?

Los ojos de Emma cada vez se abrían más y las espaldas de ambos estaban cada vez más rectas.

—No, yo te quiero a ti.

—¿Entonces por qué lo besaste? —La furia en los ojos de Alex y...sí, ahí estaba, la decepción, la paralizaron.

—No lo sé.

—¡¿Qué es lo que no sabes?! —Gritó levantándose del sofá. —¿Eh? ¿No sabes por qué besas a otro? Emma por el amor de Dios, ¡di algo!

—¡Fue un error! ¡Lo siento!

—Emma yo estaba seguro de que estábamos bien, de que nuestra relación era sólida. —Se arrodilló a su altura y casi la obligó a mirarlo a los ojos. —Después de todo lo que pasamos pensé que por fin era nuestro turno de estar juntos y felices. Yo no dejo de pensar en formar una familia contigo y tú vas por ahí cruzándote a tu ex y besándolo porque aún no sabes si quieres estar conmigo o no.

Así sin más se levantó y salió del apartamento. Emma dejó caer sus hombros y las lágrimas que abnegaban sus ojos, las mismas que nublaban la vista de él.

Ni siquiera el portazo que le dio a la puerta del auto sirvió para calmarlo, ni los golpes al volante, ni las lágrimas que se escaparon mientras intentaba asimilar lo que Emma había dicho. Le dolía tanto que ella se hubiera olvidado, aunque fuese un minuto, de él, de su relación. Llegó a su apartamento y Grom lo recibió feliz, el pobre no había comido en todo el día y él, por cuidar a Emma, había olvidado cuidar de su amigo. Puso comida en su plato y volvió a la sala. Allí estaba esa maldita maqueta. La miró un instante y la odió, la odió porque si no hubiera sido por terminar esa maqueta el habría ido al viaje con Emma y nada de esto habría pasado. La odió porque en ella había puesto muchas ilusiones y sus planes a futuro con Emma. Y Emma aún dudaba de su relación.

—Estúpida maqueta. —Gritó tirándola al piso con ambas manos causando que varias piezas se despegaran y que los arbustitos que había colocado salieran volando.

El perro, ante el exabrupto corrió hacia Alex quien derrotado se sentó en el piso junto a la estropeada maqueta.

—Nunca nada será fácil, ¿Verdad?

Mientras tanto Emma no encontraba consuelo en nada y aún podía percibir la intensidad de la mirada de Alex en sus propios ojos que le ardían de tanto llorar.

Los tres días que siguieron, parecieron interminables. Emma pidió licencia en el trabajo ya que le habían dado setenta y dos horas de reposo tras darle el alta en el hospital, Ali había llamado todos los días para ver cómo estaba e incluso había querido ir a visitarla pero Emma no tenía ganas. No tenía ganas de bañarse, de arreglarse el pelo y mucho menos tenía ganas de fingir una sonrisa. Estaba tan cómoda sumida en su tristeza que casi no escuchó el timbre.

—¿Quién es?

—Yo, Em, Guido.

Aún con su pijama de hace tres días y su pelo desalineado, abrió la puerta. —¿Qué haces aquí?

—Vengo a decirte que eres más tonta de lo que creí.

—¿Qué?

—Emma, Alex está enojado pero no deja de ser Alex, hablé con Ali y me dijo que no has hablado con él en estos días ¿Qué esperas?

—No lo sé.

—Deberías empezar a saber algunas cosas. Que Alex está igual de mugroso que tú, por ejemplo, que su casa también es un desorden y que creo que hasta se olvida de alimentar a tu perro.

Grom. Oh, no ¡Grom! Lo había olvidado por completo, estaba tan enfocada en su dolor que olvidó que su hermano de cuatro patas estaba en casa de Alex.

—Bueno, veo que el pobrecito esté donde esté nadie le dará ningún tipo de atención.

—No puedo creer que se me olvidara pasar a buscar a mi Grom.

—También se te olvidó ir a arreglar las cosas con tu novio.

Emma lo miró insegura. —Alex no quiere ni verme, me odia y tiene razón.

Guido se agarró la cabeza y luego tomó la cabeza de Emma. —Yo no debería decir esto porque ese alcornoque es mi hermano, pero, niña, ¿eres tonta o qué? Alex te ama y estoy seguro de que si hablan podrán arreglar las cosas. Sí, está herido, pero han superado cosas mucho más dolorosas que un beso a otro. Deja de encerrarte en esta burbuja de dramatismo extremo, vístete y ve a verlo.

Emma no pudo sino reír ante la actitud desesperada de Guido.

—No es gracioso. Quiero que vuelvan a ser los chicles mal pegados de antes. Son cursis y a veces Alex me abandona por estar contigo, pero prefiero un amigo demasiado enamorado que uno demasiado amargado.

—Gracias por venir.

—¿Me perdonas por lo que dije la otra vez? Estaba enojado...y borracho, pero yo te quiero mucho, Em, y no me gusta verte ni a ti ni a Alex en este estado.

Ella lo abrazó con fuerza. —Yo también te quiero a ti.

—Suficiente, mi tarea aquí ha concluido. Espero que me hayas oído y que me hagas caso. Me voy a rescatar a tu perro que no tiene la culpa de que sus padres sean tan idiotas.

Al cerrarse la puerta Emma hizo un paneo general de su apartamento, era un desastre en verdad, se miró al espejo y casi no reconoció a esa desgreñada joven ojerosa que la miraba del otro lado. Buscó una toalla limpia, se bañó y se arregló un poco, se puso un jean y una remera y partió decidida a convencer a Alex de que solo lo amaba a él.

Lo que quedó de nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora