Capítulo 27

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Antes de regresar a su apartamento, Emma visitó a Guido y recogió a su can. El pobre y abandonado Grom no podía con la emoción de ver a su dueña, saltaba y ladraba feliz alrededor de las piernas de ella mientras esta intentaba abrazar a la inquieta bestiecilla.

—¡Siento haberte dejado tanto tiempo, pequeño! Gracias por cuidarlo, Guido.

—No tengo problema en cuidar de tu perro, ahora cuando tengan niños a mí no me los dejan para que les cambie los pañales, aviso.

Al entrar a su hogar volvió a observar el desorden. El perro ni siquiera intentó entrar, al igual que ella se quedó en la puerta intentando decidir si ese campo de batalla era seguro o si resbalaría de repente con algún calcetín olvidado en el suelo de cerámica.

—No nos quedará más remedio que ordenar este desastre.

Un ladrido de conformidad fue lo único que necesitó para ponerse a juntar las prendas que esparcidas por el piso, las sillas y el sillón hacían que la escena se asemejara bastante a la que deja un tornado tras atravesar una casa.

Cerca de las doce, cuando ya estaba cómodamente acostada en su cama y a punto de quedarse dormida, su celular le indicó que tenía un mensaje nuevo:

"Era en serio lo de pasarte a buscar a la salida del trabajo. ¿Nos vemos mañana?"

 

Mordió su labio inferior y sonrió. Después de esas noches de llanto, su almohada seguramente le agradecía que dejase de inundarla.

"Claro que sí. Suerte en la oficina. Te am —No. Sería presionar demasiado poner un "te amo", ¿no? Sí. Bueno: —"Claro que sí. Suerte en la oficina. Te quie —No. También es mucho para nuestra semi-reconciliación.

Finalmente se decidió por agregar un corazón al final del mensaje, dejó su celular a un lado, apagó la luz y cerró los ojos con una sonrisa.

—Menos mal que me respondes, tienes que ir a trabajar hoy, ¿recuerdas?

—Sí, mamá, ya me bañé y me cambié. Iré al trabajo sin hablar con ningún extraño en el camino, no te preocupes.

—Estúpida.

Ali y Emma rieron ante la "cariñosa" expresión.

—Veo que estás de buen humor, ¿me cuentas por qué? ¿O tendré que extorsionarte para que lo hagas?

—Ayer hablé con Alex y hoy pasará por mí después del trabajo.

—¡Qué bueno, amiga! Espero que todo vuelva a la normalidad.

—¡Y yo! ¿cómo estás tú?

—Abandonada. ¿Desde cuándo tú estás mal y no me atiendes a mí? ¡A mí! ¡Tu amiga del alma, la mejor del universo y de toda la galaxia!

Emma rió de nuevo antes de responder. —Estaba triste pero no quería que una vez más tuvieras que estar pendiente de mí.

—¿Ves como sí eres estúpida? Guido tenía razón, ese golpe te afectó la cabeza.

—¡Alina!

—Déjame molestarte, extraño hacerlo.

—¿El viernes vamos a cenar? También te extraño.

—¿Y Alex? ¿No saldrás con él?

—No lo sé. ¿Puedo usarte como plan B en caso de que él no quiera verme todos los días? Así no me sentiré tan mal.

—Eres la peor.

—Lo sé...¿aún quieres ser mi plan B?

—Adiós.

—¡Alina!

—¡Que sí pesada! Déjame terminar mi desayuno.

El día en la editorial fue bastante agotador, había bastante trabajo acumulado y Emma no lograba concentrarse completamente ya que la mitad de su cerebro no dejaba de pensar en Alex. Pasó por alto el horario del almuerzo y no fue hasta que su estómago comenzó a protestar, cerca de las cuatro de la tarde, que recordó que no comía nada desde el desayuno. Caminó hasta un bar pero al ver las enormes porciones de comida recordó que hacía no más de cuatro días había estado internada así que se limitó a comprar unas galletitas de salvado y regresó a su lugar de trabajo.

A partir de las cinco los minutos comenzaron a pasar lentamente, incluso chaqueó la hora en la computadora de su compañera ya que le parecía increíble que fuesen las cinco y diez hace media hora. Pero no. La hora estaba bien en su computadora y en su teléfono, era su cabeza la que corría de aquí para allá a gran velocidad. Se enfocó en terminar la portada que tenía abierta en el editor de su monitor y cuando volvió a mirar la hora eran las seis y dos minutos.

Casi se felicitó por haber aguantado hasta las seis en su escritorio y no haber estado lista para salir seis menos cinco. Saludó a los que aún estaban en la oficina y, tras una fugaz visita al tocador, salió.

El auto de Alex estaba en la esquina. Ella subió y se acercó para besar su mejilla pero el, inesperadamente, capturó su boca.

Lo que quedó de nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora