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Emilio sabía que algo iba mal desde que se despertó esa mañana y sintió el olor de Joaquín más denso y un calor corporal más fuerte.

No le tomó importancia.

Se levantó, hoy tenía un par de entrevistas con accionistas y no podía llegar tarde a las diversas juntas. Emmanuel le había enviado un mensaje de texto avisándole que ya estaba reuniendo con unos accionistas y el debía llegar para reunirse con los otros.

Salió de la ducha ya vestido y listo para marcharse, el aroma de Joaquín era más fuerte. Su Omega sería acurrucado, ahora abrazado la almohada que Emilio solía usar, mientras mantenía su ceño fruncido.

Emilio sonrío, se encaminó hasta la orilla de la cama y depósito un beso en la frente de su Omega. No se preocupó más y salió de la habitación para despedirse de su bebé que aún seguía durmiendo ahí. El Alfa tomo las mantas de Amaris y las froto contra su fuente de aroma para que la niña se sienta segura.

Salió de la casa luego de tomar una taza de café, entró al auto y condujo hasta el restaurante donde saludo a los dos accionistas y los adentro a su pequeña oficina.

Las horas pasaron y el celular de Emilio sonó dando aviso a una llamada telefónica. El Alfa la tomo.

—Hola, bebé. ¿Qué pasa?— pregunto Emilio a su Omega.

Escucho un gimoteo.

—¿Joaco?

—oh, Alfa— simio Joaquín y Emilio arrugó el ceño confundido.

—necesito unos segundos, ¿sí?— aviso al socialistas que asintieron y salió de ahí.

Se encaminó hasta los baños de restaurante y se metió en un cubículo para hablar bien con Joaquín.

—¿Pasó algo?— pregunto más cauteloso El Alfa. Otro gemido.

—¡Mmm!, Te necesito— el cuerpo de Emilio reaccionó a lo que Joaquín pedía, sintió su pene crecer en sus pantalones —mis dedos no son tan largos, mmm.

—Joaquín, ¿Qué estás haciendo?

—necesito que me jodas— rogó el Omega.

Su Alfa gruñó, queriendo apoderarse de la situación, sabía que su Omega estaba en celo, emilio suspiró oyendo a Joaquín quejarse porque no podía llegar a su próstata con sus dedos.

—Joaquin— susurró Emilio, con su voz ligeramente ronca —Cierra los ojos.

—Alfa.

Que cierres los ojos— El Omega gimoteó gustoso ante el tono del lobo de Emilio —Se sentira bien, lo prometo.

Emilio se sacó el sacó, estaba ardiendo, su cuerpo estaba reaccionando a los gimoteos de su Omega.

Mete un dedo— ordenó —Eso es, mete otro, Omega.

El Alfa desabrochó su cinturón.

Sientes como son los de tu Alfa, como te follo con mis dedos, formando tijeras para abrirte, asi recibes mi pene —Joaquín gimió alto —Buen Omega, eres un buen Omega, siempre complaciendo a tu Alfa, siempre bueno.

—Emi, te n-necesito, ¡ah!— Emilio cerró los ojos mientras su mano se movía de arriba hacia abajo en todo su falo.

Solo un poco más. Eso es, bebé.

—No puedo. Nene... Nececito...

Necesitas que tu Alfa te folle bien, necesitas tener mi pene follando tu culo hasta que ya no puedas más, ¿Cierto?, y vas a querer que te joda de nuevo porque nunca es suficiente para ti —escuchó los suaves gemidos de Joaquín. Unos altos y otros bajos.

—Me voy a...

Hazlo. Correte para tu Alfa— gruñó también, cuando sintió que se correría con su Omega —Yo lo haré por tí, precioso.

—¡Alfa!.

Emilio se corrió también, manchando su propia mano con su semilla. Respiró pesado, escuchó a su bebé ronronear.

—¿Bebé?

—Alfa...

—Estaré ahí en cinco minutos, lo prometo.

El Alfa colgó y corrió hasta su oficina.

—Lo siento, tendremos que posponer la junta, mi Omega me necesita— informó el joven Alfa.

—Creo que su omega puede esperar, esto es importante— comentó un de ellos, Emilio gruñó.

—Que se pospone la junta— Los dos Alfas bufaron —Que tengan buen día.

Corrió esta vez hasta donde Emmanuel y lo único que dijo fue:

—Joaquín. Celo. Adiós.

Zafiro [Emiliaco-omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora