07

933 129 31
                                    

──¡Ay, Amaris! ──gruñó Joaquín, la jaló de la camisa hasta que la niña estuvo frente a él.

Mantenía los brazos cruzados y su frente arrugada, lucia molesta, joder, lucia junto como Joaquín cuando me hacía algún berrinche a Emilio.

──Escucha bien, cachorra.

──¡No quiero! ──la boca de el Omega se abrió ligeramente ante el grito de su hija.

──¿Acabas de levantarme la voz?

──Mami──sus ojos se volvieron agua, iba a llorar. Joaquín sabía eso.

Emilio no estaba así que debía regañarla él y no ponerse a llorar con ella, como siempre.

──Nada de "mami". Acabas de levantarme la voz, acabas de morder a Daniel y te estás comportando muy malcriada conmigo, ¿que pasa?──Joaquín la miró fijamente, tratando de parecer intimidante como su padre.

──Daniel. ──apuntó al gemelo que encontraba en brazos de Eduardo siendo mimado.──Malo.

──¿Malo?, Daniel no es malo. Acabas de morderlo, cachorra, ¿por qué? ──preguntó.

──¡Quiere mi mami! ──Joaquin suspiró.

──No grites, no hay porque gritar. ¿Cuántas veces te he dicho que con gritar no arreglas nada?. Toma todo con calma. ──Joaquin reprendió suave.

──Perdón.

──Bien, ahora ve donde Daniel y pídele disculpas.

──¡No!.

──Amaris Osorio Bondoni. ──la cachorrita se encogió ──Ve allá y pídale disculpas Daniel, Ahora.

Amaris bajó la mirada y caminó hasta donde se encontraba Eduardo con Daniel alzado, gimoteando aun. Pego un pequeño chillido cuando la niña tocó su pierna.

──Dan. Perdón.

Daniel no dijo nada, observó a su padre.

──Está bien, bebé. Daniel te perdona. ──habló el Alfa.

──¡Ya llegamos familia! ──escuchó gritar a Emanuel. Joaquín se encamino hasta la sala para ver a sus amigos entrado a la casa junto a Emi, se acercó a su Alfa y lo abrazo.

──Te extrañé.

──Ya, ya, ya tortolitos. ──los separó el Alfa moreno. ──¿Dónde están los mocositos?

Joaquín rodó los ojos.

──En el patio trasero.

Diego y Emanuel se encaminaron hacia allá con tres bolsas en mano. Emilio dirigió su vista a su precioso Omega, estaban solos en la sala. El Alfa aprovechó para bajar las manos hasta el trasero de su Omega y apretar.

──Extrañaba hacer eso. ──comentó Emilio. Joaquín sonrió complacido. ──¿Que ha pasado?.

──Mmm, tu hija mordió a Daniel, justo en la pierna. ──Emilio abrió los ojos ante eso.

──¿Por qué hizo eso?.

──Porque es justo como su padre. Celosa.

Emilio sonrió orgulloso.

──Será Alfa.

──La luna, pobre del Omega que le toque.

──O Beta, O Alfa.

──Da igual, pobre de la persona que le toque. ──Emilio rió, se detuvo. ──¿Qué?

──No quiero que mi bebé traiga personas a la casa.

──¿Personas?.

──No quiero decir la palabra, Joaco.

──¿Novios o novias? ──Emilio gruñó. ──Emilio, tiene dos años. Aún falta mucho para eso.

Emilio se encogió de hombros y besó a Joaquín tomándolo por sorpresa.

──Siempre puedo arrojarles agua caliente. ──Joaquín lo golpeó en el hombro.

──No, Osorio.

──Me gusta. Anda, gruñeme── Joaquín rió, pero cumplió con lo que Emilio pidió.

──Grr.

──Oh, joder.

Joaquín rodó los ojos y tomó de la mano a Emilio para caminar al patio. En el caminó el Alfa se quitó el saco y la corbata, quedando solo en una camisa blanca de mangas, que arremango hacia arriba y un pantalón de traje.

──¿Que es todo esto?

──¡Juguetes! ──gritaron los gemelos.

──¿Juguetes?.

Los tíos favoritos asintieron. Eduardo colocó su barbilla en el hombro de Diego que estaba sentado encima suyo.

──Chicos, ni siquiera es navidad. ¿Por qué? ──preguntó Joaquín.

──Somos los tíos millonarios, guapos y cool. ──Emilio arqueó una ceja.

──Yo soy cool. ──contestó el Alfa rizado.

──Tal vez, pero no eres el favorito de los gemelos.

──Claro que sí.

──Emilio, ¿les das regalos? ──el Alfa se quedó callado. ──Ahí está, los mocositos son unos interesados de mierda.

──¡EDUARDO! ──El Alfa rodó los ojos.

──No le digas mocositos a mis bebés, no pase meses buscando nombres para que tú les llames mocositos. ──gruñó Nikolás.

──Que se te resbale, Edu. Está en sus cinco minutos. ──comentó Joaquín.

──¡Oye!

──En fin. Cuando sea navidad también les daremos regalos. ──comentó Diego.

──¿Seguro que no quieren hijos?.

──Dios, no. ──contestaron ambos con una mueca de desagrado. ──Así estamos bien.

──Puedo ser cool. ──murmuró Emilio celoso después de un tiempo.

──Emilio, míralo de está manera. Somos los mejores porque cuando sean adolescentes a nosotros nos contarán sus secretos y nosotros se los diremos a ustedes. ──explicó Eduardo── Obviamente lo más malo, lo demás es de nosotros.

Joaquín dejó un beso en el ceño arrugado de su Alfa.

──Eres mejor, amor.

──Gracias.

──¡Ay el amor!

Zafiro [Emiliaco-omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora