8. Par de perros salvajes

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Enamorarte de un profesor de preescolar es aceptar que a partir del momento en que entre a tu vida, las salidas a las grandes papelerías equivalen a horas y horas de aventura en tiendas de ropa o joyerías. Mientras que en unas la gente busca las mejores prendas o los accesorios más brillantes, los profesores ocupan toda su energía en elegir hojas de colores, foamy con brillantina, gises de colores, crayones y marcadores, estampillas para decorar las frentes de los niños y mucha, muchísima, masa moldeable.

Cuando empecé a salir con Luhan, acompañándolo siempre que él me lo pedía a comprar sus materiales para la escuela, me sorprendía demasiado lo mucho que se conseguía yendo a una simple papelería. A estas alturas de mi vida, casi una década más tarde de haber elegido vivir con el profesor de kínder más adorable y animado del mundo... bueno, el tamaño de las compras ya no me impresiona, por lo que debo admitir que se siente un poco vacío cuando veo que lo único que llevamos con nosotros son un par de bolsas.

Incluso si intento convencerlo de que soy lo suficientemente capaz (y amable) como para cargar con el doble de compras y soportar otro buen par de horas recorriendo pasillos con aroma a crayolas, Luhan nos lleva de la zona de papelerías hasta la parte del barrio tapizada de vinaterías y aunque sé que no es de los que bebe frecuentemente, me alegra descubrir que en este mundo también sabe lo suyo de licores y, aunque intente ocultarlo, que las botellas importadas que reconoce y señala son algunas de las que yo le enseñé y hasta lo convencí de probar mientras estábamos juntos.

No negaré que estoy empezando a sufrirlo cuando pago los licores y me reúno con él en la calle, pues sé que el tiempo a su lado se está terminando y que la próxima vez que lo vea resulta tan incierta como la posibilidad de encontrar al maestro Yoda y obligarlo a devolverme a mi realidad. Casi estoy seguro de que parezco caricatura, en el momento en que Luhan mira su reloj de pulsera y luego de meditar lo que sea que le haya ocurrido, pregunta:

— ¿Te gustaría acompañarme a comer? Todo esto de las compras me despertó el hambre.

— Esperaba no ser el único, lo juro, si no pongo un taco de lechuga en mi boca en los siguientes quince minutos, moriré y tendrás que arrastrarme por toda la calle — le digo y lo escucho reír, produciendo este sonido tan, pero tan bonito que debería pensar en pedirle que no vuelva a hacerlo, o si no, va a tener que atenerse a que pierda el control y termine aferrándolo entre mis brazos, mis labios pidiendo devorar los suyos.

No tardamos mucho en encontrar un buen sitio para comer, la ubicación ligeramente escondida al fondo de un callejón, ayudándonos a descubrir un lugar tranquilo, sin mucha clientela y con tantas mesas disponibles que nadie se molesta cuando aprovechamos unos banquitos para dejar las bolsas con las compras. Apenas nos acomodamos, una amable señora se acerca a tomarnos la orden y se marcha sonriéndonos, volviendo al poco con platos, algunos condimentos, la porción de carne que pedimos y dos botellas de soju para acompañar.

Mientras la carne se fríe en la parrilla, el arduo trabajo de voltearla en el momento justo quedando en mí porque soy el menor y debería atender a mi hyung, Luhan me habla un poco de su trabajo, lo que me hace recordar las noches en que nos sentábamos a cenar, los gemelos y nosotros dos compartiendo lo que fuera que hubiera sucedido en nuestros días. Mi esposo solía quejarse de como la maestra del salón de al lado le copiaba sus actividades y los niños nos hablaban más que nada de la clase de educación física, mientras que por mi parte, lo más interesante que tenía para contarles era el desmadre que se armaba en el cuarto de copiado cuando la mugrosa maquina se atoraba.

Más tarde, Luhan limpiaba la mesa y yo arropaba a los niños, no me iba de su lado hasta que estaba bien seguro que dormían y me encontraba con mi marido en nuestro cuarto, donde me cambiaba la ropa y me recostaba a su lado, Luhan vuelto un ovillo entre mis brazos, casi siempre con la cabeza apoyada en mi pecho, preguntándome por el infernal día que hubiera tenido en la empresa y soportando mis delirios sobre ese trabajo que tanto odiaba. Después de desahogarme, mi ciervo hacía que tanto me gustaba, se giraba como podía y con un rostro bien serio me decía Gracias por aguantar esto por nosotros. Te amo, de aquí a Plutón, con doble vuelta en Júpiter y una parada de descanso en Saturno. Ahora ya haz el favor de callarte y bésame, porque te extrañé mucho...

Esta vida no es mía [Hunhan] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora