17. Lo que las palabras revelan

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La última vez que me colgué de un enrejado y pedí a gritos por la única persona en el mundo que podría devolverme la cordura, una parte de mí tenía bastante claro que ninguno de mis intentos daría resultado y que, tarde que temprano, acabaría por apartarme de la cerca frente a mí, la ausencia de ese chico especial siendo lo único a lo que me quedara aferrarme. Esta noche, sin embargo, tengo plena confianza en que la puerta se abrirá, estoy seguro de que el candado que ahora me impide derribar la barrera se soltará y que Luhan aparecerá y me permitirá verlo una vez más.

Algunas luces en las casas vecinas comienzan a encenderse, como si las personas que en ellas habitan se hubieran cansado de escuchar en la lejanía a un maldito loco llamando a uno de sus vecinos a gritos, lo que me impulsa a seguir, hasta que alguien llame a la policía y un oficial aparezca para decirme que estoy alterando la vía pública o... El sonido del cerrojo siendo soltado me interrumpe a medio comenzar una nueva ola de gritos y un segundo después, puedo ver y escuchar como la puerta frente a mis narices chirria al abrirse, mi precioso ciervo asomando entonces con esta cara de haber comenzado a pensar en golpearme.

— ¿Qué mierda crees que estás haciendo? — me regaña, una vez se planta frente a mí — ¿No fuiste tú el que prometió no venir a buscarme a mi casa y montar una escena?

— Lo siento, pero algunas promesas simplemente no pueden mantenerse — me excuso, aunque sé que lo que acabo de decir es una reverenda tontería.

Frente a mí, Luhan bufa y pone los ojos en blanco, pero incluso si está pensando en solo cerrar la puerta y mandarme al carajo, al final termina decidiendo que es mejor lidiar conmigo, que ignorarme y conseguir que vuelva a armar un escándalo. Cruzándose de brazos, de forma que el enorme suéter naranja que trae puesto lo hace lucir doblemente adorable, Luhan decide dar la media vuelta y comenzar a andar, seguro de que no desaprovecharé esta oportunidad y lo seguiré. Una vez estamos en la sala de la casa, mi chico por fin se digna a devolverme la mirada.

— Ni creas que te ofreceré café y galletitas, ¿eh? — gruñe entonces, todavía con los brazos cruzados — Tengo que preparar mi clase de mañana, así que ahorrémonos los rodeos. Sé exacto porque has venido a buscarme y bueno, lo siento. El otro día estaba demasiado borracho, dije e hice cosas que no debería haber-

— Pensé que no daríamos rodeos, ¿cómo se le llama entonces a empezar a mentir y no ser honesto, ni si quiera contigo? — le interrumpo y quiero sonreír al notar como mis palabras logran resquebrajar la muralla que Luhan ha construido entre los dos — Si en serio quieres que acabemos rápido con esto, entonces comienza admitiendo que cada cosa que dijiste e hiciste ese día, fue porque así lo deseabas.

— ¿Y qué ganaría con eso? Incluso si fuera cierto, eso no cambia que estuvo mal — me devuelve él casi con un hilo de voz y joder, cuando permite que su faceta más frágil salga a relucir, lo único que consigue es provocarme deseos de ir hasta él, tomarle entre mis brazos y estrecharlo el tiempo y con la fuerza necesarios para que se sienta a salvo — Escucha, no quiero discutir contigo, tampoco quisiera arruinar nuestra amistad, pero-

— ¿Amistad? ¿Realmente piensas que lo que existe entre nosotros puede resumirse a una simple amistad? Ciervito, siempre creí que me había enamorado de un hombre diez veces más inteligente que yo, así que no intentes hacerme tonto porque bien sabes que lo que tenemos no es y nunca pudo ser solo su amistad — aseguro, con toda la firmeza que soy capaz de emplear para que Luhan advierta que he llegado a mi límite.

No puedo seguir fingiendo y lo que es más, tampoco quiero seguirlo haciendo, porque desde que lo conocí y sin importar la realidad en la que nos encontremos, la única verdad es que siempre he amado a Luhan y continuar callando o haciendo como que ese sentimiento puede llegar a desaparecer alguna vez... no sólo es tonto y malditamente doloroso, sino que justo ahora me doy cuenta, que es también inútil e imposible. ¿De qué sirve guardarlo si en cada latido de mi corazón se puede escuchar su nombre? ¿Qué sentido tiene ocultarlo, cuando ya hemos cruzado la línea que en este mundo nos separaba?

Esta vida no es mía [Hunhan] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora