15. Si no puedes decirlo, cántalo

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Acababa de empezar el tratamiento dental cuando mi abuelo me llevó a mi primera clase de música. Había insistido mucho para que mi madre accediera a dejarme aprender guitarra en una academia en el centro, pero debido a los gastos que en ese entonces teníamos, a ella se le hacía imposible costear también aquel capricho. No era eso, claro, pues mi gusto por la música tenía todo que ver con mi papá y con el hecho de que, tras su muerte, nadie en la casa podía tomar la vieja guitarra y llenar de vida y alegría el interior que ahora lucía vacío y solitario sin él.

Fue una acción arriesgada, en la que se vio involucrada una buena parte de los ahorros de mi abuelo, pero cuando se lo reprochó, el viejito le dijo a mi mamá que pagarme la escuela de música no era un lujo ni mucho menos un desperdicio de plata. ¿Qué son unos cuántos billetes, a cambio de la alegría que ese chico traerá a la casa? Tu marido gastó una fortuna en esa guitarra, ¿no sería una pena dejarla pudrirse, sólo porque ya nadie puede tocarla? Ese chico le dará un buen uso y si puede devolvernos la música, entonces tampoco habré invertido para nada.

No diría que fue fácil aprender, al contrario, mis dedos encallecidos y las heridas que las cuerdas me provocaban de tanto rasgarlas podían dar fe de lo difícil que fue dominar el instrumento, pero además de cumplir mi deseo sobre traer la música de regreso, lo que siempre me motivó a continuar y nunca darme por vencido, fue el sacrificio que mi abuelo hizo para permitirme aprender. Al final, lo logré, superé las dificultades de ejecutar la guitarra e incluso me enfrenté al problema de amar cantar, pero padecer de un ridículo seseo que me hacía pronunciar mal las palabras.

Y cuando decidí formar la banda y ocupar el sitio bajo el reflector de un imponente escenario, el miedo a la humillación y el fracaso ya no eran parte de mí, en lugar de esos inservibles sentimientos, lo único que me impulsaba era el deseo por hacer lo que amaba, darlo todo de mí en cada nota y cada verso que brotaba tanto de mi instrumento como de mi boca. Mamá siempre adoró escucharme cantar y el abuelo, joder, ese viejito me hizo tocarle sus melodías favoritas cuando enfermó de gravedad y estuvo seguro que no lograría recuperarse.

Supongo pues que es justo decir que la música siempre ha sido una parte vital de mi vida, por lo que al escuchar que la persona que amo lamenta jamás haber sido tan especial como para merecer él su propia canción... no puedo, no puedo ignorar sus palabras y la decepción que brillaba en sus ojos al confesarme que le habría gustado recibir una melodía de mi parte, aunque fuese una compuesta por su cantante favorito, de modo que no tengo miedo ni dudo de lo que estoy a punto de hacer, cuando subo al escenario, me aseguro de colocar debidamente la guitarra que antes me han prestado y con voz de bobo enamorado, termino diciendo al micrófono:

— Hay un chico en mi vida, quien no puede creer que a pesar de amar la música, jamás tuve el valor de cantar algo para él. Parece realmente decepcionado y la verdad es que verlo así es algo que odio, si todavía estoy a tiempo de corregir mi error, bueno... Esto es para él.

Las primeras notas comienzan a sonar, no hay un acompañamiento que avive la música más de lo que mi guitarra puede hacerlo por sí sola, pero está bien y hasta cierto punto, no creo que sea necesario. Los acordes brotan uno tras otro, cada uno tan bien ejecutado como el anterior, cuando la primera estrofa se acerca y las palabras que escapan de mis labios, se extienden por el recinto gracias al excelente sonido que han montado para el evento. Es la primera vez que canto esta canción, pero no lo parece pues la lista de reproducción de Ed Sheeran que hay en mi computadora, parece haberme preparado para saber 'Shivers' de memoria.

El coro se acerca, la melodía se intensifica, pero a pesar de que la canción es animada, no lo parece tanto con un solo instrumento ejecutándola. Entonces otra guitarra entra en escena y al mirar por sobre mi hombro, noto que Jongin ha hecho de las suyas y luego de conseguir un instrumento, él también ha montado el escenario y sigue la canción tan bien como puede hacerlo tras solo ver y escuchar lo que yo he iniciado. Se une al coro a tiempo, aunque de una forma un tanto extraña pues claramente no conoce la canción, y a los segundos de que mi mejor amigo y yo estemos montando un espectáculo a mitad del parque, alguien más se nos une.

Esta vida no es mía [Hunhan] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora