9. Como un espejo roto

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Sólo entrar a la oficina para curarme las heridas que el orejón me dejó, noto que la puerta no acabó azotado cuando la empuje al pasar y al girarme, veo a Tao apoyado contra el marco. Debe parecer extraño y hasta doloroso mirarme cuando tengo el rostro magullado y la ropa hecha un lío, aunque el panda no dice nada y simplemente, se limita a pasar, cerrar con cuidado a sus espaldas y venir hasta donde estoy, la caja acondicionada para hacer de botiquín todavía en la repisa a unos centímetros de mi cabeza.

Todavía en el mismo silencio de antes, Tao me hace aplastar en la silla tras el escritorio y trepa él mismo sobre la mesa, inclinándose luego hacia mí para empezar a tratarme los golpes. Desinfecta el corte en mi labio y el rasguño de la ceja, limpia la tierra de mi barbilla y unta un desinflamatorio sobre mi pómulo, está tan cerca de mi rostro que puedo aspirar el perfume a lilas que desprende su ropa y advertir la sonrisita que le atraviesa los labios cuando me quejo porque arde como la mierda.

— Creo que ya está, igual vas a ir por ahí con media cara deshecha por un par de días — dice.

Debería agradecerle por lo que acaba de hacer, quizás hasta explicarle cómo fue que terminé en este estado, pero todavía estoy demasiado alterado luego del encontronazo con Chanyeol como para emitir palabra alguna. Tao se acomoda sobre el escritorio, cruza una pierna encima de la otra y al apoyar el rostro sobre su mano, parece como si estuviera a mitad de una sesión fotográfica.

— ¿Sabes? La verdad es que se te ve muy sexi después de haberte peleado, supongo que te viene bien el papel de chico malo — dice, como si acabara de invertir los papeles que acabo de asignar en mi mente.

Conozco varios tipos a los que les gustaría escuchar algo como eso, hombres que se sentirían orgullosos de atraer a una belleza como Tao y alterarle las hormonas sólo por meterse en problemas y acabar todo puteado. Yo no soy uno de esos, que el panda me encuentre sexi justo ahora no es lo que quisiera escuchar ni me siento con ánimos para jactarme de lo que hice para terminar así. En realidad, se me ocurre que lo que necesito es una regañina, una mirada enfurecida, un par de labios apretados en una durísima línea, ambas manos cruzadas sobre el pecho en actitud indignada.

Si fuera Luhan...

Recuerdo una vez en la universidad, durante mi último año de la carrera, cuando un imbécil de la facultad de derecho fue a buscar a su exnovia para montarle una escena. Nayeon iba a mi clase y era una chica súper dulce, quizás su único pecado fue meterse con ese bruto, pero quién soy yo para juzgar. En el momento en que ese idiota la empujó y ella se fue de espaldas contra unas sillas, me acuerdo haber suspirado y pensado que debí haberme largado antes del salón, antes de lanzar mi mochila y cruzar las filas que nos separaban hasta él. Le rompí la nariz y él me dejó un ojo morado.

Esa vez, Nayeon me llevó a la enfermería y me agradeció por defenderla, no se marchó de mi lado hasta que mi novio llegó, pero yo habría preferido que se quedara y me evitara lo que vino, igual sé que Luhan de todas formas me habría gritoneado valiéndole un reverendo cacahuate quién estuviera presente porque mi ciervo es uno de esos hombres pacifistas que cree que la violencia no arregla nada, pero vaya ironía, se le olvida que también es violento dejar a tu novio como perro con la cola entre las patas mientras lo sermonea varias octavas arriba de lo necesario.

¿Te duele mucho, mi amor?, me dijo al terminar de gritar, suavecito y con todo el amor que sentía por mí, joder, te ves horrible con el ojo hinchado. Anda ya, vámonos a casa. Y como si no estuviera enfadado y preocupado, me besó en los labios y me llevó de la mano a nuestro hogar, con los bebés a los que pasé días escondiéndoles la mitad de mi rostro, porque si llegaban a verme con el ojo hinchado seguro que les daba un susto horrible y sus llantos nunca fueron fáciles de calmar.

Esta vida no es mía [Hunhan] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora