¿Recuerdas el día en que nos conocimos?-Byler

C2: claro, Mike

Sí, Mike, claro que recuerdo el día en que nos conocimos. Ese fue un día muy silencioso, durante la mañana, claro; mamá y papá se habían peleado en la noche —como ya es costumbre—, así que en la mañana se veían los ojos hinchados por el llanto de mí madre, los nervios de Jonathan, y claro, al pequeño y tímido Will "emocionado" por su primer día del jardín.

Mi mamá, aún con la voz temblorosa, me preguntó si quería más almuerzo, tanto me marcó ese día que recuerdo que desayunamos sándwiches a medio preparar. En fin, seguimos con el desayuno, Jonathan me dejó en la escuela, a pesar de que en eso entonces él era MUCHO más chico que ahora, admiraba que nunca fue irresponsable.

El me plantó un beso en la mejilla y me advirtió que si alguien me molestaba el mismo le partiría la cara, él era un tanto cruel.

Sentí un vacío enorme al ver que la mayoría platicaba con otros niños, yo no era muy social, y estaba seguro de que no iba a conseguir amigos. Eso pensaba.

Mi camisa amarilla de cuadros resaltaba entre tanto color gris y azul que usaban los de mi salón.

Todos nos presentamos:
— m-mi nombre es Will... Byers — inicié; me iba a sentar hasta que la maestra me hizo una seña para que continuara: —Mi color favorito es el amarillo, me gusta m-mucho dibujar y... no vivo con mi papá.

Aún siento el desprecio de los otros niños cuando solté esa última frase.

Llegó el descanso.

Mis manos estaban frías.

Todos ya tenían amigos.

Todos, menos yo.

Al otro lado del patio, divisé a un niño pelinegro, se veía igual de tímido que yo, pero no le puse mucha atención. El único lugar libre eran los columpios. Sí, sólo los columpios.

Me senté ahí y me di cuenta de que posiblemente mis problemas estaban en mi casa, pero no debía llevar conmigo mi remordimiento hacia lo que se hace llamar mi padre, me iba a levantar, pero vi que otros niños se acercaban a los columpios, y no, no les iba a dar el gusto, me planté en el suave asiento de plástico.

Estaba con mi almuerzo, muy feliz, aunque no lo pareciera.

Entonces el chico pelinegro se me acercó.

¿Quieres ser mi amigo? Fue todo lo que dijo.

No podía negar ese privilegio, así que asentí con la cabeza y él se sentó en el otro columpio. No platicamos enseguida, la verdad es que no platicamos de nada en ningún momento.

Pero lo que yo no sabía y al parecer mis sentimientos lo supieron hasta que tú lo dijiste. Eso es lo mejor que me ha pasado.

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Emmmmm... un capítulo cortito pero sincero ;3. La verdad es que se me ocurrió hoy a las tres de la tarde :v.