Capítulo Nueve

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Frunció el ceño mientras escuchaba las voces de sus amigos provenir de la llamada, intentando prestar atención a uno de ellos, pero siendo casi imposible hacerlo ante el escándalo que había. Se mantuvo en silencio mientras esperaba a que se calmaran y pudieran explicarle la razón por la que habían decidido llamarle a aquellas horas; comúnmente solía reírse de los estúpidos que eran, pero hacía ya un tiempo desde que dejó de sentir diversión ante lo revoltosos que son.

Las cosas que antes parecían ser divertidas para Quackity, ahora eran tan aburridas, y las cosas que fueron poco interesantes, ahora eran llamativas para su persona. Sabía que juntarse con los perdedores traería sus consecuencias, pero no creyó que afectarían su manera de ver el mundo tan de pronto.

¿Pueden cerrar la puta boca y explicarme que mierda sucede? — sabe que se escuchó más agresivo de lo que quería ser, pero no le toma demasiada importancia, tampoco se preocupa mucho por el sepulcral silencio que se formó luego de haber musitado con molestia su queja — Tienen suerte de que hoy haya decidido salir del trabajo temprano, de lo contrario ni siquiera les hubiera respondido — dijo el mexicano entre dientes antes de tomar sus cosas y despedirse de su compañero de trabajo con un gesto con su mano, saliendo finalmente de la tienda.

Lo sentimos Quackity... No queríamos molestarte — una voz suave rompió el silencio de aquella llamada finalmente, el mexicano ni siquiera pudo reconocer aquella voz, pero estaba seguro de que se trataría de uno de los chicos que le tomaban confianza sin siquiera ser amigos realmente, habían muchas personas de ese estilo, por lo que no sería sorpresa que algo así sucediera.

Como sea — se detuvo frente de la tienda de música de la que había salido, echando una última mirada a las guitarras que habían en exhibición antes de rodar sus ojos y posar su mirada en las personas que tomaban un paseo por aquel centro comercial tan grande — ¿Para qué me llamaron? — fue directo al grano, necesitaba llegar a su casa y terminar unos trabajos pendientes acerca de su carrera; no era demasiado, por lo que podría acabar bastante rápido, pero aun así quería terminar con ello, pues sus estudios siempre iban primero.

Wilbur va a organizar una fiesta en su departamento esta noche, dice que tiene un anuncio importante que dar — el pelinegro de ojos oscuros dio un suspiro pesado, sujetando el puente de su nariz mientras buscaba algo de paciencia, sospechando a que rumbo se dirigiría la conversación — Estuvo intentando llamarte pero no le respondías, así que nos pidió que te invitáramos... — el británico podía llegar a ser alguien realmente molesto si se lo proponía, y en esos momentos estaba siendo muy irritante.

Claramente había estado ignorando a Wilbur desde sus últimos encuentros donde el ambiente tenso había sido incómodo. Solía esquivar a las personas cuando le incomodaban, y aunque en un pasado habían sido más unidos, por cada día que pasaba parecía que el estado mental del británico empeoraba. Nadie lo ha visto consumir drogas en la institución desde hace ya un buen tiempo, pero por su actitud, Quackity podía asegurar que continuaba haciéndolo.

La respuesta a la invitación estaba bastante clara, una negación simple y directa; sin embargo, sus amigos han estado siendo tan molestos, que por cualquier rechazo de daba, ellos de inmediato hacían todo lo que estuviera a su alcance para lograr que cambiara de opinión, lo que la verdad no era muy sencillo, pero debe tener en cuenta que su posición de estatus iba a caer como continuara negándose.

¿Quackity? — los ojos oscuros del nombrado se abrieron con sorpresa antes de girarse hacía atrás y ver a la persona que se dirigió a él, abriendo su boca un momento sin saber muy bien que decir al reconocer de inmediato ese cabello oscuro sujetado a duras penas en una coleta.

Le cuesta un par de segundos asimilar el hecho de que frente suya se encuentra un confundido chico de ojos azules, portando un par de bolsas de compras en manos y una vestimenta como siempre holgada, siendo una sudadera de color blanco lo suficientemente grande como para que incluso cubra parte de sus manos. Parecía estar algo cansado, puesto que las ojeras bajo sus ojos eran mayores que las que tenía el mexicano, pero lucir tan desarreglado era parte del estilo de aquel chico, no llamando la atención en absoluto.

Feral | QuacknapDonde viven las historias. Descúbrelo ahora