Capítulo Veinte

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Salió del aeropuerto con su mochila colgando de su hombro, frunciendo el ceño al ver la luna en lo alto del cielo siendo acompañada por las estrellas y el frío viento moviendo su cabello; su cuerpo se sentía agotado, casi tres horas de vuelo, más todo lo que tuvo que hacer para alcanzar el primer avión que estuviera disponible con dirección a Texas, pero lo había logrado, ya estaba allí, su primera vez en ese lugar y lamentablemente no era por razones de turismo.

Suspiró antes de pasar una mano por su rostro, intentando eliminar el cansancio mientras caminaba hacia la calle, donde se encontraban un par de taxis estacionados en espera de conseguir algún pasajero que necesitara que lo llevara a algún lado. Tomó uno de ellos y le pasó la dirección que Dream le había facilitado por mensaje para que supiera donde se ubicaba la casa de la madre de Nick, ya siendo sólo cuestión de minutos para llegar a esta y poder encontrarse con el pelinegro de ojos azules. Quackity apoyó su cabeza contra el cristal de su ventanilla, observando las solitarias carreteras de Texas bajo la iluminación que reflejaba la luna.

Sus ojos se van cerrando lentamente, pero acaba por abrirlos en un intento por mantenerse despierto, alejándose de la ventanilla mientras toma su teléfono y se da cuenta de algunos mensajes que le ha enviado Dream, avisándole que encontró un vuelo que le va a permitir llegar allá a primeras horas de la mañana, dispuesto a ver como se encuentra el más joven. Vagamente le responde que ya se encuentra allí, y que está en camino a la dirección que le otorgo, dejando después su celular de lado para centrarse en el camino, luchando con sus ansias de simplemente dormir durante todo el viaje.

Cuando el taxi se detuvo y le informó que había llegado a su destino, el mexicano se enfocó en la pequeña casa con un jardín de flores muy bien cuidadas; él asume que quizás ese es el pasatiempo de la madre de Nick ahora que vive sola. Paga la cantidad necesaria al conductor del taxi y luego se baja de este, acercándose a la puerta de aquel hogar para seguidamente dar tres golpes a esta, sin dudar ni un segundo, ansioso por asegurarse de que el texano estaría bien.

Tiene que esperar un par de segundos antes de escuchar pasos apresurados provenir del otro lado de la puerta, apretando con un poco más de fuerza la correa de la que su mochila cuelga en su hombro, casi reteniendo su respiración. Cuando la puerta es abierta, puede reconocer con facilidad la figura ligeramente alta de la mujer de cabello negro, ahora trenzado y cayendo por su hombro, teniendo un rostro preocupado pero con su expresión cambiando a sorpresa al verlo allí de pie, reconociéndolo casi al instante.

¿Quackity? — susurró la pelinegra de ojos azules algo oscuros, aún sin poder creer del todo de él se encontraba allí — ¡Dios! ¡¿Cómo llegaste hasta aquí?! ¡Son las once de la noche! — la madre de Nick se mostró verdaderamente preocupada, haciéndose a un lado para dejar pasar rápidamente al chico de cabello oscuro y ojos del mismo color, quien se sintió algo pequeño, adentrándose a la casa y sintiendo el ambiente hogareño de esta — Debe estar haciendo mucho frío allá afuera, y te ves tan cansado, querido.

No se preocupe Señora, realmente estoy bien — rápidamente intentó calmar las preocupaciones de la fémina, quien actuaba con un instinto maternal, examinándolo de pies a cabeza y descubriendo cada uno de sus malestares — Lamento mucho haber venido a esta hora y sin avisar... Yo necesito hablar con Nick — dijo Quackity mientras el tono de su voz se tornaba cada vez más bajo conforme hablaba; sinceramente no se había puesto a pensar en el hecho de que tendría que encontrarse con la madre del más joven, era su casa después de todo, debió verlo venir.

La mujer adulta no dio una respuesta tan pronta, cerrando con cuidado y en silencio la puerta de entrada antes de suspira, girándose para verle con una expresión que transmitía un poco de pesar.

Él ahora mismo no se encuentra muy bien — se explicó ella muy brevemente, moviendo sus manos para intentar darse a entender mientras su mirada vagaba en cualquier punto de la sala, esquivándolo a él por un tiempo — Lleva horas encerrado en su habitación, no sé por qué, pero no ha salido en ningún momento y tampoco me ha dejado pasar... — la preocupación en ella está presente, pero no se iguala a la que siente el mexicano en ese momento, porque él conoce muchas cosas que el pelinegro de ojos azules jamás le llegó a comentar a la mayor — Él había estado muy bien, me regaló unas flores para subirme los ánimos, estuvimos hablando con normalidad y entonces... No lo sé, él entró a su habitación y no ha salido en absoluto.

Feral | QuacknapDonde viven las historias. Descúbrelo ahora