Kaoru nunca sabía cómo consolar a una persona. Era el ser más robótico del mundo. Su familia le había enseñado eso, no mostraban cariño, cuando lloraba, sus padres simplemente se le quedaban mirando hasta que su llanto paraba y comenzaban a darle lecciones de vida, a un mocoso de 4 años que lo único que necesitaba era los brazos amorosos de su padre, los besos y palabras dulces de su madre, no palabras como "La vida no es fácil, Kaoru. Las lágrimas no arreglan absolutamente nada". Él lo sabía, pero no podía evitarlo, ¡era un maldito niño! Así que para evitar esas frías palabras, cada vez que quería llorar se encerraba en su habitación, metiéndose en el closet para dejar correr sus lágrimas en la oscuridad, ocultándose del mundo exterior que lo hacía sentir horrible por el simple hecho de llorar. A esa misma edad, conoció el cariño y el consuelo por primera vez. Él era pequeño y los lugares nuevos lo asustaban, así que cuando lo llevaron al jardín de infantes y lo dejaron sin voltear atrás, aún cuando moqueaba y plañía desconsoladamente no tocó sus fríos corazones.
Recuerda que la cuidadora tuvo qué tomarle suavemente de los hombros para empujarle comprensivamente, apretando como un tipo de masaje reconfortante. Lo sentó en una de las pequeñas sillas, limpiando sus lágrimas y sus mocos cariñosamente, diciéndole que todo estaría bien, que ellas cuidarían de él. Aún cuando sus sollozos lastimeros pasaron, las lágrimas seguían saliendo de sus ojos. Cada niño que entraba se le quedaba viendo y se alejaba de él, otros también entraban llorando, pero estaban tan sumidos en su propio dolor que pasaban de largo. Eso hasta que un niño, con lágrimas colgando de los ojos, el ceño fruncido, los labios haciendo un puchero y el pecho inflado, entró por la puerta. Se notaba que intentaba hacerse el fuerte, lo cual lo hacía ver adorable. Cuando sus miradas se encontraron, ese niño decidió sentarse a su lado, las lágrimas se habían esfumado repentinamente de sus orbes rojas.
Se quedó a su lado todo el tiempo, dándole miradas muy poco discretas, pasándole colores y limpiando de vez en cuando sus lágrimas. Al momento de la merienda, ambos se sentaron juntos en el suelo, Kaoru volvió a llorar al ver su lonche y compararlo con el de los demás. Papilla de verduras, galletas saladas y pera en trozos, la comida más aburrida del mundo.
—Do llodes. Ten, podes tomete mi pomida —le pasa su lonchera, peina su flequillo y le deja un beso de consolación en la frente.
Ese gesto se repitió a lo largo de sus años, durante el jardín de niños, a lo largo de la primaría, la escuela media y, finalmente, al cursar preparatoria. Aunque Kojiro no lo supiera, Kaoru atesoraba todos y cada uno de esos besos, de aquellos cariños que faltaban en su hogar. Los besos en la frente eran su fortaleza, cada vez que sentía que ya no podía, que quería huir de casa, de, incluso, quitarse la vida, Kojiro siempre llegaba y le reconfortaba con uno de esos maravillosos y cálidos besos en la frente. Él se aferraba al cuello de su camisa y se dejaba mimar, llorando como cuando se conocieron.
Kaoru se mueve incómodo, aún cuando ya ha aprendido a cómo consolar a alguien le seguía costando, él comenzar el contacto físico con alguien era casi impensable, pero ya lo había hecho antes, cuando Miya discutió con ese amigo con el que apenas se había reconciliado, o cuando Reki estaba tan abrumado por sus sentimientos por Langa que entró en crisis, o cuando Langa no sabía qué hacer con la Universidad, era irse a estudiar y dejar a Reki, o renunciar a la universidad a la que quería entrar e irse a donde Reki había entrado. A los tres los abrazó de forma protectora, recordando la fuerza y la calidez que debía implementar para hacerlos sentir bien. Pero... ¿cómo podía consolar al rey de los apapachos?
Era extraño ver a Kojiro decaído, su enorme cuerpo encorvado sobre sí, su rostro melancólico y sus ojos color rubí humedecidos por el dolor. Perder a alguien no era fácil, mucho menos el consolar. Kaoru suspira para armarse de valor. Se acerca lentamente, posándose frente a Kojiro quien se encuentra sentado en una silla, doblado sobre sí; tenso y angustiado. Se inclina, rememora todos esos momentos que Kojiro hizo esto, incluso ayer mismo después de hacer el amor le peinó el flequillo para descubrir su frente y posar sus labios allí, dejando su amoroso beso.
Kaoru imita esa acción, sosteniendo el rostro moreno entre sus manos transmitiendo sus sentimientos lo mejor que su poca experiencia le permite. Su cintura es rodeada por los musculosos brazos de su pareja. Aprieta su cuerpo más cerca de él y, cuando nota que se va relajando, sacudiendo los hombros por los sollozos, sabe que ha hecho un buen trabajo.
—Te daré todos los besos que quieras, aunque sé que eso no menguará tu dolor
Le regala otro beso en la frente, uno en la nariz y otro en sus labios. Sabe que los besos en la frente no apagaban el fuego del dolor, pero cuando se consolaba a alguien no se buscaba eso, se trataba de hacerle sentir a la otra persona que no estaba sola en su sufrimiento. Kojiro estuvo a su lado en sus momentos difíciles, era su turno de ser su soporte.
ESTÁS LEYENDO
FluffTober 2021 - Matchablossom Version
FanficPorque me gusta sufrir. Un mes entero (o no) de escritos bonitos dirigidos hacia uno de los matrimonios más bonitos del anime, el MATCHABLOSSOM (de SK8: The Infinity). Colaboración con una de mis prometidas para no caer en la locura C,: DÍAS Y TEMAS...