Al principio, todo le maravillaba, aún era así, las calles llenas de colores cálidos y vibrantes, el intenso sol que parecía nunca acabarse, las personas, los restaurantes, las tiendas de regalos, todo, todo hacía que el corazón de Kojiro se sintiera como un pájaro ansioso por volar, pero lo que más lo fascinaba, eran los canales, ¿cómo se las habían arreglado para que una ciudad funcionara en medio tantos canales?
Más de una vez se había perdido por esas calles, los días de descanso, cuando no estaba estudiando para su maestría salía a explorar, no es que buscará llegar a un lugar en especial, pero siempre que creía por fin haber memorizado una ruta se encontraba en un callejón que terminaba de golpe porque lo atravesaba un canal.
Fue uno de esos días en que visitando una de las rutas turísticas llegó a unos escalones de piedra que se abrían hacia el mar, había mucha gente tomándose fotos en el último escalón al que se permitía acercarse; debido a la lama de estos y al constante movimiento de las olas los escalones siempre estaban resbaladizos y eso los hacía peligrosos.
La vista de aquel piso brilloso y mojado trajo de pronto a la mente del peliverde el recuerdo muy claro de estar en su casa en Japón, en la entrada de ésta, con la mano aún encajada en la perilla de la puerta bajo la lluvia, y recordaba a un Kaoru adolescente en frente suyo con la ropa y el rostro empapado, con los ojos enrojecidos, enterrando la cara en su pecho, y sintió, como si volviera a estar en aquel momento, la calidez del rostro empapado de Kaoru cerca de su corazón.
Tan rápido como había llegado se fue aquel recuerdo, dejando a Kojiro en una especie de ensoñación y con un dolor agudo en el pecho, de pronto el pájaro de su corazón ya no ansiaba volar bajo ese cielo azul y brillante, de pronto se acurrucaba contra los bordes como un animal herido que busca un lugar cálido para descansar.
También le hizo pensar en que durante todo el tiempo que llevaba ahí no había llovido ni una sola vez, era como si a la gente en Italia no se le permitiera estar triste y por ello el sol trabajaba 24/7... porque los días nublados no sólo opacaban el cielo, a veces, los días así nublaban también al corazón.
En Japón la temporada de lluvias era algo conocido para él, ¿cuántas veces se encontró bajo el frío golpeteo de las gotas mientras patinaba junto a su amigo de la infancia? Ya no lo recuerda, solo sabía que eran días felices a pesar de que siempre se enfermaba después de eso.
Pensando en eso regresó al departamento en que vivía temporalmente; pero cuando entró, por primera vez el lugar le pareció innecesariamente grande, como si le hiciera falta algo... o alguien.
Llegada la noche, como todas desde que llegó ahí, se preparó una taza de té y se sentó en el suelo del balcón de su habitación a mirar las estrellas antes de ir a dormir, era una especie de ritual que le ayudaba a relajarse lo suficiente para dormir sin interrupciones, porque mirarlas siempre lo hacía pensar en cosas buenas; a veces lo inspiraban a crear recetas extravagantes que después ponía en práctica, a veces le arrullaban, y al estar ahí afuera podía escuchar el paso de los turistas y parte de sus conversaciones, a veces eso también le hacía pensar en sus propias conversaciones, platicas que había tenido con sus amigos en Japón y con los nuevos. Pero esa noche las estrellas tenían una ruta diferente. Esa noche llevaron a Kojiro casi contra su voluntad a aquel día lluvioso en que al ver a su amigo llorar no se atrevió a confesarle lo que sentía por él... le hizo preguntarse si las mismas estrellas que veía aquí eran las que lo veían a él aquella noche.
Se fue a la cama pensando en el peli-rosa como tantas veces, y antes de que pudiera darse cuenta de que la lluvia había empezado a caer anunciando el inicio de la temporada, Kojiro se quedó dormido con el pájaro de su corazón aleteando nuevamente, queriendo volar de vuelta al donde estaba otro pájaro herido, en otro país, en donde la temporada de lluvia ya había concluido.
—Jiro... Kojiro... ¡GORILA!
Una voz demandaba su atención y cuando por fin pudo salir de su estupor reconoció la cara de Kaoru a un lado suyo, caminando en dirección al punto de reunión de los skaters.
—¿El qué? —preguntó Kojiro mirando a su alrededor para descubrir que estaba de vuelta en Japón, para descubrir que hacía ya varios años que era así y aquello había sido no más que un recuerdo de sus días en Italia.
—En serio que eres... a veces pienso que lo haces a propósito para hacerme enojar... Si no te das prisa me iré a S sin ti.
Kaoru estaba ataviado en su hakama y tenía su cabello recogido en una coleta alta como hacía siempre que iban a patinar. Kojiro se detuvo entonces al sentir una gotita helada caerle en el cuello, cuando miro hacia el cielo la lluvia ya había arreciado y los empapaba rápidamente.
—¿Qué demonios? Tan de repente —Kaoru parecía molesto con el repentino aguacero, y a pesar de que Carla era resistente al agua, el peli-rosado se quitó el yukata que llevaba a los hombros a modo de capa y envolvió su patineta con este. —Tendremos que regresar, no tiene sentido subir a S con este clima —. Se había dado ya la vuelta para regresar por donde habían llegado, pero cuando se dio cuenta de que Kojiro no le seguía se volvió a verle. —¿Gorila?
Joe estaba de espaldas a Cherry y con la cabeza baja, murmuró algo que su compañero no pudo escuchar y soltó una carcajada hacia el cielo, dejando que las gotas de lluvia le enjuagaran las lágrimas, entonces se dio la vuelta y caminó hacia Kaoru que lo miraba como si ya se hubiera vuelto loco.
—¿Sabías que las estrellas cumplen deseos? —Al decir esto se encontraba frente a frente a Kaoru, y al mirarlo así, empapado, ya no vio al joven adolescente de ojos llorosos que había visto hace años, ni hace momentos en sus recuerdos, veía al Kaoru adulto, veía al Kaoru de su ahora. —Hay algo que te he querido decir desde hace... bueno, ya ni siquiera recuerdo hace cuanto...
—De que... —comenzó viéndolo preocupado mientras la lluvia les pegaba la ropa húmeda al cuerpo, y fue entonces que al sentir el calor del pecho de Joe se dio cuenta de lo cerca que estaban, su cara ardía y no sabía porque.
—Te amo, Kaoru... —las palabras salieron así, sin meditación, y entonces tuvo que respirar profundo porque el rostro sorprendido y mojado de Kaoru le estaban matando. —Creo que desde que te conocí... Y está bien si tu no sientes lo mismo... Pero lo debes saber... te lo debía a ti y a ellas —la voz de Kojiro era apenas un murmullo bajo el sonido insistente de la lluvia a su alrededor, un sonido que pareciera que les apresurara.
Y entonces justo cuando Kojiro se armaba de valor para mirar en los ojos de su amigo el rechazo que anticipaba, sintió la calidez de un delgado brazo sobre su cuello y la suavidad de unos labios contra los suyos. Kaoru estaba abrazado de él, Kaoru lo estaba besando, se aferraba a él con tanta fuerza que logró hacer que Kojiro se tambaleara un poco y al abrazarse de su cadera para estabilizarse, cayó en la cuenta de lo que estaba pasando.
Dejó caer su tabla que levantó una serie de gotitas que les empaparon más los pies y acunó el rostro de su amigo en sus manos, estaba frío pero él sentía que se podría derretir en cualquier momento.
—Kaoru... eso significa que...
—Me estoy congelando —dijo Kaoru, dedicándole una sonrisa radiante como las que rara vez mostraba y un pequeño rubor le cubrió el rostro —Llévame a un lugar cálido.
La lluvia siguió cayendo toda la noche, golpeando suavemente contra la ventana de la habitación en que los brazos de Kojiro se convertían en el lugar cálido de Kaoru, y aunque no podía verse nada más allá de las nubes grises, Kojiro sabía que las estrellas los miraban.
ESTÁS LEYENDO
FluffTober 2021 - Matchablossom Version
FanfictionPorque me gusta sufrir. Un mes entero (o no) de escritos bonitos dirigidos hacia uno de los matrimonios más bonitos del anime, el MATCHABLOSSOM (de SK8: The Infinity). Colaboración con una de mis prometidas para no caer en la locura C,: DÍAS Y TEMAS...