Capítulo 19

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El Bosque Leinad en la imagen. 

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Hace unos años.

Daniel esperaba con tranquilidad mientras dejaba su espalda reposar en uno de los muchos árboles, o al menos eso es lo que aparentaba, por dentro sentía una inexplicable sensación de nervios, que se vieron apaciguados cuando vio como una silueta se acercaba. Una majestuosa bestia de pelo blanco grisáceo con unos bellos ojos rojos se acercaba al brujo trotando con tranquilidad y gracia, en sus fauces llevaba una mochila con distintos artículos dentro.

—Hola —Murmuró el chico cuando la loba se acercó, ella se sentó e inclinó la cabeza levemente en señal de saludo siendo correspondido con una pequeña caricia en la cabeza.

Con suavidad Daniel cogió la mochila que tenía la loba entre sus dientes y se la colgó en el hombro.

—¿Estás lista para teñirte de rojo, Kay? —Pregunta el brujo a la licántropa y en respuesta ella se levantó con emoción en sus ojos y moviendo la cola.

Daniel comenzó a andar, pero se detuvo cuando la loba le impidió seguir caminando, pues se paró en frente de él con la cabeza en alto y las cejas cruzadas. Luego de varios años, la loba alcanzaba el pecho de Daniel si alzaba la cabeza.

—¿Qué pasa, Kay? —Y cuando la vio a los ojos, lo supo, no estaba hablando con Kayla— Kiari —La expresión en su rostro lobuno se suavizó al mencionar el nombre de la loba—, es que es difícil identificarlas —Se excusó y río cuando Kiari le dio un coletazo para luego dar algunas vueltas al su alrededor de forma juguetona.

—¿Es en serio Kiari? —Pregunta Kayla en el interior de su loba.

—¡Oh, vamos! Es divertido —Grito en su interior mientras le gruñía de forma divertida a Daniel quien sonreía y corría con ella mientras intentaba tocarla en una forma de «jugar».

—¡Basta! Me rindo —dice divertido luego de unos minutos mientras se tira en el suelo con la respiración agitada.

La loba se acercó y también se acostó cerca de él, Daniel miró a la criatura a su lado; párpados cerrados evitando ver sus orbes rojos, con un pelaje grisáceo claro, supone que ya alcanzó su edad adulta en su forma lobuna y que ya no iba a crecer más.

—Creo que no llegaremos a tiempo —menciona acariciando el rostro de la loba, quien alzó las orejas al no entender lo que quiso decir—. Es recomendable colocar el tinte cuando aún el sol está afuera, pero en lo que llegamos a casa caminando ya debería de estarse poniendo el sol —explica mirando el cielo.

Kiari se levantó y empujó a Daniel para que se levantara.

—¿Qué pasa? —El brujo vio como ella se puso al frente de él y señaló su lomo con su cabeza— No —Negó una vez desde que entendió lo que Kiari quería hacer, pero la loba bufó molesta e insistió gruñendo y dando explicaciones que el brujo no entendía del todo—. Que terca eres —dijo accediendo luego de unos minutos.

Con cuidado se subió al lomo de la loba, quien se había agachado un poco para que Daniel pudiera subirse, una vez la loba sintió el peso del brujo sobre ella y se aseguró de que estaba bien ubicado, se preparó para comenzar a correr.

—¿Estás segura de esto? —No pudo terminar bien la frase, pues Kiari comenzó a correr.

Al principio era más como un trote acelerado, pues no estaba acostumbrada a cargar con un peso extra, pero al poco tiempo corrió con rapidez esquivando los árboles con gracia, con su boca abierta para tomar grandes bocanadas de aire mientras se desplazaba por el bosque en dirección a la casa de Daniel.

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