Capítulo 11

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Narración: Aidan.

Algo malo está pasando, lo presiento.

—Aidan ¿Qué crees que está pasando? —Me pregunta mi hermana cuando ambos llegamos al castillo que se supone debo llamar «hogar».

—No lo sé y no me gusta —Gruñí respondiendo su pregunta.

—Majestades —Nuestros sirvientes personales se aparecen frente a nosotros dándonos la bienvenida.

—Lucio ¿Qué está pasando? —Interrogó al vampiro mirándolo fijo.

—No lo sabemos, señorito Aidan —responde en su lugar su compañera.

—Majestades, su padre les solicita en el salón del trono —La voz de Lucio hace que le observe, aún tiene la cabeza gacha al igual que su compañera.

—¿A ambos? —Temerosa sale la voz de mi hermana, es natural, nuestro padre no es una buena figura paterna que digamos.

—Eso es correcto, señorita Nadia —Le responde Lucía, la compañera de Lucio.

—¿Es urgente? —Me atrevo a preguntar.

—Los quiere ver desde que se fue el sol —dijo el vampiro respondiendo a mi pregunta, tome el puente de mi nariz entre dos de mis dedos en un acto de frustración y preocupación.

—Lleven esto a nuestras habitaciones, por favor —Pidió Nadia y le entrega los bultos que llevábamos.

—A sus órdenes —dijeron ambos haciendo una reverencia y tomando la carga.

—Cuando acaben con eso vayan a descansar, el sol está a punto de salir —Ordenó a ambos notando su semblante caído cuando los dos siempre son más animosos.

—Muchas gracias —Note como sus ojos se iluminaron cuando levantaron la vista para agradecerme, dos pares de pupilas blancas reflejando agradecimiento.

—Hasta pronto —Se despidió Nadia con pesar.

—Majestades —Luego de otra reverencia, los compañeros se marcharon.

—Sus ojos me recuerdan a los de Liv —Confieso a mi hermana, quien me observa sin entender muy bien a qué me refiero, hasta que lo entiende.

—¿De dónde a cuándo, se parecen los ojos de dos vampiros con los de una humana? —Pregunta totalmente confundida frunciendo su ceño.

—¿No has notado que Olivia tiene los ojos claros? —Seguí hablando con ella mientras caminábamos a paso lento a la sala del trono, donde nuestro padre nos esperaba.

—Sí, pero eso no tiene que ver, Lucio y Lucía tienen los ojos blancos, literalmente y Liv, solo los tiene un poco más claro que la mayoría de la población humana —Analiza levantando un poco la cabeza para verme ya que estoy a su izquierda.

—En mi mente tiene parecido —Me quejo cruzándose de brazos.

[...]

—¿Dónde estuvieron toda la noche? —La voz gélida y, a la vez monótona del Rey de Aidia cala en mis huesos como es costumbre cada vez que lo veo, mi hermana y yo nos encontramos frente al trono de mi padre con una rodilla al suelo y cabeza gacha, como si fuéramos soldados camino a la guerra.

—Padre, le avisamos con antelación que no pasaríamos ni el día ni la noche en Aidia —respondo por ser el primogénito, sin atreverme a levantar la cabeza.

—¿Dónde estaban? —Vuelve a preguntar esta vez con voz más severa, noto a mi hermana temblar ligeramente.

—Estábamos con los hijos de los líderes de los otros territorios —Mis respuestas medio ambiguas enfadan a mi padre.

El Bosque LeinadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora