Under the Rain

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Llegar a casa después de un pesado día en el trabajo era uno de aquellos pequeños placeres que la vida adulta te regalaba tras darte una buena tanda de golpes, pero vamos, él no iba a quejarse por eso.
Sinceramente la imagen de Inupi dándole la bienvenida a casa con su delantal puesto y el cabello amarrado en un adorable moño era más que suficiente para renovar por completo su energía y agradecer la dicha de estar vivo.

Por ello ver que el chico no estaba esperándolo cerca del recibidor encogió un poco su corazón.
No pudo evitar sentirse triste, aún cuando de seguro su novio solo había ido a hacer compras o algo por el estilo.

Y no es como si fuera obligación de Inupi esperarlo siempre, pero suponía que con el tiempo la costumbre era ya tanta que un simple cambio en la rutina lo desequilibraba por completo.

Se quitó los zapatos, dejó su abrigo colgado y el paraguas recostado sobre la pared sin notar que al lado había uno idéntico igualmente empapado.

— ¿Inupi? — Probó llamando mientras caminaba por la sala de estar deshaciendo el nudo de su corbata.

El sonido de pasos viniendo desde el baño lo alegraron.

— Oh, bienvenido a casa.

Seishu apareció con el cabello mojado y vistiendo una larga camiseta roja que no lograba cubrir del todo sus bóxers negros.

— ¿Estabas tomando una ducha?

Koko sonrió mientras se le acercaba, envolviendo sus brazos en la cintura del más alto y besándolo.

— A-Algo así.

El nerviosismo en la forma de contestar del rubio era rarísimo y Koko se preocupó mucho de inmediato.

— ¿Pasó algo? — Preguntó esta vez tomando su rostro para observarlo con detalle y descartar heridas.

— Mm... ¿No? — Inupi evadió su mirada, suspiró para tomar valor y luego lo miró a los ojos. — ¿No te vas a enojar si te lo cuento?

Hajime se alarmó aún más ¿Por qué Inupi pensaría que él podría enojarse?

— ¿Cuándo me he enojado yo contigo desde que vivimos juntos?

— Nunca. — Admitió Seishu removiendo sus manos. — Pero no quita que esta pueda ser la primera vez.

— No me imagino que hayas hecho algo tan grave como para lograrlo. — Rió incrédulo Koko.

— Creo que no lo es, pero de todas formas. — Se encogió de hombros el de ojos claros. — ¿Recuerdas que el otro día hablamos sobre tener una mascota? Sé que dijiste que no querías tener ninguna porque eran demasiada responsabilidad.

— Ajá.

— Estoy de acuerdo con eso, pero cuando iba a la tienda para comprar ingredientes para la cena me topé con una cajita. — Las mejillas de Seishu enrojecieron un poco. — Ha llovido mucho hoy y adentro había un gatito muy pequeño, me dió lástima que estuviese allí y lo traje.

Koko soltó un suspiro de alivio, era bueno saber que nada malo le había sucedido a su novio.

— ¿Podríamos quedárnoslo? Si no quieres está bien, pero al menos me gustaría poder cuidarlo hasta que encuentre un hogar.

Inupi parecía un pequeño niño pidiendo permiso con los ojos llenos de chispas emocionadas que intentaba ocultar. Koko sintió muchísima ternura.

— Pues déjame verlo primero ¿No?

Ante su sonrisa Seishu asintió feliz mientras lo tomaba de la muñeca para conducirlo al baño. Allí el pequeño felino calicó los miró con sus ojos apenas abiertos, calentito envuelto en una manta se sentía listo para tomar una siesta, su orejita derecha con una manchita naranja y otra negra se movió un poco al escucharlos.

— Estaba mojado y lleno de barro. — Habló suave Inupi mientras lo cargaba para mostrárselo más cerca. — Por suerte no dió problemas para bañarlo, pero se asustó con el secador y me rasguñó un poco.

— ¿Pero estás bien? — Alzó una ceja el pelinegro.

— Claro, fue muy poco. — Seishu se lo entregó para que lo cargue. — Cuando estaba en la caja lloraba mucho, supongo que extrañaba a sus hermanitos. Lo bueno es que desde que llegó aquí ha estado tranquilo.

Koko deslizó uno de sus dedos tras la oreja del gato que ronroneó con agrado ante la mirada atenta de Inupi que analizaba las expresiones de ambos.

— ¿Y?

— ¿Y qué? — Hajime rió.

— ¿Podemos quedarnos con él?

Koko sostuvo al gatito con uno de sus brazos y con el otro rodeó la cadera de Seishu para atraerlo antes de besar suavemente su mejilla.

— Está bien, supongo que ya nos hacía falta un compañero.

El rostro de Inupi se iluminó de felicidad y rápidamente sujetó el rostro de Koko entre sus manos para besarlo repetidas veces.

— Oh, de haber sabido que te pones así habría llenado de gatos esta casa desde hace tiempo. — Se carcajeó divertido el pelinegro.


Love Test - [Kokonui]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora