4. ʟᴀ ɢᴜᴇʀʀᴀ

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Los días iban pasando, y cada día Renjun se daba cuenta de la mucha razón que tenía Ryujin. Jaemin era insufrible y se aprovechaba de él al máximo. Le daba la mano y le cogía el brazo. De nada valía llamar a su puerta, él salía de su despacho cuando le daba la gana. Llegaban tarde siempre y siempre le echaba las culpas a él delante de los jefazos y debía disculparse un millón de veces. Y por si fuera poco le cambiaba la agenda cada dos por tres, cancelaba reuniones, visitas y planes para comer a última hora y Renjun no paraba de recibir llamadas de quejas.

Renjun tampoco se atrevía a llamar a su despacho, pues ahora se le había dado por poner el volumen de su ordenador a tope y los gemidos del porno que ponía a todo trapo se escuchaban desde fuera. Renjun se alegraba de que casi nadie subiera nunca a esa planta sin previo aviso. 

Tenía que tomar las riendas. Ponerlo en vereda y hacer su trabajo, o sino acabaría despedido, esta vez de verdad. Porque esa actitud lo perjudicaba directamente. Pero Jaemin tenía una expresión que le infundía respeto y era muy cortante con sus comentarios. Siempre sabía qué decir, se notaba que era el jefe de todo y que tenía el control de la situación en todo momento. 

Ese día tenían una reunión a las once. Pero Renjun le dijo que era a las diez. Por lo que a las diez y cuarto se dejaron de oír los gemidos y Jaemin salió por la puerta con aire de dignidad. Renjun se hizo el sorprendido. 

—Ya llegamos tarde director. 

— Vaya, debiste recordármelo antes. Por tu culpa siempre llego tarde a todos mis compromisos. Se lo tendré que decir a Ryujin a ver qué hacemos contigo. 

Subieron al coche y fueron a la sala de reuniones donde habían quedado. Jaemin se extrañó cuando vio que no había nadie. Pero sonrió. 

—Ya se han ido todos, normal, me has hecho llegar tan tarde. 

—Cuánto lo siento director— Renjun  también esbozó una sonrisa—. ¡Oh vaya! Pero qué torpe soy—dijo echándose una mano a la cabeza dramáticamente—, resulta que no era a las diez, sino a las once. Qué suerte ¿verdad? Parece ser que llegamos los primeros. 

—¿Qué has dicho?

— Na Jaemin  —un hombre barbudo seguido de otros dos le estrechó la mano a Jaemin antes de que pudiera reaccionar—. Llega usted temprano, quién lo diría. 

—Es que tiene un nuevo ayudante —dijo Renjun dándole la mano también—. A partir de ahora no volverá a llegar tarde, ¿verdad que no señor director?

—No... —dijo Jaemin con una falsa y forzada sonrisa. 

—Qué suerte tiene, Jaemin, bueno, entremos y comencemos con la reunión. Si no les importa. 

Jaemin miró con los ojos entornados a Renjun mientras ambos entraban en la sala. Renjun le devolvió con una sonrisa maliciosa, a sabiendas de que, había dado comienzo a una guerra. 

Cuando acabó la reunión se fueron al coche en silencio. Y una vez allí Jaemin dijo:

—¿Te crees muy listo?

—No sé de qué me estás hablando. 

—Ni se te ocurra hacerte el listillo conmigo —dijo Jaemin acercándose mucho a él.

—Ha sido un error, debí apuntar mal la hora. 

—Pues que no vuelva a ocurrir, puede que a la próxima el error te salga caro. 

—¿Me estás amenazando? 

—Te estoy advirtiendo. No juegues conmigo o acabarás despedido. En la calle. 

—Si no recuerdo mal, tú mismo me contrataste. Y Ryujin te advirtió que debes cargar conmigo. Si con cargar se refería a que hiciera tu trabajo más fácil. 

—No te pases de la raya, te lo advierto. 

—Si quieres me voy ahora mismo. Yo no tengo problema, pero me he liado un poco con la base de datos y puede que cambiara todos los nombres de sitio. Yo tengo anotado cómo solucionarlo, porque pensaba hacerlo en mi hora de comer, pero si quieres que me vaya... 

—La base de datos me da igual. 

—También he perdido la agenda, ya sabes, soy un empleado taaaan incompetente. Por suerte guardé una copia en mi cuenta personal, que es la que estoy usando. Te pasaría una copia al irme, peeeero, no quiero. 

—Ni la base de datos ni la agenda me importan. 

—¿Ah no? Bueno, entonces no habrá problema en que me vaya ahora mismo. 

—Ya estás tardando. 

Jaemin se cruzó de brazos. Renjun pidió al conductor que se detuviera y abrió la puerta. 

—Es una suerte que haya quedado con Ryujin esta tarde, así ya la pondré al tanto de mi dimisión. 

Jaemin frunció el ceño. Renjun puso un pie en la acera y Jaemin le sujetó el brazo. 

—Quieto ahí. 

Le cerró la puerta y ordenó al chófer que siguiera su camino. 

—Hoy comeré en mi despacho. No me molestes —dijo de morros.

Renjun se había salido con la suya (por ahora) . Porque estaba claro que Jaemin no lo iba a dejar pasar. No se iba a olvidar de eso fácilmente y Renjun lo sabía. Sabía que las cosas se iban a poner serias, pero estaba preparado. Si Jaemin era como un niño pequeño, Renjun sería como su profesor, y le enseñaría a comportarse, fuera como fuera. 

Odio A Mi Jefe (JaeJun) [ADAPTACIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora