30. ɴᴏ ǫᴜɪᴇʀᴏ

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Idiota, idiota, idiota, es un auténtico y un maldito idiota. ¿Cómo he podido ser tan tonto? ¿Cómo he podido pensar que lo nuestro podía salir bien? Solo me quería para una cosa. Solo hay que ver su actitud, está cabreado porque no se ha desahogado desde que lo dejamos.

No Renjun, claro que lo ha hecho. Seguro que ha vuelto a llamar a uno de sus contactos y se pasa las noches haciendo todo tipo de guarradas con cualquiera.

Renjun pataleó en la cama, puso la almohada en la cara y gritó hasta dejarse la garganta seca. Le dolía mucho el pecho. Esa forma de desahogarse no era suficiente. Se quedó tendido en la cama abrazando la almohada un rato.

Esa cama le parecía mucho más grande ahora. Acarició las sábanas justo en el hueco que quedaba a su lado. Se lo habían pasado muy bien ahí. Cuando se despertaba antes Jaemin solía estar babeando con la boca medio abierta y el pelo por delante de la cara. Y aún así estaba guapo el desgraciado.

Renjun volvió en sí y se levantó. Si continuaba acostado acabaría pensando en él. Decidió hacerse la cena, pero le faltaba algo. Cada vez que desviaba la mirada hacia la pequeña mesa de la sala le recorría una extraña sensación de angustia.

Terminó de cocer el arroz y de preparar algo de pollo, lo mezcló todo. Olía muy bien, pero no tenía apetito, se le había cerrado el estómago.

Eso es lo que quieres ¿no? Quieres que me sienta mal, que me sienta culpable y que vuelva contigo, pues no lo vas a conseguir.

Renjun se sentó a la mesa con su plato de arroz con pollo y comió como si fuera la persona más feliz del mundo, como si no pasara nada. Había leído en algún lado que si fingías ser feliz podías engañar a tu cerebro y hacerle creer que realmente estabas feliz.

Menuda sarta de mentiras.

Cuando terminó el plato se sentía peor. Ahora tenía el estómago revuelto. Tuvo que volver a la habitación y tumbarse en la cama, y en cuánto lo hizo volvió a acariciar inconscientemente ese lado vacío que antes no estaba ahí.

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—¿Seguro que quieres hacer esto?

Jaemin lo había hecho pasar a la habitación. Se había puesto a fumar un cigarrillo y no lo miraba a la cara. Por eso Chenle sabía que algo no andaba bien.

Estaba con su albornoz y recién duchado, estaba listo, como siempre. Jaemin lo había llamado a última hora, como siempre. Pero esta vez había algo raro. Jaemin solía sonreír o hacer algún chiste al verlo, pero apenas intercambiaron palabras.

Chenle se sentó al borde de la cama y se quitó la chaqueta. Jaemin continuaba fumando mientras miraba por la ventana.

—¿Qué te pasa? —preguntó Chenle.

—Lo que a mí me pase no es asunto tuyo. Desnúdate.

Chenle comenzó a quitarse la camisa.

—No me gusta hacerlo así, me das un poco de miedo.

Dio una larga calada al cigarrillo y lo ignoró. Su mente estaba en otro lado.

—Siento haberme ido así la última vez, supongo que no estarás pasando por una buena época.

Dejó la camisa en una silla y se acercó por detrás a Jaemin. Lo abrazó por la cintura y pegó la cara a su espalda.

—¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?

Jaemin apagó el cigarro en un cenicero que tenía al lado y le apartó las manos a Chenle. Luego caminó despacio hacia el otro lado de la habitación. Señaló la cama y Chenle volvió a sentarse al borde. A la espera de más órdenes.

Odio A Mi Jefe (JaeJun) [ADAPTACIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora