26. ɴᴇᴄᴇsɪᴛᴏ ᴄᴏᴍᴘʀᴏʙᴀʀʟᴏ

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No puede ser, no puede ser, no puede ser. ¿Qué he hecho? ¿Qué he hecho? Me he vuelto loco, loco de remate. No puede ser, es imposible. ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Cómo voy a mirarle a la cara?

Renjun había salido corriendo del apartamento de su jefe nada más despertarse a primera hora de la mañana. Se quitó con sumo cuidado el brazo fuerte y desnudo de Jaemin que le rodeaba la cintura, recogió su ropa y, con cierto dolor en su trasero, salió de ahí lo más discretamente que pudo.

Ahora estaba en su piso, agachado bajo la ducha limpiando su cuerpo de la noche anterior. Le dolía un poco al andar, le temblaban las piernas, se miró las manos y también le temblaban. El pulso le iba a cien. ¿Qué le estaba pasando?

No sabía cómo iba a hacer para ir a trabajar, no sabía si volver allí, no quería pensar en nada, no quería recordar esa noche. Pero... la recordaba, desgraciadamente la recordaba.

Recordaba el cuerpo de Jaemin sudoroso sobre el suyo, su expresión tierna, casi infantil, cuando le pidió que continuara. Sus labios carnosos y suaves, su lengua, su fuerte espalda y su...

¡No, no, no, no Renjun! Estás loco, te has vuelto loco. ¿Qué te está pasando? No te gustan los hombres, nunca te gustaron, la culpa es de ese degenerado que te confunde. ¡Eso es! Es todo cosa de ese Jaemin, algo me puso en la copa, algo me hizo. Tuvo que ser eso.

Ese mismo día tuvo que verlo en la oficina, no le quedaba más remedio, no se le ocurría ninguna buena excusa que dar para quedarse en casa y además era mejor arrancarse la tirita de golpe, quitárselo de encima cuanto antes y no volver a hablar del tema.

Llegó temprano, muy temprano, no fue capaz de volver a dormir, se preparó en un tiempo récord porque no podía dejar de pensar en lo que había hecho. Había sido demasiado intenso, había sido un error, una locura.

El ascensor sonó y Jaemin apareció igual que siempre. Con su traje caro perfectamente planchado y las manos en los bolsillos. Renjun agachó la mirada, no podía mirarlo.

Se saludaron como siempre y Jaemin entró en su despacho.

Como sospechaba, eso para él no había sido nada. Renjun apretó los puños. Sabía que Jaemin solía hacer este tipo de cosas, si no era con él sería con otro. No había significado absolutamente nada, para él era como ponerse los calcetines por las mañanas, algo normal y cotidiano, el sexo duro formaba parte de su vida.

El teléfono sonó.

—Despacho del director general Na.

—Ven a mi despacho, ahora.

Jaemin lo había llamado, como muchas otras veces. No solía molestarse en levantarse de la silla para llamarlo. Era demasiado soberbio y le gustaba demasiado el poder.

A Renjun ahora le importaba más bien poco, si quería fingir que no había pasado nada, él haría lo mismo. También podía hacerlo.

Entró al despacho, Jaemin cerró la puerta de golpe y lo acorraló contra ella. Le tiró de la corbata y hundió la nariz en su cuello.

—Esta mañana me has dejado solo. Me puse muy triste al despertarme y no verte allí conmigo. Quería que desayunásemos juntos.

Renjun lo empujó para apartarlo.

Odio A Mi Jefe (JaeJun) [ADAPTACIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora