15: Tengo tu correspondencia

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Y aquí estaba yo, de pie frente a su puerta

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Y aquí estaba yo, de pie frente a su puerta. Con mis manos sudadas y frías, viendo lo interesantes que eran mis zapatos.

¿Debía tocar?

Dentro de la bolsa trasera de mis jeans tenía la nota que había encontrado en mi puerta, pegada hace unos minutos.

“Hola, soy el nieto de Helena, del departamento 1B, tengo tu correspondencia. No estabas y lo recibí”

Claro que sé quién es. ¡Por Dios! Llevo semanas espiándolo en secreto por mi ventana.

En fin, soy Frank, tengo 31 años y soy editor, mi vida son los libros. Cada semana me llega un manuscrito nuevo el cual debo degustar y corregir tanto en redacción como gramática y ortograficamente, asimismo me corresponde escribir una reseña sobre el contenido.

Amo mi vida, es casi perfecta. Sin embargo odio a la mayoría de la gente, el ruido y todo lo que sea convivir con otro ser humano más de 15 minutos, meramente necesarios. Tengo un cómodo departamento, en el segundo piso de un antiguo edificio ubicado en la zona sur de la ciudad, en un barrio limpio y agradable.

Justo bajo el ventanal de mi sala-comedor se encuentra la florería de la señora Helena Lee, mi vecina. Cada mañana disfruto enormemente abrir el cristal para que pase el aire cargado del delicioso aroma de las flores que ella cuida y riega con tanta vocación. Esa era mi rutina mañanera, oler las flores mientras degustaba de mi café.

Pero hace casi tres semanas eso se vio interrumpido.

Ese día, como todos los días, levanté el seguro de mi ventana antes de deslizarlo hacia arriba, y justo ahí fue cuando lo vi por primera vez.

Una figura masculina, fina, de cabello oscuro; vestido sencillamente con unos jeans ajustados, una camisa blanca, tenis y el delantal con el logo del establecimiento de la señora Helena. Escuché una pequeña risa y un “ya voy abue” con una voz cantarina que, junto al olor de las flores, inundaron mi mente y me hicieron latir con rapidez el corazón.

Cuando él se giró, aún a la distancia, pude ver un par de ojos que se levantaron un poco y reaccionaron con sorpresa al verme. Una sonrisa y un saludo con su mano, y parecía que todo el universo había conspirado en mí contra. Los rayos de sol brillaban tenues sobre su cabello, su sonrisa cálida, mis manos aferradas a mi taza y mi corazón saltando como un pequeño conejo.

No sé qué pasó, jamás he creído en el destino ni esas cosas. Pero aquí estoy, tres semanas después de haber visto a ese ser a lo lejos. Más nervioso que nunca en mi vida, debatiéndome en si tocar o no la puerta. Y es que no es para menos, desde aquella vez me había dedicado a buscarlo con la mirada por las mañanas, y escondido por las cortinas disfrutaba oírlo hablar con los compradores que recibía en la florería.

Cada vez que lo oía reír, yo sonreía sin querer.

Al poco tiempo me di cuenta de que el protagonista del libro que ahora tenía que leer, un joven aventurero que viajaba por el mundo buscando el amor, tenía toda la facha de mi vecino, al menos en mi mente. Me deleitaba página tras página imaginándolo caminando por las calles de Vietnam, cargado con su mochila, su sonrisa y su cabello negro, mientras yo seguía pasando hojas con una sonrisa boba perdida en mi cara, escuchando a lo lejos el murmullo de los compradores de flores.

FRERARDTOBER 2021Where stories live. Discover now