37: Una pérdida invaluable

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Existe un solo tema en el mundo, del cual siempre trato de escapar

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Existe un solo tema en el mundo, del cual siempre trato de escapar. No me importa con quién esté hablando, su sola mención me pone los vellos de gallina.

La muerte. La despedida final.

Todos se empecinan en hablar de ella, en los libros, en las canciones, en las películas, a donde sea que mires ahí hay alguna señal.

No entiendo cual es el capricho de nombrarla a cada momento, incluso en los espacios que tratan de brindar un poco de paz y satisfacción. Me niego a aceptarla y sé que es demasiado tonto de mi parte, porqué también sé que la muerte es algo que todos tenemos asegurados desde el momento de nacer.

Creo que es porque he experimentado un par de perdidas dolorosas en mi vida que odio tanto hablar de ella. Mi abuelo fue una víctima, mi pequeño bebé que estaba en el vientre de mi esposo, ver sus ojos llenos de lágrimas y la forma en que lloraba me desgarró más el alma. Deben ser esos los mayores motivos por los que lo evito, me causa rechazo incluso decirlo en voz alta, siento que si lo hago, la atraigo.

Pero ahora, en este preciso momento, deseo no ser yo él que esté en este lugar. Soy egoísta porque me niego a dejar partir a un miembro tan importante de mi familia, a pesar de que está en su agonía. No quiero que nos deje con este vacío profundo, no quiero que mis hijos lloren y sufran por culpa del velo inevitable que quiere arrancar a Lois de nuestro lado.

—Lo siento señor Way —dice la veterinaria y me obliga a levantar mi rostro—. No hay nada que pueda hacer, sus intestinos volvieron a fallar y esta vez ya no se puede volver a operar...

Siento que un nudo se forma en mi garganta, quiero gritar y no puedo. Siento que muchas agujas se ensartan en mi corazón y no permite más que sollozar frente a ella. Es la segunda vez que estamos en la clínica veterinaria a estas horas de la noche, la primera fue hace unas semanas cuando Lois se sintió mal y se quejaba de dolor, la traje y pidieron intervenir a tiempo, pero ahora, parece que no hay más salida.

—Lo siento mucho —escuchó que ella vuelve a decir y sostiene mi hombro, mientras yo, lo único que puedo hacer es sostener su pata y acariciar su cabecita—. No le queda mucho tiempo, le aconsejo que vayan a casa y la acompañen en sus últimos minutos.

Mordí mis labios con fuerza y simplemente asentí. Un par de sus estudiantes me ayudaron a llevarla hasta el auto, con mucho cuidado de no lastimarla la acomodaron en la cajuela. Había doblado los asientos hacia adelante y mis hijos habían colocado un par de mantas ahí para que estuviese cómoda.

Le acaricié su cabeza mientras lágrimas incontrolables salen de mis ojos, cual río caudaloso y le ayudó a cerrar sus ojitos un rato mientras llegamos a casa. Soup se pondrá tan triste al verla, al igual que todos nosotros.

—Bebé —digo después del primer timbre, mi esposo ha contestado rápidamente.

—¿Qué pasó, Gee? Los niños y yo estamos despiertos, esperando.

FRERARDTOBER 2021Where stories live. Discover now