La enorme casa de tres pisos se veía imponente. Tenía un estilo moderno, con una puerta de madera más grande de lo normal, la altura entre los techos era distinta y tenía algunos acabados en piedra; el camino para llegar hasta la puerta principal era algo extenso y los ventanales dejaban una idea de lo que había dentro. Aunque claro, nadie vería nada, pues la casa estaba rodeada con muros de un tamaño promedio y resguardada con un portón a electricidad.
El universitario, Frank Iero, se sintió más pequeño de lo que realmente era. Todo parecía demasiado lujoso, iniciando por el auto del que acababa de bajar, hasta su acompañante. Una casa como esa era la que su madre limpiaba todos los días para poder pagar en la que vivían.
Arthur abrió la puerta y lo dejó pasar antes de él. Entró abrazando un poco el pequeño maletín que llevaba consigo mientras sus ojos veían la vivienda por dentro.
—Ven, seguro papá está aquí. Hoy vendría a comer. Siéntate, lo buscaré a él y a Gerard. —Frank asintió. Caminó hasta la sala y se sentó en la esquina del sofá. Vio a una de las muchachas llegar y después la escuchó ofrecerle algo para beber.
—Agua está bien —respondió con amabilidad y una sonrisa. Vio a Arthur aparecer y sentarse su lado.
—Ya vienen, espera —aclaró—. ¡Gerard, ven ya! —gritó.
Gerard en su habitación bufó sin ánimos al escuchar a su hermano llamarle por tercera vez. Si no era algo importante se encargaría de vengarse. Sabía que ese día llevaría a su mencionado novio a la casa para que lo conocieran, pero no era para tanto. Se quitó los audífonos y se levantó de su cama
—¡Gerard! —volvió a escuchar.
—¡Ya, ya voy! —gritó saliendo de la habitación bajando con mala cara las escaleras hasta la sala de la casa. Su padre ya estaba ahí, Arthur y al parecer... su novio.
—Vaya, hasta que te dignas —comentó Donald cuando lo vio aparecer. Rodó los ojos.
—Hola a ti también papá —contestó sentándose en el sofá—. ¿Y bien? ¿Viene la reina o por qué el escándalo?
—Les quiero presentar a mi novio, Gerard —contestó Arthur. Se giró y tomó la mano del castaño halando despacio a su lado—. Papá, Gerard, él es Frank. Frankie ellos son, Donald, mi padre y mi hermano gemelo Gerard.
—Es un gusto señor —saludó tímidamente el menor extendiendo su mano hacia Donald.
El hombre era bastante parecido a los dos hermanos gemelos y ciertamente se veía algo intimidante. Gerard observó con una sonrisa de lado al más bajó cuando le extendió la mano.
—¿Al menos es legal, verdad Arthur? —comentó.
Su hermano lo vio mal y el chico con tatuajes apenado. Frank estaba consiente de que no parecía precisamente mayor, pero tampoco un niño.
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FRERARDTOBER 2021
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