4° Idiota Sexy

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Cuando el auto se detiene frente al hotel salgo echa una furia cerrando de un portazo su perfecto auto negro sin importarme una mierda si se molesta o no.
Tambaleándome por el alcohol entro al elevador presionando el botón de mi piso aliviada por no tener que seguir viéndolela cara pero... Adrix logra entrar antes de que las puertas se cierran colocando su mano entre las puertas y abriéndose paso a mi lado. Por un momento la idea de salir y subir las escaleras se me cruza por la mente pero en mi estado es muy probable que me doble el tobillo y me fracture algo más, así que me cruzo de brazos y presiono mi espalda contra la fría pared del elevador.

— Deberías quitarte esos tacones antes de que te mates —dice para romper el silencio pero lo ignoro.— hacer la ley del hielo es algo muy infantil, ¿no crees? — insiste en hablar pero me niego a responderle.

Las puertas se abren y me apresuro a salir rápido dele pequeño elevador y camino directo hacia mi puerta. Puedo escuchar los pasos firmes de Adrix siguiéndome pero me niego a voltear y verlo porque me conozco y se que probablemente le lance mi bolso por la cabeza.

Saco la tarjeta de mi bolso, la meto en la cerradura, y en cuanto escucho el click la empujo y entro pero no soy lo suficientemente rápida como para impedir que el imbecil italiano se abra paso hacia el interior sin invitación.

— ¿Que haces? — espeto furiosa pero parece no importarle porque en lugar de salir, cierra la puerta tras el —Sal de aquí.— demando

— No sin que me escuches — se cruza de brazos adoptando mi misma actitud.

— Sal de aquí. — gruño furiosa — No tengo nada que escuchar, ya todo me quedó claro durante el viaje de vuelta al hotel.

— Te equivocas, aún debes escucharme — asegura y da un par de pasos hacia mi

— ¿que vas a decir? ¿Lo siento por arruinar tu noche de sexo casual? — A este punto del partido y con tanto alcohol en mi sistema, me da igual lo que digo, si él quiere creer que soy una zorra pues que lo crea, me da igual.

—¿Quieres dejar de decir sandeces? — brama como si le hirviera la sangre escuchar mis palabras

— ¿Y tu quieres dejar de ser un cavernicola? —lo ataco —Actúas como si me odiaras — suelto recordando el momento exacto en que nos presentaron — después como si disfrutaras de verme molesta — las imágenes de la reunión llegan a mi mente — Y después como si realmente quisieras que seamos amigos — escupo — ¿A que carajo estas jugando?, porque no tengo tiempo para intentar averiguar tus actitudes bipolares que me dan dolor de cabeza y...

— Me atraes — Los demas insultos se quedan atrapados en mi garganta en el momento exacto en que lo escucho decir aquellas palabras. Su expresión es sería y sus ojos se han oscurecido un poco, provocando que algo dentro de mi se remueva.

— Que estupidez — resoplo con nerviosismo con la esperanza de que me diga en la cara que me está tomando el pelo — sal de aquí — ordeno — tu ni siquiera me conoces

— Pero quiero —dice dando otro paso hacia mi —Te vi hace un par de meses cuando fui a Nueva York — confiesa y lo miro confundida.

—¿De que hablas? — arrugo las cejas

—Te vi en nueva York en aquel puesto de hot dog's, peleando con el dueño porque te puso pepinillos cuando claramente le habías dicho que eras alérgica — responde y un pequeño flash de aquel día me golpea.
Había tenido una semana de perros, a Lexa y a mi nos habían echado de nuestro anterior departamento sin justificación, esa noche ambas dormimos en el jeep. Y justo un día antes de ese incidente con el señor de los hotdogs, me habían enviado un nuevo aviso sobre mi adeudo con el banco ya que había pedido prestado para terminar mi carrera universitaria, mis Padres apenas y se mantienen así que yo tuve que buscar la manera de pagar mi universidad. Trabajé lo más que pude durante la carrera, para poder pagar mi certificado y titulo profesional, pero tuve que pedir prestado al banco. Mi nivel de estrés y ansiedad en esos momentos estaba al límite, sabía que tarde o temprano explotaría, solo que nunca creí que lo haría contra un pobre señor que sólo cometió el error de poner pepinillos en el hotdog de una bomba a punto de estallar. Repito esa escena en mi cabeza una vez más y no recuerdo haberlo visto — desde ese momento me dejaste intrigado — agrega — me sentí atraído a ti como si fuera un maldito Iman, no se ni siquiera porque razón, ni por que tu...después me enteré que trabajabas para mi mejor amigo — explica frustrado —estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de poder hablar contigo, de acercarme a ti —dice dejándome anonadada —ha nacido la maldita necesidad de que me mires de la misma manera en que miras a William, No se porque, no puedo dar una razón lógica para eso, solo lo quiero — mi corazón se hunde. El sabe que estoy enamorada de William. — se que te gusta. Pero aún así no me di por vencido... no soy alguien que acepta un no como primera respuesta, necesitaba tenerte cerca, necesitaba estar en el mismo lugar que tu, respirar el mismo aire que tu, así que le di la idea a William de que vinieras con él a Italia.

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