Capítulo 24

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Capítulo 24: una navidad perfecta.

Shayra

Papá no estuvo muy convencido de dejarme ir después de la cena, pero después de una extensa llamada que tuvo con mamá -y que no era necesaria, por supuesto- me dejó ir. Adonis pasó a buscarme a eso de las once y cuando llegamos a su apartamento, Danis nos esperaba con una copa de vino, asegurando que habían muchas otras en la cocina.

Lucían hermosos, Danis llevaba una camisa roja con los primeros botones sueltos y el cabello oscuro peinado hacia atrás, pero mi atención se la llevo el Adonis que me observaba de pies a cabeza dándome un repaso que le devolví. Lucía una camisa blanca «que raro» mi subconsciente ironizó. Al igual que su hermano, los dos primeros botones estaban sueltos y las mangas dobladas hasta sus codos. Si cabello iba sin fijador, dándole ese toque despreocupado y sus pantalones de vestir a la medida, resaltando sus glúteos. Perfecto.

—¿Terminaste?

Y como últimamente andaba un poco más descarada, curve mi boca hacia abajo con indiferencia.

—Espera un momento —lo miré detalladamente hasta llegar a sus labios—. Listo.

Él rió y me abrazó, pasando sus manos por mi cintura.

—Hoy luces más radiante que de costumbre —me dio un beso en la frente.

—Como una estrella, ¿cierto? —presumí.

—No, tú eres el sol. Nunca lo olvides.

Con mis manos en su nuca lo atraje hacia mi para darle un beso corto que se hubiese extendido un poco más de no haber sido por el resoplido de Danis.

—Creo que me dará diabetes si paso un segundo más con ustedes.

—Entonces vete —respondió Adonis, rompiendo nuestra burbuja.

—Gracias por elegirme ante todo, hermano —espetó con sarcasmo.

Adonis rodó los ojos y yo reí en el momento exacto en que el timbre sonó. Me dirigí hacia la puerta y detrás de ella se encontraban mis dos mejores amigos.

—¡Buenaas! —Annie parecía feliz—. Traje un ponche de crema y aquí están mis regalos.

Me colocó las bolsas sobre el pecho y no me dio tiempo de responder cuando ya se había adentrado, pasándome por un lado.

—Lo siento, tuve que traerlo —masculló Asher con pesar.

—¿Qué tonto se disculpa por traerles tan maravillosa presencia? —se halagó Ansel detrás de su hermano.

—Hola, no se preocupen, hay comida para todos —dije, recordando toda la comida que hizo Danis—. Aunque ya hemos cenado en nuestras casas. Pasen.

Los dos entraron y yo me entusiasmé repartiendo los gorritos navideños que según Adonis, no usaríamos. Todos lo aceptaron, excepto él.

—¡Pontelo! —le exigí.

—No quiero verme ridículo.

Renunciando a todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora