Capítulo 2

69 49 32
                                    

Capítulo 2: ¿Hasta la próxima casualidad?

Shayra


Pasamos de estar súper emocionadas, a estar mas decepcionadas que cuando me enteré a los siete años, de que todos nos íbamos a morir alguna vez.

A las tres, emprendía camino hacia la plaza junto a Annie, -algunos días mas tarde por cuestión de estudio-. Fueron dos semanas, el primer día al igual que los otros cinco, íbamos con una sonrisa en la cara, sonrisa que fue disminuyendo cuando me di cuenta de que cumplimos la primera semana sin ver rastro de aquel chico al que me gustaba llamar Adonis.

Después de la segunda semana, me rendí. Era obvio que no lo volvería a ver, tenia todas las posibilidades de conocer a alguien más, después de todo, a penas tenía dieciocho años. Pero, ¿por qué seguía pensando en él? era extraño, no fue el típico amor a primera vista, porque lo que sentí cuando lo vi, fue curiosidad.

Una curiosidad inmensa, y aunque su mirada fue tan neutra, había algo que me ínsito a seguirlo. Era como si quería descubrirlo, como si sintiera la necesidad de conocerlo. Lo comprendí a la tercera semana. Yo no buscaba a ese chico porque quería conquistarlo, como decía Annie. Yo solo quería dar con él y darle mi apoyo, no sabía que le pasaba, pero ¿es normal qué sigas a alguien que te sigue? no. Eso solo fue un grito de ayuda, un asomo de asombro en esa máscara inexpresiva. Yo quería descubrir al verdadero yo de ese ser. Pero no lo encontraba...

O tal vez ya me estaba volviendo loca.

Los auriculares en mis manos quedaron suspendidos en el aire cuando escuché el grito de mamá:

—¡¿Quién va a comer?!

Por alguna tierna razón siempre lo preguntaba, aunque ya estuviera la comida servida, solo quería escuchar mi voz al responder, como si siguiera siendo una niña.

—¡Yo! — grité y me apresuré a bajar al comedor.

Solo éramos nosotras dos en esa mesa de cuatro. Papá se fue cuando tenía diez años. No hablo de que se fue de mi vida, simplemente se divorció de mamá. Ahora vivía en otra casa, con mi madrastra y mi pequeño hermanastro, aún así, lo visitaba seguido. La otra silla, nunca estuvo ocupada.

—¿Cómo van las clases? —preguntó después de un rato.

Mastique con lentitud, porque siempre fui lenta comiendo, era desesperante, según todos. 

—Bien. Término medio.

Y es que sí, en clases, nunca fui de sacar las notas espléndidas dignas de un cuadro de honor. Estaba a la mitad, entre el bien y el mal. A mamá no le molestaba.

Una nota no define inteligencia, hija. Era su frase. Por otro lado, papá botaba humo por las orejas cada que no lograba sacar buenas notas.

Engullí mi comida escuchándola parlotear sobre la muerte de un personaje de su telenovela. Terminamos y la ayudé a lavar los trastes, a hacer deberes y al cabo de dos horas aproximadamente me encaminé a casa de Asher, éramos amigos desde hace años.

Me fui calle abajo saludando a todo aquel que conocía del barrio. La casa de Asher quedaba algo lejos, a diferencia de la de Annie, que solo quedaba a un par de cuadras. Así que me dirigí a la parada a esperar el siguiente bus. Tardó al menos veinte minutos. Subí y me senté en la hilera de asientos que estaba a mi izquierda, junto a la ventana. Estaba solo a tres cuadras de la parada en la que debía bajar, cuando mis ojos captaron el momento.

Renunciando a todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora