12. Gusu

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Para sorpresa de Zhan, el auto de Yibo salió de la ciudad siguiendo un camino de frondosos bosques y clima húmedo y frío, pero no hizo ninguna pregunta o comentario, la mayor parte del tiempo miraba por la ventana y de vez en cuando miraba a Yibo que mantenía los ojos pegados en el camino. Había puesto a reproducir una lista de música que sonaba tranquila y relajante, distinguió una flauta y un guquin a dúo y sonaba realmente bien.

Durante el camino escribió un largo correo a Ziyi explicándole lo que había pasado, que se encontraba mejor y por fin había decidido pedir ayuda encargándole la oficina y que cuando se sintiera mejor, cuando estuviera repuesto regresaría. Después de eso apagó el celular y se dedicó a observar el paisaje.

Pasaron por un pueblo donde el menor lo hizo bajar para tomar alimentos y comprar algunas cosas.

Yibo notó que Zhan buscaba su mano todo el tiempo, apenas si lo miraba al rostro pero sostenerlo con los dedos entrelazados parecía ser suficiente para el pelinegro. Después de cargar con varias bolsas con ropa, alimentos y demás cosas necesarias regresaron al auto para adentrarse a una zona cada vez menos poblada hasta que el auto se detuvo frente a una pequeña casa rodeada de bosque con un letrero justo arriba de la puerta.

-¿Gusu?- preguntó Zhan.

-Es una casa de retiro de mi familia- respondió Yibo – Aquí nadie nos molestará.

Zhan cargó con algunas bolsas y siguió al menor al interior. Todo era color blanco y azul, muebles apenas los necesarios, pero muy acogedor. Sonrió con tristeza, pues el blanco y azul eran los colores favoritos de Fan y pensó que aquel lugar le hubiera encantado a su hermano.

-Ve a bañarte mientras acomodo todo esto- instruyó el menor señalándole la puerta en un pasillo después de mostrarle una recamara, sencilla pero suficiente para vivir ahí.

-¿Cuál es tu habitación?- preguntó Zhan con voz un poco ronca, dado el tiempo que había permanecido en silencio.

Yibo señaló una puerta frente a la suya. Zhan se mordió el labio mirando aquella puerta apretando entre sus manos las bolsas que contenían la ropa que había comprado para sí.

-¿Quieres dormir conmigo?.- preguntó el castaño mirando el rostro de Zhan.

El pelinegro bajó la mirada un poco avergonzado asintiendo levemente. Yibo lo tomó de la mandíbula levantando su rostro besándolo lentamente, pero Zhan no quería eso, dejó caer las cosas que llevaba en las manos para tomarlo del cuello y profundizar el beso, introdujo su lengua con necesidad empujándolo a aquella puerta.

Yibo lo alzó de la cintura haciendo a Zhan trepársele como Koala sin dejar de besarlo. Lentamente lo depositó sobre la mullida cama acomodándose entre sus piernas comenzando a devorar su cuello.

Impaciente, Zhan se quitó rápido la playera y sus manos intentaron abrir los jeans de Yibo quien detuvo sus manos, suave pero firme. - No creo que sea conveniente esforzar tu cuerpo, aún estás convaleciente- le susurró en el oído con la respiración un poco alterada.

-Entonces ¿por qué no me alejaste? - preguntó un tanto molesto por haberle seguido la corriente hasta excitarlo.

-Porque no quiero alejarte- respondió Yibo besando su clavícula, mordiéndole levemente el hombro haciéndolo jadear.

-Sólo juegas conmigo- Zhan enredó sus dedos en la sedosa cabellera de Yibo.

-Ese es el plan- contestó con una pequeña sonrisa. Entonces comenzó a desabrocharle los pantalones sintiendo el bulto dentro de estos.

Acarició el falo que terminó de endurecerse al instante mientras que Zhan jadeaba y se retorcía ante el toque. Yibo terminó por fin metiéndolo en su boca succionándolo con entusiasmo al escuchar los gemidos de éxtasis del mayor hasta que logró que se corriera.

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Zhan acababa de terminar de cenar, estaban viendo televisión en el sofá cuando se levantó pretextando tener sed. Después de diez minutos Yibo decidió ir a buscarlo encontrando al pelinegro buscando frenéticamente por toda la cocina. Cajones abiertos, gavetas sin cerrar, cosas esparcidas en el piso y él inclinado al fondo de un estante.

-¿Qué haces?- preguntó Yibo con el ceño fruncido.

-Necesito mis medicamentos contra la ansiedad, un cigarro, quizá licor- habló rápidamente sin dejar de moverse.

-No hay nada de eso aquí- respondió Yibo tranquilamente acercándose a levantar el desastre.

Zhan se detuvo y giró lentamente como si quisiera asegurarse de que Yibo no le mentía.

-¡Es una jodida broma!- gruñó lanzando un paquete de hierbas a la mesa regando su contenido.

-No lo es- respondió el joven con voz llena de paciencia.

-Esto no va a funcionar- sentenció Zhan dirigiéndose a la sala a toda prisa – Yo no puedo estar así, sabes bien que sufro de ansiedad y ataques de pánico. Te lo dije en el pueblo, necesito medicina o litros de licor – tomó las llaves de auto, pero Yibo ya lo esperaba en la puerta.

-No vas a salir- explicó – la idea es que te desintoxiques de todo lo que has estado consumiendo. Alejarte de todo eso que te ha estado dañando y por poco te cuesta la vida.

-No, tu no lo entiendes – dijo tratando de girar el pomo, pero Yibo ya lo había sujetado de las muñecas – yo no puedo estar así, sin nada.

Como si probara sus palabras, su respiración comenzó a alterarse ante la sola idea de que tendría que estar en sus cinco sentidos durante su estadía en aquella choza.

-Yo... no puedo- comenzó a hiperventilar apretando los puños y sudando frío. Cerró los ojos esperando a que el oxigeno le faltara sintiendo su corazón golpear fuertemente sus costillas. Comenzó a jadear en busca de aire y su cuerpo temblaba y luego... todo se detuvo.

Yibo lo tenía bien rodeado, en un abrazo fuerte que le dificultaba respirar adecuadamente pero que evitó la hiperventilación. Automáticamente hundió su rostro en el cuello de este deseando estar así hasta el final de sus días.

-Vamos, te haré un té- le dijo el castaño justo en su oído dejando que su aliento chocara contra su piel.

-Esto no va a funcionar- repitió Zhan sin moverse ni un centímetro – no puedes abrazarme cada vez que un ataque comience. ¿Qué pasará cuando tengamos que volver a nuestras vidas?

-No me importaría sostenerte entre mis brazos para siempre- le aseguró acomodando unos mechones de su frente.

Zhan lo miró y no pudo evitar sonreír un poco imaginándose una vida dónde lo tuviera para sí mismo hasta el final de sus días.

Bailarín de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora