3. Después de YiCity

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La mañana llegó. Wang Yibo se sintió mareado al abrir los ojos apenas recordando lo que había pasado. Estaba en una habitación desconocida, completamente desnudo cubierto por una fina sabana. Se sentó aún con una sensación extraña en su cuerpo, su ropa estaba extendida sobre los muebles del lugar.

Le tomó unos minutos controlar su cuerpo, imágenes confusas inundaron su mente y con esfuerzo buscó sus pantalones. Tanteó los bolsillos en busca de su cartera y celular, todo estaba ahí, aunque revisó su cartera por si acaso, el contenido estaba intacto, pero también notó un pequeño trozo de papel sobresaliendo de ella, lo tomó entre sus dedos temblorosos, parpadeó un par de veces pues no podía enfocar bien su vista.

Medianoche

Yunmeng

7 días.

Era una cita. Su corazón bombeó con fuerza, estaba sufriendo una taquicardia. Sudor frío recorrió su espalda y temió algún efecto de la droga. Volvió a sentarse en la cama, cuando se giró a la mesilla había un vaso con agua y un par de pequeñas píldoras rojas con otra pequeña nota "Tómame" y sin pensarlo simplemente lo hizo sin preocuparse de qué cosa era aquello o si le ayudaría.

En unos minutos comenzó a sentirse mejor, su corazón se estabilizaba y su visión se fue aclarando, incluso el mareo comenzaba a desaparecer dejando apenas un leve dolor de cabeza. Volvió a leer el papel esperanzado y muy confundido.

La cordura estaba regresando a su mente y se dirigió al baño a tomar una ducha tratando de recordar lo que había sucedido exactamente, pero era inútil, la noche anterior, después de que había besado al Bailarín de medianoche en el callejón parecía un sueño, confuso e inconexo. Había bastantes lagunas de lo que había ocurrido, pero algo era muy claro, lo volvería a ver en siete días y eso bastó para salir del lugar un poco despejado aún con sus ropas húmedas.

Al salir del hotel preguntó por los datos de la persona que había alquilado la habitación, pero no había registro alguno, el pago había sido en efectivo y cubría la habitación por 24 horas, sin otro dato abandonó el lugar percatándose de que estaba muy cerca de YiCity. Tomó un taxi a su departamento sin saber exactamente cómo sentirse al respecto o cómo reaccionar. Todo había sido como un sueño, desde que había visto al ojigris bailar hasta el momento en que despertó en el hotel.

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-¿Y bien?- cuestionó Jiyang en cuanto el estudio quedó vacío -¿qué pudiste averiguar?, ¿habló contigo?

-Nada- dijo secamente.

Yang esperó un momento a que continuara, pero no salió otra palabra de los labios de Wang Yibo que se dejó caer en el suelo de madera del estudio con el sudor sobre su rostro bebiendo de su botella de agua.

-Vi el vídeo, sé que eres tú bailando con él, no me digas que ni siquiera su nombre pudiste sacarle – le reclamó.

-Nada – repitió Yibo igualmente de sorprendido. Habían follado, pero sin dirigirse una sola palabra. Conocía exactamente a qué sabían sus labios, lo suave de su piel al tacto, lo sensibles que eran sus pezones, lo estrecha y fantástica que era su cavidad al presionar su falo cuando lo embestía y el tono exacto del gemido cuando se corría, pero fuera de eso, nada.

Tan sólo de recordar lo poco que podía sentía su temperatura elevarse y de no estar agotado por el duro ensayo de seguro ya estaría duro como una piedra.

-De acuerdo. – dijo Yang después de unos minutos examinado el comportamiento del castaño sabiendo que, si bien no le estaba mintiendo, también dedujo que no les estaba contando todo lo que había pasado entre los dos – Por lo menos permitió que te acercaras un poco, quizá para la próxima ocasión tengas más suerte.

-¿Porqué el?- pregunto de pronto Yibo. Si bien Jiyang le había dicho que lo quería incluir dentro de la plantilla de la compañía, también sabía que era totalmente inexplicable el deseo de su director. Ellos no necesitaban la fama del Bailarín de Medianoche y aunque sus movimientos eran fluidos y hermosos, también era consciente que pertenecían a un estilo más bien libre y no a aquello que suele buscar una compañía de renombre como la suya. Contaban con una larga lista de aspirantes más que capaces para ocupar cualquier vacante que, de hecho, no existía en ese momento.

La mirada se le oscureció a Yang enfocando distraídamente el gran espejo que cubría toda una pared del estudio, pero no veía su reflejo, sus ojos se habían perdido en viejos recuerdos. – Sólo intenta acercarte, saber su nombre nos daría ventaja sobre los demás- dijo dando media vuelta para salir del estudio dejando a Yibo con más interrogantes que respuestas.

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Aún no entendía porqué lo había hecho. Jamás había permitido a alguien acercarse tanto. Él mismo jamás se había acercado tanto.

Xiao Zhan, al salir del hotel donde dejó dormido al apuesto castaño subió a su moto sin una dirección fija. El frío era apenas soportable, podía sentir su piel congelada e incluso juraría que sus labios estaban azules. Sus manos apenas si respondían sus órdenes, estaban casi entumecidas, pero a él no podía importarle menos. En cuanto el castaño había tocado su piel algo dentro de él se revolvió, de pronto todo tomó color, todo se sentía aún más intensamente, como si el toque del castaño lo hubiera despertado de su letargo y eso no era precisamente algo bueno. Sí, había sentido una calidez nacer en su interior, pero aquello no hizo más que recordarle que era una pieza de hielo viviente.

Sin saber cómo, se encontró en la entrada de su edificio, apenas si logró bajar de la moto con movimientos torpes. La pesada maquina cayó, pero por suerte no lo atrapó y sin importarle nada se dirigió a su habitación. La ropa que usaba aún estaba húmeda y helada, tampoco la cambió. Simplemente se dejó caer en su cama, tomó un par de píldoras y esperó a que le hicieran efecto. Quizá con un poco de suerte esta vez le diera una pulmonía. De pronto evocó al castaño y una punzada en su corazón le recordó la cita que él mismo había acordado.

La cabeza comenzó a darle vueltas. Al final no era obligatorio que en realidad se presentara a aquella cita, ¿no? Aquel sujeto no era nada suyo. No le debía nada. Entonces lo sintió otra vez, la sensación de un nuevo ataque de ansiedad se gestaba en su interior, afortunadamente la droga ya estaba haciendo efecto. De pronto ya no estaba en su habitación. Melodías inconexas elevaban su cuerpo llevándolo lejos, ahí donde no podía pensar ni recordar, era justo donde quería estar. Con esperanza de que quizá esta vez ya no despertaría.

Bailarín de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora