Taehyung, Jimin y Seokjin han sido amigos inseparables desde la secundaria. Hoy, a sus 35 años, son tres hombres desilusionados, atrapados en vidas desastrosas e infelices. La noche en que están a punto de cometer el mayor error de sus vidas, ocurre...
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Una solitaria noche, en el puente Dongjak de Seúl —también conocido como el puente de la vida— se convirtió en el escenario de un fatídico momento. La noche era fría, y el viento helado golpeaba el puente con fuerza. Frente a ellos, el agua oscura se extendía como un manto que se preparaba para recibirlos. Tres figuras solitarias, distantes entre sí, se perfilaban en el puente. Las luces de la ciudad parpadeaban a lo lejos, casi indiferentes, como si ni siquiera notaran su presencia.
Jimin se apoyó en la baranda, su cuerpo estaba rígido como si el frío lo hubiera transformado en piedra. Sus ojos, vacíos y fijos en el abismo del río, ya no reflejaban nada; ni esperanza, ni arrepentimiento. Solo un vacío profundo, como si se hubiera perdido a sí mismo en la oscuridad.
Seokjin, a unos pasos de distancia, apenas parecía respirar, su figura rígida y quieta era un contraste inquietante con el viento que ondeaba su abrigo. Algo en su postura mostraba una determinación silenciosa, una fuerza que parecía desgastarse con cada segundo que pasaba.
Y entonces, estaba Taehyung, parado al borde, mirando el vacío. Una sombra de incertidumbre cruzó por su rostro, apenas perceptible bajo la luz tenue, como si dudara entre un paso más o un suspiro.
Ninguno de los tres se miraba, y sin embargo, una corriente invisible los unía. El silencio se extendía entre ellos, no vacío, sino lleno de algo inquebrantable, un hilo de dolor compartido aunque desconocido. Tal vez, si alguien los viera desde lejos, creería que habían llegado hasta allí buscando lo mismo, aunque sus caminos fuesen tan distintos.
—Parece que el final de uno es también el final de todos.
Seokjin dejó escapar una risa amarga, una que carecía de humor o de alivio.
—Quizás… quizás sea lo mejor. No sé si podría soportarlo solo. Estamos en esto juntos, ¿verdad?
Taehyung miró al vacío, intentando entender si escuchar esas palabras le daba algún consuelo o lo hundía aún más. Ahí estaban, compartiendo una última pregunta: ¿habían llegado a este puente porque querían terminar, o porque aún buscaban, sin saberlo, una razón para quedarse?
¿Era este el final que realmente querían?
—¿Creen que Sae Byeok sentirá mi ausencia?
Jimin suspiró, con la mirada perdida en la oscuridad. —No lo hará… Nadie siente nuestra ausencia, ni siquiera aquellos que dicen amarnos.
Taehyung, tambaleante por el alcohol, levantó la mirada hacia sus amigos. —¿Están listos, chicos? —preguntó con una voz temblorosa, pero decidida.
