Epílogo

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Madrid, España.

Varios años después

Me encontraba en el balcón del departamento. Eran finales de verano y se sentía una brisa fresca, la cual nos avisaba el cambio de estación. Mandaba unos correos desde mi computadora a mi asistente quien estaba en la oficina. Cuando Lucía se fue de la dirección de La Revista a otra del mismo grupo me mandaron a traer de México para que yo ocupara su lugar. De eso hacía dos años, duré 3 años viviendo en la Ciudad de México dirigiendo la versión mexicana.

Terminé, cerré la laptop y la metí en el bolso. Pasé al departamento y observé el desastre que era. Había cajas y maletas por todos lados. Era la parte mala de las mudanzas.

Entré al baño y saqué una prueba de embarazo de mi maletín. La realicé y esperé sentada en la taza del baño. Pasaron los minutos y miré el resultado. A mi mente vino la primera vez que me realicé una, tenía 19 años y estaba con Gonzalo.

Estaba en el baño del hotel, tenía días sintiéndome mareada y llevaba varios días de retraso. Decidí hacerme una prueba de embarazo casera. Me sentía bastante nerviosa, como para ver el resultado, así que la dejé ahí por unos quince minutos, hasta que me armé de valor y la vi.

— ¡Mierda! —expresé en voz alta. Y agradecí en ese momento que Gonzalo no estuviera en la habitación. Tomé la prueba, la metí en una bolsa, envuelta en papel higiénico. Salí de la habitación y la tiré en un bote de basura externo.

Cuando regresé, ya estaba Gonzalo. Sonrió al verme

— ¿Dónde estabas?

—Sólo salí para ver por última vez el paisaje

Él rió

—No te preocupes, regresaremos pronto. A comprar cosas para nuestra casa e hijos.

Sonreí al pensar en nuestro futuro juntos. Uno que nunca se cumpliría gracias al destino, que tenía que otros planes para mí.

Estando en el hospital, mi abuela fue a verme, me preguntó si sabía que estaba embarazada, respondí de manera afirmativa. Tenía cerca de seis semanas, pero lo perdí por el accidente que tuvimos. Nadie supo nada acerca de ello, ni siquiera mi madre. Sólo mi abuela y eso porque ella era médico y estuvo al pendiente de mí en el hospital. Se encargó de que nadie lo supiera.

Me hubiera gustado tener una parte de él conmigo, pero no estaba preparada para tener un hijo, necesitaba hacer muchas cosas antes de ser madre, prepararme, viajar, vivir.

Aún tenía la prueba en mis manos. Tendría un bebé con el amor de mi vida. Salí del baño, antes guardé la prueba en una bolsa y la metí de nuevo en el maletín.

Vi como Martín cargaba una caja para llevarla al camión.

—Y no dejo de ser el chico de la mudanza—rió

—Siempre lo serás, cariño—lo tomé de la mejilla y él frunció el ceño .

Tomé una caja y también le ayudé, pero claro era una caja en la que no llevaba casi nada.

Mi relación con él a distancia no fue sencilla, pero lo hicimos funcionar. Fueron meses de no vernos en persona, de hablar por mensaje, llamadas o videos. Él viajaba a México después de terminar las giras y yo iba cada cierto tiempo a juntas con mis superiores. Así fue un año, hasta que él me pidió matrimonio y se mudó conmigo. Tuvo que viajar constantemente, y cuando me ofrecieron el puesto en Madrid lo acepté de inmediato.

Llevábamos varios años de casados y decidimos mudarnos a una casa más grande y con jardín, porque queríamos comenzar una familia, pero lo que ninguno esperaba era que ya estaba en camino el miembro número tres.

Varios días después de haber desempacado, decidí darle la sorpresa del embarazo a Martín. Me hice unos análisis de laboratorio para asegurarme, los cuales, también salieron positivos. Metí los resultados en una caja, junto con una nota que escribí para él.

Hola. Todavía no me conoces, pero me vas a querer y yo también lo voy a hacer, aunque a veces nos enojemos, cuando sea un adolescente.

Atte.

El miembro #3 Navarro Luna.

Cuando le di la caja, la abrió y vi como lágrimas rodaron por su mejilla.

— ¿Esto es cierto? —preguntó. Pude ver la ilusión en su rostro.

Asentí

—Me has hecho muy feliz—me cargó y me dio un par de vueltas—Te amo

—Bájame, que me voy a marear.

Lo hizo de inmediato

Pasaron los meses, mi embarazo fue uno tranquilo, los primeros tres meses fueron de ascos matutinos, pero los siguientes, sólo fue creciendo mi vientre. Todos los días hablaba con el bebé. Ambos decidimos no saber el sexo. Queríamos que fuera sorpresa. Y así fue.

Ambos nos convertimos en padres de gemelos. La doctora nunca nos dijo que eran dos. Cuando iba a los consultas, le decía que solo me dijera si todo iba bien, que no quería saber más. Y fue una sorpresa al enterarnos que mediante cesárea nos convertimos en padres de una bella niña y de un niño.

El niño era muy parecido a Damián, según mi madre, era rubio con los ojos color azul. La niña tenía la misma sonrisa que Martín. Era muy parecida a él. El cabello castaño, y los ojos casi grises. Eran los bebés más bellos que jamás vi en mi vida.

Al verlos a ambos, supimos de inmediato cuales serían sus nombres. Él se llamaría Damián y ella Valeria, porque en alguna ocasión me preguntó: Si tuvieras la oportunidad de cambiarte el nombre, ¿Cuál te pondrías? Y después de pensarlo, respondí Valeria.

Eran el fruto del amor entre Martín y yo. Y marcaban el final y el inicio de una nueva etapa e historia al lado de Martín. 

Nota de la autora :

Si llegaste hasta esta parte de la historia tienes mi agradecimiento infinito. Ha sido un viaje de varios años, ya que esta historia comencé a escribirla en el 2014, pero la suspendí porque no encontré el ánimo para escribirla, aunque tuviera todo maquetado y no fue hasta este año que la retomé.
Escribo esto, por si alguna persona lo lee y quiero que sepan que estoy agradecida con ustedes por elegir y leer esta historia.
Si te gustó recuerda votar, comentar tu parte favorita y compartir para que más personas sepan de ella. Sería de gran ayuda, ya que eso genera ánimo para seguir escribiendo.
Gracias y nos leeremos pronto en otra historia.

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