Capítulo cuarenta

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Estábamos todos reunidos en el comedor

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Estábamos todos reunidos en el comedor. La casa era pequeña, pero acogedora. Las decoraciones navideñas no faltaron. En la sala de estar estaba el pino de navidad, con varios regalos. Yo traía el mío en la bolsa de mano que llevaba. Era algo pequeño, pero con bastante significado. Le compré una cadena con un dije de plumilla. Martín usaba bastantes accesorios, así que se me ocurrió comprarle algo para que usara en los conciertos y me llevara presente en ellos.

La madre de Martín cocinó pavo, con puré de papás y una tarta de manzana. Todo se miraba sabrosísimo, como de película.

—Martina, esto luce espectacular—intervino Francia.

—Gracias. No es gran cosa

—Bromeas, mamá. Seguramente estuviste cocinando desde ayer—le dijo Gabriel.

Ella rió

—Disfrutemos esta cena, porque hace mucho tiempo que no tenemos una cena familiar.

Comenzamos a servirnos la comida. Le di el primer bocado, estaba riquísimo

— ¿Cómo les fue en el viaje? — preguntó Martín

—Maravilloso. Estamos planeando hacer otro viaje pronto. Queremos ir a la Patagonia. Ese lugar nos faltó visitar cuando estuvimos en Argentina.

Los padres de Martín estaban pensionados, así que se dedicaban a viajar. Juntaban cierta cantidad de dinero y emprendían su aventura.

—Australia, nos dijo Martín que irás con ellos a México.

Sonreí

—En realidad si voy a México, pero no con ellos, voy a parte. Tengo que cubrir el concierto de Spring Out

—Recuerdas lo mucho que nos gustaba Spring Out, Martina—comentó el padre de los chicos.

Ella rió

—Le propuse matrimonio después de un concierto de ellos. De haber sabido que se reunirían nos hubiéramos ido a México en lugar de regresar a casa

Martín los miró con desaprobación. Yo lo miré divertida.

— ¿Cuándo te vas? —preguntó la madre de los chicos.

—El veintiocho, sólo estaré unos cuantos días, regreso el día 2 de enero. Prácticamente sólo voy al concierto.

— ¡Qué guay! Ojalá de joven hubiera tenido un trabajo en el que me pagaran por viajar.

Todos reímos.

—Pero ahora lo puede hacer—sonreí.

—Me faltará vida para recorrer todo lo que quiero.

Martina lo miró con desaprobación.

—Perdón, para recorrer todo lo que queremos

Fue una cena bastante amena y muy divertida. Los padres de Martín y Gabriel eran de mente abierta. Después de cenar, abrir los regalos y beber una taza de chocolate caliente para menguar el frío que sentíamos en el cuerpo, nos fuimos.

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