Capítulo treinta y seis

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Me arreglaba para mi cita

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Me arreglaba para mi cita. Francia estaba ayudándome con el cierre del vestido. Era un vestido largo, un poco holgado, con flores blancas, era bastante fresco, ya que para variar, el día estaba bastante caluroso. Llevaba unas ondas en el cabello que apenas se alcanzaban a formar debido a lo corto, lo tenía a los hombros y pensaban en cortarlo pronto, ya que siempre me gustó llevar el cabello corto. Me maquillé sencilla, usando mi labial color rojo. Que se volvió mi favorito, me di cuenta que resaltaba con mi tono de piel. Llevaba unas zapatillas color blanco que Francia me prestó.

Ella sabía a dónde iría con Martín, porque él le contó todo acerca de la sorpresa, así que ella armó mi outfit. Seguramente también sospechaba, al igual que mi madre lo que había sucedido la noche anterior, pero prefirió no decir nada.

—De verdad te ves muy hermosa—me dijo—Martín caerá rendido, más de lo que ya está—me guiñó un ojo.

Reí y negué con la cabeza.

—Vamos, dilo. Sé que estás deseando decirlo en voz alta.

Soltó una respiración sostenida

—Espero que hayáis usado protección con la follada que se dieron ayer.

—Sí, usamos protección con las folladas que dimos ayer—hablé en plural.

Ella abrió los ojos, porque comprendió el mensaje

Rió

—Australia, no me lo esperaba de ti.

— ¿Me dirás a dónde me llevará Martín? —cambié de tema.

—Lo siento, pero lo tengo prohibido.

Escuché que tocaron la puerta del departamento. Salí de la habitación y caminé hasta la puerta. Abrí. Vi a Martín recargado en el umbral de la puerta, usaba pantalón gris oscuro de vestir, que enmarcaba su figura, camisa azul, que resaltaba el color de sus ojos, haciéndolos de un tono más intenso. El cabello, como siempre hecho un desastre por el viento. Sonrió al verme. Se acercó y me dio un tierno beso en la mejilla.

Francia rió, me giré en dirección a donde escuché su risa. Estaba escondida en el pasillo.

—Después de lo que hicieron anoche, ¿de verdad la saludáis, así, Cuñadito?

—No tenéis asuntos que atender, Francia

—Me voy. ¡Qué se diviertan, tortolos!

Se dio media vuelta y a los segundos escuché como se cerró una puerta en el pasillo.

— ¿Nos vamos? —preguntó

Asentí

Me ofreció su mano y la tomé, nos fuimos tomados de la mano. Pasamos por el departamento de Johnson, estaba cerrado, cuando llegamos al elevador, lo vimos salir de él. Traía una bolsa ecológica colgada al hombro, seguramente venía de comprar provisiones.

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