Capítulo cuarenta y tres

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De regreso en Madrid, no pasó más de un mes para que Gabriel se mudara al departamento de Francia. Desde luego, ella era la dueña de ese departamento y la que tenía que irse era yo. Martín se quedó con el departamento que rentaba junto con Gabriel y yo me iría con él.

No tardé mucho en hacer la maleta, debido a que nunca terminé de desempacar por completo, porque nunca lo sentí como mi hogar. Salí de esa casa igual a como llegué, con muchos sueños y esperanzas por delante.

Abracé a Francia.

—Gracias por todo, hermana

—De verdad no tienes que irte si tú no quieres—me dijo. Ella ya lucía un anillo en su dedo anular. A los días del regreso de los chicos en México, Gabriel le propuso matrimonio en una cena romántica los dos solos en uno de los restaurantes más elegantes, y con mejor vista de la ciudad. Las fotos que me mostró Francia de la pedida eran espectaculares, dignas de salir en una revista de sociales.

—Tengo que hacerlo, es lo mejor para tu relación con Gabriel. No puedo estar aquí como la mosca—reí—además yo formaré mi propio hogar con Martín

— ¿Estáis segura de lo que haréis? Casi no se conocen—Era cierto, él yo llevábamos poco tiempo de relación, pero teníamos conociéndonos lo mismo que ella y Gabriel.

—No estoy cien por ciento segura de lo que estoy haciendo, pero sé que es un comienzo para ambos.

Martín apareció por la puerta del departamento. Ayudaba a Gabriel con unas cajas, Tomó mi caja, en la que puse algunas cosas que había comprado, que no cabía en mi equipaje y yo arrastré mi maleta.

— Creo que soy el repartidor o el chico de la mudanza.

Reí

— ¿Estáis lista?

Negué con la cabeza

—Tengo miedo

Dejó la caja en el suelo y me abrazó. Colocó su frente contra la mía

—Todo estará bien. Ten fe en nosotros, en que esto es lo correcto y que no es para nada apresurado. Somos adultos y tomar decisiones como esta es parte de la vida.

Respiré profundo y exhalé

—Vámonos. Antes de que me arrepienta

Él rió

—Si de algo estoy seguro es que de las decisiones que tomaremos a partir de este momento, esta es la única de la que nunca te arrepentirás.

Cuando llegamos al departamento, vi que algunas cosas faltaban, muebles y cuadros. Había algunas guitarras y bajos entre la sala de estar y el comedor. También en una pequeña esquita vi que tenía un viejo piano usado y un poco maltratado, seguramente lo compro de oferta en alguna casa de segunda mano. Dejó la caja en la mesa de centro que había. Me paré en la puerta con mi maleta. Tomó mi mano y lo seguí hasta la recámara.

—Esta será nuestra habitación—caminó hasta el armario y lo abrió—aquí puedes colgar tu ropa, hay suficiente espacio para los dos—me paré a un lado de él—creo que servirá—le di una pequeña sonrisa insegura.

Caminó hasta la habitación de enfrente, lo seguí

—Y esta—abrió la puerta—será tu oficina. Sé que no les la gran cosa, pero haremos que funcione.

Era la habitación que solía usar Gabriel. Quitó todas sus pertenencias y la pintó con colores neutros, colocó un escritorio y un librero, el cual, estaba vacío.

—Es perfecta. Gracias por pensar en un espacio para mí.

—Yo tengo el mío entre el comedor y la sala de estar, era justo que tú tuvieras el tuyo para que te dedicaras a escribir.

Lo besé con ternura.

La dinámica entre él y yo, no fue distinta a la que teníamos. Yo pasaba gran parte de mi día en la oficina y él se quedaba en casa o salía al estudio a grabar. Cuando salían de gira me quedaba sola. Y fue en ese momento, cuando se fue la primera vez, que me di cuenta de lo acostumbrada que estaba a él y a su presencia en el departamento. Tomaba la almohada de Martín y la abrazaba con fuerza. Tenía su aroma y fue la única manera que encontré para estabilizarme y evitar que ese hueco en el pecho que sentía con su ausencia se hiciera más grande. Era la única manera en la que lograba dormir en las noches. Nunca pensé que me fuera a afectar tanto sus salidas de casa, por sus giras, cuando nos mudamos juntos.

Cuando me di cuenta pasaron 6 meses y mi graduación pronto se llevaría a cabo. La revista me ofreció quedarme cuando mi tiempo como pasante se terminara. A Lucía le gustó mi trabajo como su asistente y me dijo que mi paga sería cuatro veces más de lo que me daban como pasante. Era bastante, así que acepté sin pensarlo. Era un buen comienzo, ya que necesitaba un buen salario para poder ayudar un poco más con los gastos del departamento, que no eran pocos.

Mi graduación fue de lo más sencilla. Éramos pocos, los que concluimos el máster en periodismo. A ella asistió Martín y mi madre por videollamada, ya que no pudo estar presente por unos inconvenientes en la universidad en la que trabajaba.

—Estoy tan orgullosa de ti y de todo lo que has logrado en la vida—me dijo. Vi como tenía los ojos cristalinos

—No vayas a llorar, madre. Por favor.

—Damián estaría tan orgulloso de ver en la mujer en la que te has convertido.

Sonreí

—Tengo que colgar. Tengo que ir a aplicar los exámenes

—Te amo, mamá—ella reaccionó sorprendida

—Yo también amo, Australia—colgó.

—Lamento que Kira no haya podido estar de manera presencial aquí, pero estoy aquí por los dos.

Lo abracé.

—Gracias por estar

Él besó mi frente.

—Todo estará bien. No me iré y daré lo mejor de mí, para que esto funcione. Lo digo de verdad.

Pensé que él también faltaría, debido a que ese día tendrían su primer concierto para más de 5 mil personas en un recinto en Madrid y él, en ese momento debería de estar en la prueba de sonido.

—Creo que es tiempo de que te vayas a soundcheck

—Lo chicos están allá, le encargué a Gabriel que revisará bien los micrófonos, estarán bien.

—Pero tú también debes de estar ahí. Por dios, eres el vocalista, tienes que ir a ver como sonarás en el recinto. No tienes que defraudar a tus fans.

Rió

—Está bien. Pero que quede claro que hoy quería estar contigo.

—No te preocupes, tenemos toda una vida para estar juntos.

—Y ni eso me será suficiente.

Me besó y lo vi irse en su motocicleta con rumbo a su destino, ser una legendaria estrella de rock y sinceramente, esperaba estar ahí cuando eso ocurriera. 

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