Capítulo cuarenta y siete.

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Cuando llegué busqué a Gabriel entre las personas que estaban ahí, hablaba con alguien, pero no vi quien era

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Cuando llegué busqué a Gabriel entre las personas que estaban ahí, hablaba con alguien, pero no vi quien era. Al acercarme me percaté que era una enfermera. Al llegar con él ella se fue.

Al verme me abrazó

— ¿Has sabido algo de él? —le pregunté

—Le pregunté a la enfermera, pero no me supo decir nada. ¿Qué es lo que ha pasado? Me marcó enojado, supuse que tuvieron una pelea.

—Me ofrecieron dirigir una revista en México y tengo que mudarme.

Me miró sorprendido

—Lo entiendo, y la pelea fue sobre eso.

Asentí

—Le dije que necesitaba salir para dejar que las cosas se enfriaran, para retomar la charla con la mente fría y no decirnos cosas que después nos pudiéramos arrepentir. Pero nunca pensé que esto pasaría—sentí como las lágrimas brotaron solas.

Me abrazó

—Oye, esto no es tu culpa.

— ¿Dónde está Francia?

—En la oficina. Le marqué por teléfono y dijo que vendría directo para acá cuando saliera.

— ¿Le marcaste a tus padres?

—Están de viaje, les marqué pero las llamadas no entran. Me mandan a buzón. Intentaré en un rato más, ya que alguien nos dé algo de maldita información, joder.

Y fue cuando explotó. No soportó más hacerse el fuerte

Lloró. A mares, como un niño pequeño.

Le sobé la espalda

—Saca todo lo que sientes, Gabriel.

Exhaló exasperado

—Lo siento, yo soy el que te debería de estar dando apoyo y no al revés.

—Descuida, he estado en peores situaciones.

Recordé el día que me dijeron que Gonzalo había muerto. Se me hizo un nudo en la garganta.

En eso vi a Francia cruzar la puerta de entrada, se acercó a nosotros. Me abrazó con fuerza.

— ¿Sabéis algo de Martín?

Negué con la cabeza

Ella se sentó a un lado de Gabriel y sostuvo su mano todo el tiempo, como apoyo.

Maldita sea. Yo no debería de estar en esta situación. No otra vez. Había nacido de la tragedia, pero me parecía algo injusto que toda mi vida fuera así. Me merecía ser feliz. Tener un final feliz, como toda novela romántica. Pero era la jodida vida real y tenía que aceptar que en muchas ocasiones eso no era posible.

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