Capítulo 10 parte 1. Solo un beso

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Capítulo 10 parte 1. Solo un beso

-¿Cómo te estas llevando con tu nueva familia? 

Es la primera pregunta de mi tercera sesión. Esta mujer no se anda con vueltas.

¿Puedo irme ya?

La colega de papá es una mujer que media los cuarenta, con pelo muy corto y oscuro. Los anteojos enormes se resbalan en su muy recta nariz, tiene un block de hojas en su regazo y su lapicera escribe enérgicamente a pesar de la que la mayoría del tiempo no digo una palabra. ¿Leerá mentes o algo así?

Es la tercer vez que me siento en este incomodo sillón negro mientras ella tira una catarata de preguntas. Las paredes rayadas de la habitación dan una sensación de ahogo y me encuentro siempre mirando al piso para poder evitar la mirada de la extraña que no se pierde ninguno de mis movimientos.

No abrí la boca las dos primeras veces que fui forzada a entrar en esta habitación. Papá prometió que solo tenía que venir una vez…pero sigue yendo a buscarme al colegio para traerme. Así que hice todo lo posible para que se diera cuenta que venía en contra de mi voluntad. Ella no se dio por vencida sin embargo. Siguió preguntando una y otra vez. Mi boca no se abrió. ¿Qué se supone que iba a decir de todos modos?

Ambas sesiones fueron eternas…y esta no iba a ser la excepción al parecer.

La peor parte es que papá siempre esta como un perro guardián esperando afuera. Una vez que la Arregla-locos (como la llama Ignacio para hacerme reír) termina, lo hace pasar y yo salgo. ¿Le pasara el parte del día o qué? Papá jamás comenta nada camino a casa, es más bien un viaje en auto silencioso.

Muy silencioso.

Salvo por esta mañana antes de que salga disparando al colegio. Los desayunos son mi infierno personal. Es casi la única comida en la cual está toda la familia reunida. A veces para cenar, Sebastián está entrenando o Ingrid estudia de una amiga o inclusive papá sigue en el hospital con algún paciente, por lo que hay siempre menos gente. No en el desayuno. Y sentirte vigilada cuando comes es de lo más incómodo.

¡Como si pudiera tragar algo de esa forma

Pero ese es el acuerdo al que prácticamente me obligaron a acceder. La nutricionista, arregla-locos y papá decidieron que tengo que cumplir con las cuatro comidas del día bajo la supervisión de un adulto. A cambio, papá no iba a mandarme a uno de esos programas para adolescentes con problemas. Casi muero del horror cuando vi el panfleto. Creo que hubiera accedido a cualquier cosa menos a eso. No importa que tan bien lo pinten para mí, que tan lujoso y exclusivo lugar puede ser, ir significaría un estigma del que no saldría jamás. Mi muy golpeada vida social se vendría abajo del todo. Tengo que sobrevivir a este año en la secundaria al menos.

No importa cuanto lo explique, nadie cree una palabra que digo. No tengo un problema alimenticio ni mucho menos, tal vez tenga algún que otro tornillo flojo en mi cabeza pero la comida definitivamente no es el tema.

Por lo general, es Helena la que controla que coma. Es de lo más humillante tener que usar el baño después de la cena, ya que eso significa tenerla pegada en la puerta esperando que salga y preguntando veinte veces si estoy bien en menos de un minuto. Una vez me frustró tanto que solo deje la puerta abierta para que mire.

No me estoy metiendo los dedos en la garganta, déjame respirar de una vez.

Esta mañana comí asqueada todo lo que me dio sin chistar. Ignacio estaba en la mesa y cada mirada llena de ánimo que dedicaba en mi dirección se sentía como una punzada en el estómago. No quiero que él me vea de esa manera, como una chica con problemas.

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