Capítulo 14 En el fondo del mar
-Tu papá está muy preocupado por vos.
-Mi papá siempre está preocupado.
La arregla-locos me mira con la misma cara de suficiencia de siempre. Yo no saco la vista del reloj.
Lo usual.
Hoy tiene puesto una camisa de seda fucsia tan brillante que lastima mis ojos. Además de su muy irritante presencia. Papá está arrastrándome a este lugar tres veces por semana ahora. Ni alguien medicado es obligado a venir tan seguido.
-¿Tiene razones para estarlo?
Silencio
¿Las tiene?
Trago con dificultad. No voy a sentir culpa por esto ¿el desaparece por años y ahora es mi responsabilidad?
-¿Qué te paso en la cara?
La mujer no se rinde ¿a qué si? Estaba casi segura que después de una semana, mi cara estaría igual que siempre. Al parecer me equivoque en grande. Todo el maldito mundo sigue preguntando. La cara de felicidad de Miss universo al día siguiente hizo doler mi estómago. Por suerte no le duró mucho. No sé qué pasó entre ella e Ignacio, no me anime a preguntar y además no es asunto mío, pero fuera lo que fuese no la hizo muy feliz. Era otra persona al final del día. La peor parte es que estoy casi segura de que todo el colegio lo sabe, Maite no sabe cerrar la boca. Probablemente hasta este en Facebook. La cuestión es que todos me ven como la tercera en discordia, si estoy demasiado cerca de Ignacio las miradas de envidia y los murmullos me siguen. Trate de mantenerme alejada y parecer neutral para dejar que ellos resuelvan sus problemas solos. Sé que Ignacio habló en serio en el baño, después de todo, el jamás me mintió sobre nada. Y tiene razón cuando dice que soy yo la que debe decidir, pero se siente mal de alguna forma hacer una movida sabiendo que hasta dos minutos atrás estuvo con otra. O tal vez no sé cómo dar el primer paso.
Tal vez sean ambas.
Mantengo mi distancia como puedo, aunque siempre está cerca de una forma u otra. No quiere presionar pero su presencia es casi lo mismo. No puedo pensar cuando está acariciando mi pelo o poniendo sus brazos en mi cintura. Vaya forma de influenciar a una chica, él lo sabe y lo usa en mi contra. Me dan ganas de matarlo.
Todavía no sé cómo, pero me las ingenie para no tener que hablar de lo que pasó con papá. Creo que solo pude salirme con la mía por el hecho de que Ignacio intervino en la situación. Puede no saberlo, pero tiene más influencia en papá de la que cree. Todo el mundo lo respeta tanto. Es un chico de palabra. Mi chico de palabra.
La arregla-locos me mira esperando que al menos le conteste con una oración. Quisiera poder irme de una vez. Quisiera poder contestar. Quisiera ser la persona que todos quieren que sea.
No sé cómo hacerlo.
-Nada importante- contesto finalmente
-No es lo que parece
Me encojo de hombros. Ya obvie este tema una vez, puedo volver hacerlo mil veces así que va a tener que dejarlo ir.
-¿Cómo te fue en historia?
¿Qué le importa? Grrrrr
-Mañana es el examen.
Podría estar estudiando ahora en vez de perder mí tiempo.
Papá se sienta cada noche conmigo a practicar. Es una pesadilla total. Yo estoy incomoda todo el tiempo tratando de evitar su inspección constante. Hace preguntas sobre la clase que no recuerdo. Se frustra, toma un trago y vuelve. A veces hasta siento lástima por él. Sé que llega cansado del trabajo, digo, el hombre esta horas parado operando y salvando vidas. Bla, bla, bla. Pero no puedo ser lo que él quiera que sea. No puedo responder preguntas cuando me miran tan de cerca, no puedo encontrar las palabras ni buscar en mi memoria. A veces solo recuerdo lo que quería decir una vez que ya estoy en la cama. Mi profesor tiene una estúpida fe en mí que no merezco. Me va un poco mejor ahora pero sigo bloqueada. En algunas ocasiones inclusive, se las respuestas solo que no puedo contestarlas. No puedo escribir. No puedo ponerlo en palabras.
Nada de eso es nuevo. No soy buena para exteriorizar nada. Vivo en una burbuja vacía.
-Recibí notas de algunos de tus profesores.
¿Por qué no estoy sorprendida?
-Ellos te describen como alguien con mucho potencial. Deberías estar orgullosa.
Lo que no entiende al parecer es que a mí me importa poco lo que piensen los demás ¿pero para qué decirlo?
-Uno incluso dice que, a veces, aunque sabes todas las respuestas o leíste el libro asignado, aun así no respondes una sola pregunta.
Habla de literatura. Lo sé porque es la única materia en donde puedo saber algo sin estudiar. Habré leído todos los libros que la profesora eligió para este año. Me encanta leer, es mi único placer sin culpa. Con la comida engordas, con el alcohol...bueno, la pasas mal el día después (viví en carne propia eso). Pero los libros dan absolutamente todo y no te piden nada a cambio. Eso no significa que tenga que estar como nerd levantando la mano en clase.
Siento que ya no tengo mucho que decir. Incluso si mi cerebro quisiera responder, mi boca no es capaz de abrirse.
-Roma, pensé que te gustaba leer.
-Me gusta –contesto automáticamente sin pensarlo.
-¿Qué es lo que no funciona entonces?- pregunta cruzando las piernas de una lado a otro.
¿Qué es?
Al menos hizo una pregunta que creo saber la respuesta
-Soy yo.
####
Las primeras gotas de lluvia caen en la ventanilla del auto. El cielo está de un gris oscuro, de esos que te hacen querer estar en la cama tapada hasta la nariz. Un viento frío empieza a levantarse y papá prende la calefacción al notar que pongo mis manos frías en los bolsillos de mi abrigo. Maneja en silencio al igual que cada vez que me trae del loquero. Apoyo la cabeza en la ventana esperando dormirme, estoy cansada por alguna extraña razón. Siempre salgo con el ánimo caído después de jugar a evadir las mil preguntas de la señora de lentes.
-¿Pudiste practicar más para mañana? – lo escucho romper el silencio. Ni siquiera parece haber tránsito en este maldito lugar. Ni pájaros. Ni personas hablando. Sólo el sonido de la lluvia y arboles por doquier.
-Estuve en el colegio y después con la señora del loquero ¿Cuándo se supone que pude haber estudiado?- contesto de mala gana- No entiendo porque tengo que perder tiempo encerrada mientras una mujer toma nota de mi vida.
Apoyo la cabeza en la ventanilla de nuevo. No tengo ganas de entablar una conversación porque sé cómo va a terminar.
El auto frena de golpe a un costado de la ruta. Me toma de sorpresa por completo. Gracias a dios que tengo puesto el cinturón de seguridad. Asustada, busco algún perro, gato o persona que se haya cruzado en el camino.
No hay nadie.
Otros autos circulan, alguna que otra persona deambula. La calle parece tan vacía y triste como el día. ¿Qué se supone que…
-Si tenes que decir algo, es el momento ¿no crees?- la determinación de papá es más fuerte que la pisada que dio en el freno. Aún viste su ambo azul y su teléfono celular no para de sonar. Lo apaga tirándolo en la parte de atrás del auto. Sé que es de trabajo y que debe ser importante pero no me animo a decirle que conteste. No me animo a decirle nada cuando me mira así.
-No tengo nada que decir- arriesgo a abrir la boca.
Sus ojos azules cansados no me sacan la vista de encima ¿estoy castigada por algo ya?
-Entonces si no podes decir nada, en vez de ir tres veces por semana, vas a ir cuatro. Y si volves a darme esa respuesta, vas a ir toda la semana. No te estoy preguntando si te gusta o no, no te estoy pidiendo que vayas. Estoy diciendo que lo vas a hacer y se terminó la discusión. Cuando vos estés lista para hablar, recién ahí vas a tener voz en esto.
¿Quién se cree que es? Él no puede. Sencillamente no puede armar y desarmar mi vida como quiere. Mi ira va en aumento y siento algo que recorre mis venas.
No es nada bueno.
-No tenes ningún derecho
-Resulta que compartir el ADN me da ese derecho, así que es una lástima que no te guste.
-¡No te burles de mí!- grito con frustración.
-Sos vos la que se burla de mi – su tono de voz permanece igual, hace que me irrite más aún- Te lo dije una vez. Si estas enojada, lo puedo llegar a entender. Eso no significa que vas a hacer lo que quieras. Tenes que empezar a hablar. Ahora sería un buen momento, cuando todavía estoy dispuesto a escuchar.
-¿Podes dejar eso de una vez? ¿Sos un maldito psicólogo ahora?- de repente todo parece muy cerrado o es la propia conversación no lo sé. Necesito aire, y dejar este lugar donde siempre termino acorralada.
-¡No te puedo ayudar si no me decís que pasa!
La calefacción está demasiado fuerte, no hay aire en este maldito auto. Necesito salir. No me gusta que me arrinconen, que quieran sacarme lo que es mío. Es mi privacidad y mi derecho a hacer con ella lo que me plazca, inclusive no compartirla.
Necesito salir.
Trato de abrir la puerta del auto pero no lo logro, tardo un minuto en darme cuenta que esta la traba puesta. La saco y salgo tan rápido como puedo. Papá me grita desde el auto para que vuelva. Corro en la lluvia. La avenida principal está casi desierta, los pocos vendedores que quedan están cerrando sus negocios. No los miro, corro como puedo aunque sé que no voy a llegar muy lejos. La velocidad y el atletismo no es lo mío. Hay dos o tres personas que caminan bajo la lluvia, una es una parejita de enamorados que van de la mano. Nos e porque eso me entristece aún más. Mis pulmones amenazan con estallar cuando estoy por llegar a la segunda calle.
¿Corrí solo dos cuadras? Dios mío, soy un desastre. Debería tratar de saltearme menos la clase de gimnasia.
Camino mirando hacia la calle por miedo a que papá este siguiéndome. Está haciendo lo mismo que hacía con ella. Siempre tiene que insistir, siempre tiene que saber. No funciono con mamá. ¿Por qué piensa que va ser diferente conmigo?
¡No! Me quedo sin aire.
Mi cabeza da vueltas tratando de encontrarle sentido. Miles de pensamientos se acumulan uno tras otro haciendo de mí un lío.
Estoy haciendo exactamente lo que no quiero. Me estoy convirtiendo en ella. Estoy siguiendo sus pasos. Actuando como una loca y…
Escucho la bocina. Estoy cruzando la calle sin mirar. Veo el auto que tengo en frente.
Estoy congelada. No puedo mover los pies y…
Algo o alguien me empuja hacia atrás. Caigo al piso. Cuando creo que mi cabeza va a romperse contra el cordón de la calle, una mano se interpone resguardándome. Quien sea que maneja el auto ni se detiene a ver qué pasa. Sólo grita que soy una loca y acelera.
Lo más probable es que tenga razón.
Trato de recuperar el aliento y entender algo que ya sabía. Mis piernas no tienen vida al parecer. No solo no corren, sino que tampoco se mueven cuando estoy a punto de ser atropellada. Aunque la falta de atención al cruzar tiene la mayor parte de la culpa. O sea, soy una completa idiota.
Papá me levanta del suelo y sienta en el cordón. Tenía que ser él. Sabía que estaba siguiéndome de alguna forma u otra. No quiero mirarlo. No solo porque este enojada con el sino porque la vergüenza de esta situación que cree me hace sentir diminuta.
-¿Roma estas bien?
Ay mierda. Ahora está preocupado. Genial.
-No es nada
-Mirame
No quiero. No quiero más de esto. ¿Es que no entendes papá?
Vuelvo la vista a el por razones que no puedo explicar. Su voz, su presencia. Ni yo lo entiendo pero desearía que se termine. Esta especie de amor-odio va a terminar conmigo. No puedo sostenerlo. Es demasiado trabajo. Es demasiado con que vivir.
-Ahí estas –dice dándome una media sonrisa. Agarra mi rostro y mira mis ojos. Después hace una inspección por el resto de mí. Es el doctor en él. Quiere ver si me lastime.
-¿te duele algo?
Giro mi cabeza a ambos lados.
Solo mi ego.
Que, al parecer, siempre resulta herido.
-Eso parece.
Lo escucho decirle algo a una señora y su hijo que están parado al lado de la calle. Lo habrán visto todo. No quiero ni pensar. Papá les asegura que estoy bien y que pueden irse tranquilos.
Al menos ellos tienen esa suerte.
Se sienta en el cordón a mi lado y…nada. Sólo se queda ahí mirando algún que otro auto pasar, la lluvia caer. Por momentos se vuelve más fuerte, otros es solo una llovizna otoñal. Sin embargo, noto que estoy mojada y con frio. Aun así no deseo moverme. Noto que está a mi lado y no puedo soportarlo.
Hay personas que prefieren estar solas de vez en cuando. Yo prefiero estar sola siempre, si es el mi única opción de compañía.
-Podes ir, sé cómo volver desde acá –digo con mal humor mirando en la dirección contraria.
No responde y definitivamente no se mueve. Simplemente genial. La llovizna ligera se vuelve de nuevo fuerte y noto que estoy empapada. Él debe de estarlo también, si lograra mirarlo. Junto mis piernas y abrazo mi cuerpo frio tratando de buscar el confort que perdí hace mucho tiempo. Papá ya no parece enojado ni inquieto. No estoy segura de que tenga frio siquiera. Parece impasible, como cuando trabaja en su escritorio hasta tarde. Su capacidad de permanecer quieto y tan silencioso me perturba casi tanto como sus otros cambios de humor.
-¿Por qué no lo dejas ir de una vez?-pregunto harta del silencio incómodo. Además de que sé que está mirándome y no lo tolero
Le doy la mirada que me daba mamá cuando hacía algo que le molestaba, que era prácticamente todo.
-¿Yo no lo dejo ir? ¿Por qué vos no lo dejas ir Roma?
Odio cuando las personas contestan a tus preguntas con más preguntas.
El hombre delante con mis mismos ojos y casi diría, misma nariz y labios finitos, habla despacio y tan tranquilo como si no estuviéramos empapándonos, sentados en el cordón de una calle cualquiera.
-¿Ves? Somos más parecidos de lo que crees-sonríe, pero no le llega a los ojos. Está cansado, casi tanto como yo. A pesar de todo, sigue teniendo una cara hermosa. Hermosa y joven, por todo lo que trabaja y se preocupa. Es la primera vez que lo noto.
-No sé a qué te referís- el hace una de sus caras como pidiéndome que deje de escudarme- No es evasiva, no sé a qué hablas en serio-agrego.
-Estoy seguro de que ni vos lo entendes bien. Tarde un tiempo en darme cuenta de eso. No es reto, Roma. Pero tenes que soltarte de una vez de lo que sea que te estés aferrando. Tu enojo conmigo, con tu mamá, con vos misma. Es hora de que lo resuelvas. Nadie puede ir por la vida llevando todo eso en la espalda. En algún momento, tenes que deshacerte de esto, es hora. Ya es hora.
La perorata psicológica. Genial
-¡No estoy enojada con mamá! No sé de donde sacaste…
-Si lo estas, y no está mal que…
-¡No era su culpa! ¿Cómo podría estar enojada con ella?
-Lo que sentimos rara vez es racional. Vos crees que no deberías estar enojada con ella, no significa que no lo estas. Hay una diferencia enorme. Claro que podes enojarte, no te hace una mala persona.
Lo hizo. El muy…lo hizo. Esa es una tecla que yo no quiero presionar. No importa lo que diga, si me hace una mala persona y si es un problema. Pero no puedo cambiarlo, como no puedo cambiar yo tampoco
No quiero quebrarme, no adelante de él.
-Yo la quiero, la quería…
No voy a poder terminar nunca esa frase.
-¿A qué le tenes miedo?
-¡No quiero ser como ella!- las palabras salieron tan rápido de mi boca que me sorprendo a mí misma al escucharlas. Yo no quiero esto pero el ya piensa pésimo de mí. ¿Qué más da?
No tengo ganas de traer sus recuerdos. Son agridulces. Pero todo tiene que ver con su persona, y conmigo. Es mi pasado, y lo quiera o no, es parte de mí.
-Vos no sos ella, sos Roma. Tenes que recordar eso. Que tengas características de tus padres no significas que seas nosotros. Sos tu propio individuo.
Si tan solo fuera tan fácil.
-Lo decís pero en unos años…
-¿En unos años que?
Me atraganto. Los sollozos empiezan a salir de mi garganta. Hablo pero ni yo escucho entre las lágrimas. Estoy congelada y miserable…y rota. Es lo unico que me quedaba. Mi privacidad, mi oportunidad de odiar o no a quien quiera en silencio. Ya no tengo nada.
-Yo la amaba pero nunca quisiera volver a vivir con ella ¿sabes que mal se siente ver en lo que te vas a convertir día tras día? Necesitabas direcciones para entenderla papá. No fue gracioso, nada lo fue. Ni siquiera sus locuras maternales. Y vos desapareciste, ¡y no me trajiste con vos! Yo opte quedarme con ella porque era lo correcto, no lo que quería. Vos tendrías que haberme ido a buscar. ¡Cualquier buen padre me hubiera ido a buscar!
-Lo sé- lo escucho decir.
-¿Sabes qué? Cuando realmente las cosas empiezan a estar bien, se enferma y pum. Tres meses y está bajo tierra. Genial. Una mierda todo ¿eso querías saber? Fue una pobre mujer, papá. Una muy trastornada mujer. Y lo único que puedo pensar es que no estabas ahí conmigo, y que cuando finalmente sea como ella, tampoco vas a estar por mí.
Ahí lo tenía. Todo servido en bandeja. ¿Contento?
-Roma
-No, ahórratelo. Vos lo dijiste, dejemos morir a este tema de una vez porqué francamente lo odio- La lluvia no se distingue de mis lágrimas, y eso es bueno. No quisiera llorar pero al parecer, no es algo en lo que uno tenga mucha decisión.
-Veni acá- papá pasa su brazo sobre mi hombro. Lo rechazo. No quiero abrazos, no quiero nada de él porque todo se siente forzado. Es tarde. Ya pasamos ese momento. Ya pasamos todo.
-Dejalo
-Escuchame algo aunque sea –insiste en abrazarme. Lo dejo solo porque estoy congelándome- te dije mil veces que eso no te va a pasar a vos.
-¡Es una enfermedad que tranquilamente puedo adquirir!- contesto exasperada.
-No es una enfermedad, la bipolaridad es un trastorno de la personalidad Roma, y no significa que vayas a tener nada. Que te sientas inestable tiene que ver que estás pasando un momento difícil, como cualquier otra persona en la vida. Te lo dije cientos de veces, deberías escuchar de vez en cuando. Sé que debí ir a buscarte, pero eras lo único que ella tenía. Lo hacía mejor solo porque estabas ahí para darle incentivo. No podía hacer una cosa así. Alejarla de lo único que amaba en este mundo. Pensé que obraba bien en su momento. Obviamente no fue así. No si tuviste que sufrir por eso. Las personas grandes nos equivocamos también, y mucho. No significa que te quiera menos por eso. Nunca lo pienses. Estoy día y noche haciéndome la cabeza para ver cómo ayudarte. Desearía saber más, tomar las decisiones correctas siempre. Pero ser padre no viene con indicaciones, y no siempre se lo que hacer. Francamente ahora tampoco sé lo que estoy haciendo. Perdóname.
Apoyo mi cabeza en su hombro. No sé qué decir. Es lo más sincero que lo escuche decir. Yo también me equivoco, papá. Solo desearía que doliera menos.
-Ya está, no es nada.
-¿Podes dejar eso? ¿Alguna vez alguien te dijo lo molesto que es? Además de que no es sincero.
Mmmmm. Un par de personas pero no pienso decirle eso.
-No sé qué queres escuchar de mi- respondo con sinceridad.
-No tenes que decirme lo que quiero oír. A veces prefiero verte enojada, sé que al menos cuando me decís algo en ese momento, lo decís de verdad.
Es cierto.
-Vas a tener que perdonarla en algún momento Roma. Y perdonarme. No porque yo lo quiera, sino porque necesitas hacerlo…por vos.
Suspiro.
-No sé cómo.
-Bueno, tenes que intentar. Sos la única que tiene ese poder. La única que puede elegir qué hacer con su propia vida. Podes seguir como estas o podes perdonar y aceptar que el amor no es perfecto y empezar de nuevo. Tu mamá hizo lo mejor que pudo, bien o mal, ya es pasado. Es hora que tomes decisiones por nadie mas que vos misma.
-¿Qué pasa si resulto como ella? Vos decís que no, pero yo me veo tan parecida. Cada vez más.
-Te explique que no es algo que necesariamente adquieras, y aún así, si el día de mañana es parte de vos. O alguna otra cosa, ¿Cuál es el problema? Veremos cuando estemos ahí, y vos vas a decidir qué hacer con eso y nadie más. Podes elegir diferente, siempre se puede ser diferente.
Ve mi cara poco convencida.
-Mañana pueden pasar muchas cosas Roma. Podes viajar por el mundo, enfermarte, yo puedo ser atropellado por un auto o convertirme en cantante. ¿Quién sabe? O puede seguir todo igual. Mi punto es, no planees pensando en un futuro que no sabes si va a llegar. Tenes que vivir el presente primero.
Alguna parte de mi mente dice que esto tiene sentido. Sólo quisiera poder creerlo.
-Ni si quiera se lo pude decir
-¿Decirle que Ro?
-Que la perdonaba. Se fue tan rápido que no pude siquiera decirle que si la quería.
-Le hubieras dicho una mentira. Vos todavía no la perdonaste por todo lo que vivieron juntas, por todo lo que pasaste por ella.
-Se estaba muriendo ¿que importa si era verdad o no?
-Nadie quiere que le mientan, especialmente si te estas muriendo. Además, las madres lo saben todo. Ella hubiera preferido que lo hagas a tu tiempo. Lo va a saber cuándo el momento llegue. Y con respecto a que la querías, como dije, las madres saben. Ella sabía cuánto la amabas, no necesitaba escucharlo.
Mierda. Tengo dolor de cabeza de darle sentido a esto.
-¿Por qué la cara larga todavía?
-Porque tal vez tengas razón- contesto
-Tal vez es hora de que me dejes ayudar.
Me abraza más fuerte y no lo alejo, el entiende la respuesta sin yo tener que pronunciarla. Me alegra saber que algunos silencios tienen connotaciones positivas. Esta es mi forma silenciosa de darme por vencida. No importa que tan malo pueda haber parecido diez minutos atrás, ya no hay nada que pueda hacer para empeorar. Solo puedo ir hacia arriba desde ahora. Lo sé.
A veces, solo necesita una decisión.
Yo estoy tomando la mía.