Capítulo 1. Dejar atrás
El viaje en avión fue eterno…la compañía, peor. Su ausencia durante casi toda mi vida lo hace casi un completo extraño.
Mi mamá me jodió a lo grande. No sólo se murió y me dejo completamente abandonada sino que preparó todo en un perfecto plan siniestro para que yo termine con el. No solamente voy a tener que aguantar su presencia sino la de su otra familia. La rubia platinada que tiene por mujer y sus hijos insoportables. Mi único recuerdo de ellos, de las pocas veces que visité su casa, es de cómo les gustaba tirarme de mis trenzas. Idiotas. Ni hablar de la hija que tienen en común. Mi media hermana. Estoy segura que me odia, jamás levanto el teléfono siquiera para decirme feliz cumpleaños. Ahora que lo pienso es mejor así. De otra manera hubiera significado que tenga que llamarla también.
Familia nueva. Cuidad nueva. Escuela nueva. Vida nueva.
Ya la odio.
El se había aparecido cuando las cosas se habían puesto mal de verdad. Mamá ya no se levantaba y al final terminó en una cama de hospital sus últimos días. Ni quiero recordar esa parte. Pero de alguna forma fué un alivio verlo encargarse de eso porque yo no sabía que hacer. Lo único que quería era salir corriendo en cualquier dirección para no ver lo que estaba frente a mi. Las imágenes del entierro están borrosas en mi mente, realmente no quería estar ahí. Mi cuerpo estuvo presente pero mi mente se la paso en cualquier parte. Dos días después de eso, empaqueté todo lo que tenía con su ayuda y nos vinimos. Vendimos un par de cosas que no pudimos traer y todo eso fue a parar a una cuenta bancaría que abrió para mi, solo para utilizar cuando sea mayor. Ni me interesa hacerlo. Nunca me sentí motivada por la plata. Y por los objetos, no me importó tampoco. No quiero recuerdos, todos los que necesito están en mi mente. Y estoy haciendo un esfuerzo enorme para guardarlos en algún rincón y no traerlos muy seguido a flote.
Mamá te extraño.
-Helena te preparó el cuarto, claro que si no te gusta algo, le decís y podes cambiarlo a tu gusto -dice sin despegar la vista de la autopista. El viaje en auto esta resultando peor que el avión. Al menos ahí había otras personas, acá estoy acorralada por un hombre con el que comparto cierto parecido pero apenas conozco. Si no tuviéramos los mismos ojos azules y pelo castaño, dudaría que fuese su hija.
-Que bien -respondo para aplacarlo. De tanto en tanto me mira para ver si aún estoy cuerda. No lo tolero así que me limito a mirar por la ventana. El cielo está vestido de un gris triste en esta parte del mundo, como yo casi. Empiezan a caer las primeras gotas de lluvia que chocan sobre el asfalto. Estoy empezando a odiar esta cuidad y aún no puse un pie en ella.
No pienses en todo lo que tenías. No pienses en tus amigos, ni en la casa que dejaste atrás. Ya no existe.
Cierro los ojos y hago que duermo para no ver, para no tener que hablar. Realmente estoy haciendo un buen trabajo porque en algún momento sin saber como o porque no siento nada, y duermo en paz.
*****
-Bella durmiente, a levantarse - la voz proviene de algún lugar lejano y lucho por ignorarla. Estoy hundida en un sueño profundo y mi cuerpo se niega a responder - la comida está lista.
¿Debería reconocer esa voz? Probablemente.
En un esfuerzo de mi parte abro los ojos para ver la figura sentada sobre el borde de una cama enorme con un acolchado rosa espantoso. Me siento en ella completamente embobada sin estar segura de donde estoy
-Supongo que sos de las que babean mientras duermen, ¿Fue un buen sueño?. Debí estar en el en alguna parte- dice guiñando un ojo. El chico alto de ojos verdes frente a mi tiene cierto parecido a alguien que ya conozco. Su pelo negro esta largo y le caen mechones sobre la cara. Lo miro por segunda vez y me doy cuenta que es enorme, tiene una espalda tan grande que podrían ser dos personas juntas. ¿Qué le dan de comer?. Dios. Tiene poco tacto para las bromas y una muy mala noción de respeto por el espacio personal porque lo tengo casi encima mío.
-¿Sebastián?- digo aún incrédula. Tiene que ser uno de los hijos de Helena. La última vez que los vi tendrían seis o siete años. Tal vez ocho. Cuando papá se casó con ella, fueron a vivir todos juntos y casi que los adoptó como hijos propios. Todos tenemos mas o menos la misma edad pero el definitivamente me había ganando en la parte del crecimiento.
-Nop, Ignacio. Sebastián es el más feo de los dos -dice dándome una sonrisa- Por cierto, la última vez que te vi tenias trenzas y un vestido azul marino. Casi no cambiaste en nada.
-La última vez que te vi eras un enano que estaba todo arañado por levantar al gato por la cola -devuelvo la ironía con una media sonrisa. El parece divertido.
-Me encanta tu sutileza. Bueno, en fin, me alegro que estés acá babeada y todo. Sé que puedo provocar eso -guiña el ojo de nuevo, ¿es un maldito tic que tiene?. Ya van cinco minutos y tengo ganas de golpearlo - Mamá redecoró tantas veces este cuarto que pensé que ibas a terminar durmiendo en la biblioteca. Aunque siempre podés quedarte en mi cuarto, no me molesta compartir.
Evado la ironía y doy un vistazo a la habitación. Dios mío. Es todo de diferentes tonalidades de rosa. Las paredes, las cortinas, la cama, un sillón cerca de la ventana y flores, muchas flores en todos lados. Odio el rosa. Odio las flores. Parece un cuarto para una nena de siete años. El nota mi cara de asco enseguida.
-Si, tiene muchas cualidades pero la decoración definitivamente no es lo suyo- se ríe de mi expresión contrariada - no te preocupes, se puede cambiar mujer.
-No me importa, da igual- contesto sin importancia.
- Vamos a comer, es muy pronto para que me pongas ojos tristes. No me gusta ver a la gente llorar.
-No voy a llorar -enfatizo- y menos por la decoración.
-Como digas corazón, a comer ahora. Mamá me va a asesinar si no te llevo a la mesa- empieza a tirar de mi mano para que salga de la cama. Me deshago de su agarre tan rápido como puedo. Es realmente fuerte,¿Qué estuvo haciendo todo este tiempo?.
-No tengo hambre, gracias.
-Mmmmm, nop. Respuesta incorrecta, vamos -prácticamente me saca de la cama de un tirón.
-Eyyy, puedo caminar ¿ok?. Realmente no tengo ganas de comer.
-Al menos sentate en la mesa, por ahí te agarre hambre entonces. Juro que mamá es mejor cocinera que decoradora - me da un leve empujón por la espalda para que camine. Ya me está sacando de las casillas y estuve dos minutos con el, es peor que cuando me tiraba de las trenzas para hacerme gritar. Es más alto y mas fuerte que yo también, quedo terriblemente pequeña al lado suyo. Tal vez sea una mala idea ir en su contra aunque por alguna razón no siento ni un poco de miedo al lado suyo.
Lo sigo porque no tengo ganas de pelear.
-Por cierto, Roma- dice detrás de mi- realmente me alegro que estés acá.
Al menos uno de nosotros lo está.