Capítulo 13 parte dos. Corre hacia mí. Corre de mí
-Quiero saber que pasó, tenés dos minutos para hablar antes de que llame al colegio.
La suerte no está de mi lado hoy ¿cuáles eran las chances de que papá llegara cuando estoy cruzando la puerta? Jamás viene a casa tan temprano y justo hoy sale antes del trabajo.
Genial
Está enojado. Esta más que enojado. Sus ojos solo muestran frialdad. Él no es así, nunca. Pero considerando que vengo colmando su paciencia desde hace un tiempo, lo más probable es que ya este harto de mí.
No puedo culparlo.
No estoy siendo una persona fácil de llevar, lo sé. Pero en algún momento perdí el volante de mi propia vida y toda acción parece impulsada por alguien que no soy yo. Estoy siendo arrastrada en busca de pésimas decisiones y no hago nada para detenerlo.
No estoy segura de querer detenerlo. En algún momento perdí voluntad de jugar a este juego. Todo tiene el mismo fin después de todo.
Su mirada fija pega como un cachetazo. Jamás pensé que me importaría tanto. Y aun así no puedo decirle la verdad. ¿Cómo le explico que me agarre de los pelos y algo más con otra chica por el amor de su hijastro? Esa sería una gran charla. Una que nunca quiero tener.
Evadiré cualquier detalle y cruzo los dedos porque se lo trague
-Me caí en la vereda- miento sabiendo de que no hay forma en este mundo de que crea semejante pavada. Pero es lo primero que sale de mi boca y tengo que sostenerlo como sea. Estamos en la biblioteca, un pequeño espacio que papá usa como despacho. Siento que hasta las imitaciones de Monet que cuelgan en la pared están juzgándome por mentirosa. El lugar tiene un horrible parecido a la oficina de un director, y como en esos casos, de acá tampoco voy a salir sin pagar.
-No me digas –detecto la ironía en su voz- ¿la vereda saco un puño de lo profundo y te lo clavo en la cara? No mueve un musculo del rostro al decirlo. Sus ojos azules, mis propios ojos azules son hielo.
Era obvio que no lo iba a creer pero tenía que intentarlo a menos.
-¿De qué se trata todo esto Roma? Haces nada en el colegio, ni siquiera te molestas en escribir tu nombre en los exámenes. Venís así, dios vaya a saber qué fue lo que te paso. Helena te sigue por toda la casa para intentar que comas algo. ¿Me podes explicar que está pasando? No te sigo en nada. Ya no.
-Siempre podes devolverme y no buscarme por otros diez años, papá.
No sé porque lo digo. El comentario lo desequilibra por un momento. A ambos, creo. Rompe el iceberg que se había construido entre los dos. Ahora se ve dolido y me siento pésimo. No quería hacer eso…
Solo…
No tengo idea de nada.
-¿Por qué no me decís realmente que es lo que te molesta?
-Nada me molesta.
Salvo que estés como un perro bulldog contándome los pasos sin dejarme respirar.
-No es cierto. Quiero que lo digas. Basta de evasivas.
-No hay nada que decir- respondo irritada. Sé que no es cierto pero estoy estancada, No puedo hundir la verdad ni hacer flotar la mentira.
-Yo no fui el que no quiso traerte, vos no querías volver…
No, No eso. No ahora.
-Papá, déjalo ir. No tiene importancia que…