3. Sangre

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El cielo gris, la débil llovizna, esa canción triste y la mente perturbada por tantas preguntas sin respuestas, llenaban el pecho de Roby de incertidumbre y angustia.

No era normal en él sentirse tan aplastado por las circunstancias, pero sentía que su vida pendía de un hilo. De un hilo atado al maldito globo rojo.

Tenía que encontrar al maniático detrás del payaso, porque la sangre inocente que manchaba sus manos, clamaba por justicia desde la tierra. Pensaba en las familias de los niños y el dolor que sentían, y en su interior sentía que era su obligación hacer justicia. ¿Por qué? No sabía bien el porqué, solo sabía que si no hacía nada, no podría volver a estar en paz.

Estacionando el automóvil a unas cuadras de la residencia Parsons, se colocó la chaqueta y rogó que Marla no lo echara de la casa. Miguel le había informado que ella estaría sola unos días, porque su esposo había salido de la ciudad por cuestiones de trabajo y ese era el momento ideal para llegar a ella.

No estaba seguro de cómo iba a encarar la situación, pero confiaba en su poder elocuencia y en la capacidad de conectar con las personas. Sabía que si el comisario se enteraba, iba a dejarlo sin trabajo. Sin embargo, estaba decidido a jugarse el todo por el todo.

Cruzó la verja y siguió el camino de piedras lajas hasta el pórtico. Allí estaba una de las empleadas, tratando de borrar la palabra: "Asesina" de la puerta principal.

Haciéndose pasar por un mensajero, le enseñó un sobre grande y pidió hablar con la señora de la casa. La mujer lo miraba con desconfianza mientras le repetía, que tenía instrucciones de no molestar a su patrona. Roby acortó la distancia y sonriendo amistoso, insistió en la importancia del mensaje.

Así estuvieron unos minutos en un tira y afloje, hasta que la mujer dándose por vencida, dijo que iba a avisarle a Marla de su presencia.

Sin perder el tiempo, Roby tomó una fotografía de la puerta. También notó que habían rastros de huevos en el piso del pórtico y una pila de bolsas de basura en un costado de la casa.

Esa era la forma en la que los vecinos mostraban su odio hacia la familia. Gran parte de la comunidad hacía responsable a los Parsons del infanticidio y según las averiguaciones de Miguel, algunos padres de las víctimas, estaban incitando a la comunidad a mostrar su desprecio y estaban presionando al intendente para que los echara del pueblo.

Los gritos de auxilio pusieron en alerta sus sentidos, y entró en la casa. Desde lo alto de la escalera, la empleada pedía ayuda agitando los brazos. Roby subió las escaleras corriendo y siguió a la mujer hasta la última habitación del ala derecha.

Encontrar a Marla flotando desnuda dentro de la bañera, fue un gran impacto visual. Se había cortado las muñecas y su sangre teñía las fragantes aguas.

La expresión en su rostro, le recordó a la "Ophelia muerta" de John Everett Millais.

Luego de la impresión momentánea, sacó a Marla del agua y le dijo a la mujer que llamara a emergencias.

Marla había perdido mucha sangre y aunque su pronóstico no era del todo favorable, el médico le aseguró que si ella conseguía pasar de esa noche, tal vez tendría chances de vivir. Roby le agradeció por su trabajo y dijo que iba a quedarse allí a la espera de alguna novedad.

Unos minutos después el comisario llegó cargando un humor de mil demonios y comenzó una retahíla en contra de Roby, que llamó la atención del personal del hospital y de algunos pacientes.

—A mi no me grite —lo cortó y acercándose mucho logró intimidar al comisario, que no esperaba esa reacción —. Ahora mismo usted no tiene ninguna autoridad sobre mí y si me vuelve a gritar, me voy a olvidar de que alguna vez le tuve un poco de respeto.

—Te voy a hundir y no me importa que seas el nieto de...

—Haga lo que tenga que hacer, ya veremos al final quien pierde más.

El comisario se alejó masticando rabia y Roby lejos de sentirse intimidado, suspiró aliviado. Pero el alivio le duró poco cuando vio a Inés caminando hacia él. Había olvidado que ella trabajaba en ese hospital y cruzándose de brazos esperó a que ella lo saludara primero.

—Hola —sonrió incómoda. —. Qué sorpresa más conveniente. Estaba a punto de llamar a Miguel, para pedirle tu número.

—Hola —carraspeó —. No cambié de número.

—De todos modos es mejor hablar esto en persona. ¿Aceptás un café?

—No, creo que no es buena idea. ¿Qué necesitabas decirme?

—Okey —trató de volver a sonreír, pero no pudo —. En fin, ¿te acordás de la vieja Amalia?

— ¿La bruja del bajo?

—Sí. Esa misma. Verás, hace unos dias la ingresaron con heridas de quemaduras. Hoy me tocó hacerle las curaciones y está sanando bien.

— ¿Y eso que tiene que ver conmigo?

—Ella me pidió que te dijera que quiere verte. Está en la habitación 56.

Roby iba a responder cuando unos pasos llamaron la atención de ambos. Al girar la cabeza, se topó con la mirada de Álvarez.

—Hola, Roby.

—Hola —él sonrió sin darse cuenta.

Lux In Tenebris Donde viven las historias. Descúbrelo ahora