14. El beso de la muerte

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Las horas pasaban muy lentas, demasiado lentas, y afuera no dejaba de llover. Roby sorbió la taza de café y se quedó unos instantes mirando la libreta, había repasado miles de veces el cuadro sinóptico y seguía sin poder conectar a Marla Parsons con Antonio Miller.

¿En dónde se habrían conocido?

¿En la escuela?

¿En el orfanato?

¿Habían tenido algún tipo de relación turbio romántica?

¿Antonio Miller era el payaso?

Por momentos pensaba en lo que le había dicho Amalia y volvía a caer en la duda. Odiaba estar buceando en aguas inciertas y el hecho de no poder hablar con Marla, solo aumentaba sus temores.

Una hora atrás, había llamado al hospital para saber sobre el estado de ella, pero quien le atendió la llamada solo le dijo que la señora Parsons, había sido trasladada a una clínica privada.

Frustrado dejó el lápiz sobre la hoja garabateada y abandonó el sofá para lavar la taza. De camino a la cocina, sintió como se le erizaban los vellos de la nuca y al darse la vuelta, vio a Carbonilla sentado en la mesa, mirándolo con una extraña fijeza.

El gato empezó a maullar y el sonido que emitía se asemejaba al llanto de un bebé. Roby trató de ignorarlo, pero el pulso se le aceleró cuando entre los maullidos, escuchó su nombre pronunciado por una voz espectral.

— ¡Callate! —gritó exasperado.

Carbonilla saltando hacia él, trató de arañarlo y Roby no tuvo más opción que ahuyentarlo con la escoba. El endemoniado gato salió corriendo hacia la habitación.
Asomándose, con precaución, a la puerta solo vio a Amalia y supuso que el gato se habría refugiado debajo de la cama.

—Su gato se volvió loco —dijo y le llamó la atención que la anciana no le respondiera.

Caminó hasta la cama y pudo verla mejor. Sus ojos bien abiertos, estaban fijos hacia el techo y tenía la mandíbula desencajada.

Inútilmente volvió a hablarle, al tiempo que le chequeaba el pulso. La bruja del bajo había muerto, en algún momento de la tarde mientras él, en el cuarto contiguo, se devanaba los sesos con sus teorías.

¿Habría sufrido un ataque cardíaco?

Por la expresión de su rostro compungido, imaginó que la Muerte la había despertado y que Amalia dejó este mundo gritando en silencio.

—Perdón... —fue lo único que pudo decir.

La ambulancia llegó sin hacer ruido y mientras los paramédicos realizaban su trabajo, Roby aguardó en el comedor, en compañía de dos oficiales de la policía.

Ibáñez se había ubicado en un rincón de la habitación y observaba a Roby, que estaba respondiendo las preguntas del oficial González.

Una parte suya tenía ganas de golpearlo hasta cansarse, porque lo culpaba del ataque que había sufrido Álvarez. Aunque en realidad su desprecio por Roby estaba más relacionado con los celos. Apretando los puños hasta que los nudillos quedaron blancos, se acercó a Roby y sin sutileza le pidió que hablaran a solas.

Valente salió al patio y encendió un cigarrillo. Su mente estaba sumida en una nebulosa y sentía un molesto dolor en el pecho. La muerte de Amalia, de un modo inesperado, le estaba afectando al punto que luchaba por contener las lágrimas.

—Tu payaso asesino, le dio una paliza a Álvarez en el cementerio.

— ¿Qué? —parpadeó para ver mejor a Ibáñez.

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