Las gotas de lluvia dibujaban líneas irregulares en el vidrio de la cafetería, y sin darse cuenta Paula persiguió a una de ellas con el dedo índice. Luego apartó la mirada y se concentró en Roby que acababa de tomar asiento frente a ella. Antes de que él pudiera hablar, una simpática moza se les acercó con el menú.
—Dos cafés, gracias —dijo Roby impaciente y esperó a que la mujer se aleje —. Perdón, es que tenía que hacer una llamada muy importante.
—No hay drama —inclinándose buscó su mirada —¿Estás bien?
—No, la verdad es que me siento bastante abrumado.
—Si querés, me podés contar qué está pasando cuando te sientas mejor.
—No, no tiene caso postergar este asunto. Es más, creo que si lo saco de adentro me voy a sentir mejor.
—Te escucho.
Roby le contó de Amalia, de su mala fama como la bruja del bajo y de como su abuela le había advertido, miles de veces, que no se acercara a ella. También habló de la historia sobre Fátima y sus hermanos. Le habló de la visión de Amalia en el fuego, que lo involucraba porque al parecer él también estaba en la lista de vidas por cobrar de ese sujeto, por ser "una espina en su pie". Lo cual lo llevó a pensar en el payaso asesino, porque no podía recordar otro suceso con algún delincuente que quisiera vengarse.
—Supongamos que la señora te tiró data del posible asesino, pero hay cosas que no cuadran del todo. ¿Por qué mató a los nenitos en el cumpleaños de Leo Parsons?
—Y, hasta que no hable con Marla, no voy a poder empezar a hilar esta historia.
— ¿Qué te dijo el médico?
—Marla está complicada y debe sobrevivir a esta noche para tener chance de vivir —se rascó la mandíbula nervioso —. Hablé con Miguel, él va a intentar recabar información sobre esa tal Fátima y el hermano.
— ¿Y qué vas a hacer con la señora Amalia? Según ella, el asesino viene a buscarla.
—La voy a mantener vigilada. Si ella está diciendo la verdad, entonces no puedo dejar pasar la oportunidad, de agarrar al maldito con las manos en la masa.
—Contá conmigo —dijo y posó su mano en la de Roby —. Vamos a atrapar a este mal parido.
Lejos de sentirse incómodo, dio vuelta la mano y atrapó la mano de Paula. Se veía tan pequeña, casi infantil, entre sus largos dedos y la miró a los ojos. Esos bellos ojos negros que lo miraban con devoción y sintió algo extraño en el pecho. Algo que no quería sentir, sin embargo no fue capaz de apartar la mano y mucho menos de apartar los sentimientos de su corazón.
—No quiero que arriesgues ni tu vida ni tu carrera en la fuerza por mi culpa.
—Voy a estar bien. No soy una "flojita"— sonrió—. Cuando en casa dije que iba a ser policía, nadie creyó en mí, pero acá estoy. Me gradué con honores y soy muy buena en lo que hago.
—Eso lo sé.
—Si me pongo a tu disposición es porque creo en vos y tu deseo de justicia es también el mío. Ese monstruo fue capaz de matar a niños inocentes y yo quiero verlo pudrirse en la cárcel.
De acuerdo. Vamos a disfrutar de este café y después te llevo a tu casa. Esta noche va a ser muy larga y es mejor que descansemos un poco antes de la vigilia.
El humo de los muchos cigarrillos que Miguel se había fumado, formaban una espesa nube a su alrededor. Sentado en frente a una computadora llevaba más de dos horas, tratando de encontrar algo sobre el asesinato de un bebé en manos de su padre. De pronto sintió una mano en la espalda y elevó los ojos. Se encontró con el rostro marchito de la señora Clara, la jefa del archivo del diario "La voz sureña" sitio en donde él se desempeñaba como editor de contenidos y sacándose los anteojos le sonrió.
—Faltan diez minutos para el cierre.
—Se me fue la hora, perdón.
— ¿Qué es lo que tanto buscas?
—Busco información sobre la muerte de un bebé en manos del padre alcohólico. No sé bien en qué año sucedió, pero calculo que pasó hace más de diez años. Ya revisé los archivos digitales, pero tal vez esté en físico. Ayúdeme, Clarita.
La señora Clara ocupó la silla vacía junto a Miguel y se quedó unos minutos en silencio, como si estuviera buscando en los archivos de su mente. Luego la vio sonreír con amargura y él supo que algo de mucha importancia le sería revelado.
—El pequeño Jacinto Luna. ¡Pobre almita inocente!
— ¿Recuerda la fecha exacta?
—No salió en el diario. Era una familia muy humilde y a nadie le importó mucho su muerte. Era época de elecciones y no había lugar para otras noticias, menos una de esa índole. Pero algunos vecinos, no nos olvidamos de esa muerte.
— ¿Tenía más hermanos?
—Si, dos. Fátima y Antonio. Los adoptó una familia de plata y se fueron de la ciudad.
— ¿Sabe el apellido de esa familia?
—No, no me acuerdo en estos momentos.
—Bueno, Clarita, esa memoria suya es más valiosa que todos estos archivos juntos. ¿Sabe qué? Le dejo como tarea recordar el apellido de esa familia —le dio un beso en la frente y recogiendo sus cosas salió del gran recinto.
Clara se quedó unos minutos sentada, con la mirada perdida en algún punto imaginario del escritorio y luego suspiró. Últimamente los recuerdos se mezclaban, y confundía los tiempos, era señal de que la lucidez, de su antes excelente memoria, estaba agotándose y necesitaba la jubilación más de lo que se atrevía a reconocer. Sin embargo al recordar a Jacinto, todo el caos mental se había acomodado y ese dolor que nunca dejó de molestarla la pinchaba más fuerte. Era la culpa de haber abandonado a su suerte, a los hijos de su antigua amiga.
La culpa era un veneno de trabajo lento y ella ya no tenía fuerzas para justificar la cobardía de aquellos años. Después de todo, era solo una jovencita que gracias a su esfuerzo había estudiado para salir del barrio, en cambio Mariana se había quedado estancada allí en el lodazal de la miseria, por culpa de un amor que solo la llevó a la desgracia.
—La cosas que hacemos por amor...
La anciana dejó la silla y miró en derredor antes de apagar las luces. Esa era la última vez que estaría allí en su archivo, solo que ella no lo sabía, porque estaba destinada a morir esa misma noche en un accidente de tránsito, tal como le había predicho la bruja del bajo, en sus años mozos cuando ella y Mariana le hacían los mandados.
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Lux In Tenebris
Mystery / ThrillerUna fiesta de cumpleaños infantil que termina en tragedia, sacude tranquilidad de una pequeña ciudad, y el oficial de la policía Roby Valente siente que es su obligación encontrar al asesino, que ocultando su identidad bajo un disfraz de payaso. fue...