—sabes que no necesitas comprarme todo lo que me guste, ¿verdad?
le preguntó al chico.
hace dos horas que estaban en el centro comercial. una hora y media la usaron exclusivamente para almorzar, los treinta minutos restantes estuvieron caminando de aquí para allá, viendo las tiendas, ingresando a algunas. (n) se probaba ropa, sanzu le preguntaba si le gustaba y lo usaría, si la respuesta era un »sí« entonces automáticamente lo llevaba a la caja para comprarlo.—me gusta consentirte.
fue su respuesta.
caminaban agarrados de la mano, haruchiyo quería dejar bien en claro que semejante belleza era suya y sólo suya. aquél que se atreviera a siquiera dirigirle un segundo la mirada se llevaría un golpe, no le importaba en lo absoluto crear alborto en medio de un lugar público.—¿cuándo dejarás que te compre algo yo a ti?, vengo esperando que mires aunque sea un microsegundo una prenda o algo, para comprartelo.
—no necesitas, linda. me alcanza y sobra con que estés a mi lado. pero si te interesa saber qué darme para consentirme, te daré una pista: tiene que ver con tus labios.
(n) rió y se acercó al otro para depositar un rápido beso en los labios contrarios. sanzu sonrió, dando un ligero apretón a la mano de ella.
—mira ese vestido.
el pelirosa detuvo su caminata, obligando a que la otra lo hiciera también. se puso a su lado, observando dicha prenda que estaba colocada en un maniquí.
era un vestido de color rojo un tanto opaco, con escote en v y la espalda al descubierto. a la fémina se le hacía que le llegarían unos tres dedos por encima de la rodilla.—me gusta.
—te quedaría precioso, aunque cuando lo uses tendré que cuidarte de las miradas lascivas, coqueteos e intentos de toqueteos.
—no seas exagerado, sanzu.
—¿lo soy?
se miraron.
(n) mordió su propio labio inferior, mirando nuevamente al frente. el ajeno tenía razón, no era exagerado, decía la verdad. cuando usaba vestidos en alguna salida con el pelirosa, mínimo se llevaba un piropo.—¿dices que me lo pruebe?
—en realidad ni necesitas hacerlo, apuesto mi vida entera a que te quedará precioso. pero quiero verte.
entraron a la tienda, una de las encargadas se les acercó y la fémina le dijo que quería probarse el vestido del maniquí. la mujer asintió y les pidió que por favor esperaran.
minutos después volvió con el vestido en manos, se lo entregó e indicó dónde se encontraban los probadores. tanto sanzu como ella fueron hasta allá, aunque claro, él se quedó afuera.
(n) fue retirando sus prendas, dejándolas colgando en una percha que tenía al lado. en el proceso dejó situado su celular sobre la pequeña silla que tenía en una esquina, no quería que se le cayera.
se colocó el vestido, encargándose de que estuviera bien acomodado y no hubiera ninguna arruga. entonces, cuando intentó salir del vestidor, sanzu ingresó, haciéndola casi soltar un grito del susto.