Declarar tus sentimientos a alguien, una tarea fácil para los audaces, y difícil para aquellos sensibles que quieren proteger su corazón de un rechazo.
Kim TaeHyung, hipnotizado por la imagen del perfecto Jeon JungKook, era de aquellos audaces, quer...
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Mayo 2016
Si algo odiaba JungKook, eran los tics nerviosos. Pero eso era un problema, pues ahí, en las gradas de un estadio, sentado en la parte de enfrente, admiraba el partido que el equipo de su preparatoria estaba teniendo contra los de la escuela rival; iban a 4 puntos de diferencia y quedaban 32 segundos para que terminara el último cuarto.
Sus manos temblaban con cada aullido de la multitud, y eso no causaba en el más que emoción, por lo cual, él aullaba junto con ellos, y ademas de eso, alzaba los brazos en puños para evitar que las articulaciones de sus dedos moviéndose involuntariamente lo volvieran loco en actitudes que no eran para nada usuales en él.
TaeHyung gritaba desde la banca, como entrenador y capitán que era, las jugadas y consejos rápidos que podía darles a los chicos. Igualmente, los demás jugadores que estaban en la banca se sostenían del cabello o gritaban maldiciones en voz baja –porque eso sería una falta automática que le regalaría un punto al otro equipo– al ver los errores que tenían sus compañeros.
La defensa estaba sobre ellos. Song, el base, botaba alrededor de la línea de tres puntos, buscando a quién lanzarle el pase. Quedaban 7 segundos cuando vio a Yin, uno de los postes, alzando la mano en lo más alto desde una de las esquinas, así que se la dio, y con su último aliento de cordura, observó como éste apuntaba a una canasta de tres puntos que fue encestada en los últimos cuatro segundos.
Tanto los del equipo, como en las gradas, vociferaron su emoción, pero el partido aún no acababa, y el marcador todavía quedaba un punto abajo para ellos, lo que era una certeza dudosa de que terminarían perdiendo.
El equipo contrario sacó el balón al perímetro del centro, pero el botador se comportaba de una manera tan feroz, que acabó por derribar a uno de sus rivales que se había plantado bien el piso para sacar una falta ofensiva y conseguir 2 tiros libres.
Así fue como terminó el partido, con el equipo pasando apenas al rival y con los jugadores siendo obasionados por el público, y ahí estaba TaeHyung, siendo mimado por sus jugadores como el mejor coach y siendo recompensado con litros de agua sobre él, y con JungKook disfrutando de la linda sonrisa que el castaño mostraba entre tanta mulititud.
Luego de entregar las medallas y el trofeo, gracias a que por ese partido fueron ganadores del torneo entre escuelas estatales, el estadio se fue vaciando poco a poco. JungKook funcionó como consejero de JiHyo mientras se hacía la limpieza del lugar y se cerraban algunos pendientes de la liga. Tardó un poco más de lo necesario, y en consecuencia, TaeHyung le abrió la puerta del piloto con un puchero malgeniado.
—Perdón por hacerte esperar—dijo ante la actitud, viendo el puchero que el menor le mostraba de forma tierna—Vamos, no te molestes.
—Terminar Candy Crush hubiera tardado menos—bromeó, abultando sus mejillas y sus labios agrandándose por el berrinche.
