17-| Tranquila, ardillita ;)

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Una vez terminamos de desayunar y de darnos una ducha decidimos salir de una vez por todas, nos despedimos de mi abuela diciendo que nosotras llevaríamos la cena cuando volviéramos y que luego quizá podríamos ver alguna película antes de que nos v...

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Una vez terminamos de desayunar y de darnos una ducha decidimos salir de una vez por todas, nos despedimos de mi abuela diciendo que nosotras llevaríamos la cena cuando volviéramos y que luego quizá podríamos ver alguna película antes de que nos vayamos, aceptó y se despidió para irse de una vez a la fiesta de la iglesia.

Hacía bastante frío afuera pero no habíamos traído otra cosa que no fuera pantalones cortos y remeras sin mangas, salvó por alguno que otro buzo fino para las noches.

En mi defensa no creí que aquí iba a hacer tanto frío, creí que era igual que en Solencia porque el pueblo queda relativamente cerca. Veo que me equivocaba, hacia un frío de cagarse.

«No seas exagerada»

Es imposible.

La playa estaba casi desierta, habían un par de parejas caminando por la orilla del mar y un par de niños corriendo de arriba hacía abajo, mientras uno los perseguía para mancharlos y ganar el juego.

Mia y yo nos habíamos alejado de las personas, ambas llevábamos pantalones cortos de mezclilla y unas camperas rompe viento que le robamos a mi abuela. Le había propuesto dejar su bastón en casa ya que quizás sería incómodo usarlo en la playa y para que se sintiera un poco más libre al caminar sin nada en manos.

Me costó pero terminó asintiendo con la condición de que la tomaría todo el tiempo de la mano, según ella temía que me alejara mucho y se perdiera. Aún no se acostumbraba mucho a la ciudad y seguía teniendo el miedo de perderse, era entendible.

—Espera un segundo.

Solté su mano y dejé que tomará mi teléfono y el libro para tener las manos libres al subir a las rocas.

La playa tenía unas gigantes rocas en su lado derecho, tenías que caminar bastante para encontralas y subir era más complicado, si lograbas pasar la primera roca te encontrarás con una pequeña cueva, si la cruzas te da a otro lado de la playa, un lado más cerrado y más silencio.

Es complicado llegar allí pero con mi abuelo íbamos siempre cuando yo era más pequeña. Antes de que el muriera venía todos los veranos e inviernos que podía, me quedaba aquí los tres meses de vacaciones de verano y las dos semanas de invierno porque sabía que mi familia no era de visitar a mis abuelos muy seguido y me daba pena que estuvieran tan solos. Pero cuando el abuelo murió dejé de venir tan seguido, si venía era porque mi abuela me lo pedía.

—Dame las cosas— pedí una vez arriba de una pequeña montaña, Mia me hizo caso.

Dejé el libro y nuestros teléfonos a un lado para estirar mis manos en su dirección.

—Toma mi mano.

Con torpeza lo hizo, le advertí que tuviera cuidado y tiré de ella para que se subiera conmigo, tomé su cintura con mi brazo y metí nuestras cosas dentro de mi campera, una vez preparadas comenzamos a subir la roca, metiendo los pies en huecos hasta lograr llegar a la cima y de ahí bajar al otro lado.

Léeme En Braille, Mia [LIBRO 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora