3-| ¡Buenos días...o bueno, solo días

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—¡Kate!

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—¡Kate!....¡KATHERINE!.

Grité, no sabía bien si por el golpe que me di al caer de la cama o por el dolor punzante en mi oído.

La suave alfombra de pelos color morado me hacía cosquillas por todo el cuello, y el olor a dulces inundó mis fosas nasales.

La habitación de Alana siempre olía dulce y bien, cada vez que venía ponía mi vela favorita porque sabía que me gustaba y la prendía yo misma mientras ella se metía de bañar porque siempre venía luego de su internamiento de boxeo.

Había insistido muchas veces para que me dejara ir a verla, pero lo máximo que conseguía era alguna foto o video de ella, no le gustaba que estuviera tan cerca en lugares públicos.

Llevé mi mano a mi oído en lo que me quejaba por el golpe en mi mejilla y en mi estómago. La cabeza de Alana se asomó por arriba su cama.

—¿Estás bien?— me preguntó preocupada, asentí mientras volvía a abrir los ojos, fruncí el ceño.

—¿Porque hiciste eso?— pregunté sentandome en el suelo, volvió a incorporarse para que no nos golpeemos la cabeza.

—Mis padres llegarán en 10 minutos y no pueden verte aquí. Llegaremos antes a la escuela— me avisó mientras se levantaba de la cama y abría un cajón de su armario.

—¿Y era necesario empujarme de la cama?.

—En mi defensa yo solo grité, tu te caiste— se defendió poniéndose un brasier.

Los recuerdos de la noche anterior estaban borrosos; los labios de Alana contra los míos, la ropa desapareciendo de nuestros cuerpos y cayendo al suelo, mis manos recorriendo su cuerpo y las suyas empujandome hacía la cama.

Con Alana comenzamos a hacerlo desde el año pasado, yo aún tenía 16 y ella 15 casi 16, quería experimentar para saber su orientación sexual y yo creí que solo sería un beso así que le seguí el juego. Por supuesto que no había pensado que la que verdaderamente se enamorara de la otra iba a ser yo y no ella, las vueltas de la vida ¿No?.

Claro que no fue solo eso ¡Pero en mi defensa! Le había puesto un alto en cuanto cumplí los 17, y en serio lo estábamos cumpliendo pero...bueno.

«Cualquiera puede tener un desliz»

—Rápido Kate— se quejó la rubia en lo que comenzaba a ponerse su remera, bufé.

—¡Ya voy, tú no tienes un golpe en la mejilla!— me quejé sentandome en la cama, poniendo mi brasier en su lugar.

Volteó a mirarme terminando de poner su falda, sus ojos se abrieron como platos y se acercó a mi con rapidez, sentandose en la cama a una considerable distancia de mí.

Me obligué a tragarme el dolor que me causó esa acción.

—¡Dios!— llevó sus dedos a mi pómulo, me alejé de inmediato al sentir un fuerte dolor allí— Tienes un moretón, termina de vestirte y ven a bajo a ponerte algo de hielo.

Léeme En Braille, Mia [LIBRO 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora