- ¿Puedo pasar?
La máxima ministra se giró hacia la fuente de esa voz y la vio: una joven de diecisiete años, cabello castaño y ojos azules que vestía un hábito de monja. Esta chica estaba de pie junto a la puerta que conectaba el recibidor con la alcoba. Administrator, quien estaba de pie leyendo unos papeles, los dejó en la mesa y contestó a la joven, demostrando lo preocupada que había estado en cada palabra que le dijo:
- Por supuesto que sí, Miyo. ¿Dónde estuviste ayer? - dijo con una expresión de calma, como si quisiera ocultar que casi se le quiebra la voz en la pregunta que le hizo al final.
- Hay algo que... tengo que pedirle... - agregó la monja de cabellos castaños caminando decididamente hacia su maestra.
Miyo sostuvo sus propias manos a la altura de su pecho, una posición muy parecida a la que hacía cuando rezaba, miró a Quinella a los ojos como implorando discretamente y le dijo:
- Quinella-sama, por favor, déjeme estar para siempre con usted.
Quinella, quien no se lo esperaba, recuperó su habitual y divina calma, aunque sintiéndose más tranquila por dentro y le contestó:
- Por supuesto que sí. - una leve sonrisa afloraba en sus labios y Miyo no pudo evitar sentir un poco de vergüenza por la pregunta que acababa de formular. Sin embargo, la voz de la recientemente autoproclamada clérigo mayor la sacó de sus pensamientos.
- Pero, dime, Miyo. ¿A qué te refieres exactamente?
No sabía si era hora. Ni siquiera sabía si era el momento indicado, pero era mejor si simplemente lo decía ya. Sería mejor si Miyo se enterase ya de que existía esa posibilidad. De todas formas, era probable que Miyo solo estuviera pensando en acompañarla por el resto de su limitada existencia mortal. Quinella no tendría problemas con eso, pero... era mejor si primero le ampliaba el panorama.
- ¿Disculpe? - preguntó Miyo tímidamente. Casi lamentando haber hecho una petición tan rara.
Administrator suspiró sin dejar de sonreir. Esa sonrisa que calmaba multitudes y agitaba los corazones de quien la viera desde hacía tantos años ya. Se la dedicó a Miyo, como indicándole que todo estaba bien y que no había de qué avergonzarse.
- Miyo, lo que quiero decir es ... ¿Quieres acompañarme hasta que envejezcas y mueras o... - entrecerró sus brillantes ojos lilas - prefieres acompañarme para siempre, sin envejecer ni morir?
- ¿Es eso posible? - inquirió la joven monja con un ligero asombro aflorando en su expresión.
- Por supuesto que sí. - repuso Administrator caminando lentamente hacia uno de los sofás donde habían conversado la noche anterior y haciéndole una seña para que viniera. En verdad estaba cómoda con la situación. Miyo estaba dispuesta a seguirla. No dudaba que ella quisiera estar a su lado por la eternidad, pero necesitaba confirmarlo. Incluso si no era así. Estaba bien, el que quisiera acompañarla por el resto de su vida era más que suficiente para ella.
Miyo tomó asiento a menos de diez centímetros de su maestra en el sofá mientras la escuchaba:
- Retrocedí el tiempo en mí misma, lo detuve y maximicé mi durabilidad, volviéndola independiente de mi aspecto. ¿Por qué no haría lo mismo contigo?
- Pero... ¿estaría bien?
Administrator ladeó la cabeza.
- ¿Por qué no? Solo si quieres. Si tu respuesta es no, me encargaré de que tengas una vejez y, en general, una vida cómoda. Estaré a tu lado siempre que lo requieras, por supuesto.
Miyo lo pensó por un momento. Congelar su durabilidad... tal como Quinella-sama. Si hacía eso ya no sería como los demás, pero... Observó a la hermosa mujer de ojos lilas, quien parpadeó brevemente antes de decir sin perder su característica y sobrenatural calma:
- Miyo, no tienes que darme una respuesta ahora. Ya has asimilado mucho en estos días...
- Seguiré con usted. - interrumpió Miyo las palabras de Quinella con una mirada que demostraba que estaba decidida en sus ojos - Yo... estoy de acuerdo en que congele mi durabilidad.
Administrator se encontraba un poco sorprendida. No esperaba una respuesta tan rápida de su alumna.
- ¿Segura? No hay ningún apuro. Puedes tomarte tu tiempo y...
- No, yo... - Miyo continuó mirándola a los ojos, dando a entender que estaba completamente segura de su decisión - quiero estar para siempre con usted. Si usted va a vivir por siempre, yo también quiero hacerlo, a su lado.
Miyo no se lo esperó pero Administrator la abrazó. Nuevamente sentía esos delgados brazos envueltos en el manto que los envolvía. Era... cálido ... y transmitía tranquilidad. Miyo cerró sus ojos y aceptó ese abrazo, dejándose a la merced de la clérigo mayor.
- Gracias, Miyo. - dijo Quinella, antes de enterrar su cabeza en el hombro de Miyo, entonces ajustó un poco más sus brazos alrededor de la monja - En verdad, muchas gracias.
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El cuento de la novicia y la sacerdotisa (fanfic Underworld)
FanfictionHabía una vez una sacerdotisa de mal corazón que solo anhelaba el poder y no sabía cuándo detenerse, un día conoció a una novicia a quien empezó a querer como una hija pero este amor no la salvó cometer un error muy tonto. Lee más para saber más y s...