Llamando a Solus (parte 23)

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- ¿Por qué quieres saber eso? - inquirió la hermosa mujer de ojos lilas posando su mirada en la joven chica que aparentaba su misma edad de cabello castaño y ojos brillantes y azules cual zafiros.

- Solo tengo curiosidad. ¿Qué es eso que usted no puede contarme? - insistió.

- Miyo, no necesitas saber eso por el momento. Creéme. - prosigió la mujer acostumbrada a que la obedezcan. - Te lo diré en cuanto estés lista.

Miyo se quedó en silencio por un momento, dirigió su mirada hacia su maestra y, con mucho tacto, le preguntó:

- Quinella-sama, ¿usted... está bien?

Quinella se vio en aprietos mirando a Miyo por unos segundos, colocó suave y elegantemente su mano izquierda sobre su boca, como cubriendo algo, desvió su mirada de Miyo y contestó: - Por supuesto que sí, Miyo. ¿Por qué no lo estaría?

- Por nada, solo... - Miyo miró al piso - Nada, no es nada.

Se sentía triste e impotente. ¿Por qué no le decía nada? ¿Acaso no sabía que era lo más valioso para ella?

Así terminó una infructuosa conversación con la máxima ministra de la iglesia en esa sombría mañana. Había pasado un día desde que se habían formado los "muros inmortales" y todos en la catedral hablaban de eso. Con toda esa conmoción, Miyo se había atrevido a preguntarle por eso que no le había dicho la otra vez, pero, como ven, no dio ningún resultado. Miyo caminó hacia su escritorio tratando de reprimir un puchero e intentó concentrarse en su lección de hoy.

- ¿En qué parte vas?

La clérigo mayor Administrator se había levantado de su elegante escritorio y ahora caminaba hacia el de su pupila. 

- Artes para controlar el clima. - dijo Miyo sin mostrar ninguna expresión. Administrator tocó con la punta de sus dedos el aire cerca del escritorio de Miyo mientras decía:

- System call ...

Ante la estupefacción de Miyo, una silla digna de la máxima autoridad de la iglesia apareció como por arte de magia en el lugar. Era marrón, de espaldar alto y la base (donde uno se sienta) era acolchada y estaba forrada en una tela rojo intenso, el respaldar también tenía este tipo de colchón. Daba la impresión de estar hecha de madera y esta madera tenía hermosos y finos tallados, una silla con todos estos detalles en un par de segundos. Administrator pareció no mostrar el mínimo interés, o le hizo caso omiso, a todos estos detalles. Se sentó y empezó a hablarle a Miyo centrada en los papeles que reposaban sobre aquella superficie que se extendía frente a ambas.

- ¿Ya dominaste la escritura de los versos sagrados? - inquirió como distraída.

Miyo casi salía de esta estupefacción principal, así que le contestó casi normalmente la pregunta.

- Sí.

- Bien. - dijo su maestra, posando sus increíblemente hermosos ojos lilas en ella, mostrando, al mismo tiempo, una sonrisa - Vamos a la práctica.

***

A pesar de su preocupación, previamente descrita, Miyo no podía dejar de maravillarse por los cambios que había dado su vida desde aquella fatídica mañana en que encontró a Quinella-sama autoproclamándose la clérigo mayor Administrator. Es verdad que estaba sumamente preocupada, pero así como habían cosas sumamente preocupantes, habían cosas sumamente maravillosas. Y sus lecciones privadas de artes sagradas avanzadas con la máxima ministra de la iglesia, eran parte de ellas. 

Después de que Miyo pronunciara el arte sacro para atraer a Solus unas cuantas veces en el balcón del último piso de la Catedral Central, Quinella hizo que abriera su ventana de Stacia personal. La menor aún se encontraba algo confundida por el contraste de que en su pueblo y, en general, junto a las demás monjas, estaba terminantemente prohibido abrir la ventana de Stacia personal de uno y, en cambio, en el piso más alto de la catedral la máxima ministra se lo pedía una y otra vez. Pero a pesar de esto, obedeció y pudo ver el cambio en uno de sus "stats". No era muy difícil deducir que se debía a la práctica de artes sacras cada vez más avanzadas y complejas. Sin embargo, la atención de Miyo se centró en otra cosa.

El cuento de la novicia y la sacerdotisa (fanfic Underworld)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora