El atardecer simboliza el inicio de la noche (parte 13)

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- Y.. aquí nos separamos. 

- Está bien. Hasta mañana, Lady Quinella. - contestó Miyo mientras se retiraba del lado de su maestra, dejándola en compañía de los guardias anteriomente mencionados.

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Miyo ingresó a su habitación sintiéndose muy cansada, solo quería darse un baño y dormir hasta el día siguiente. A pesar de que el día había empezado siendo soleado, aproximadamente a partir del almuerzo el cielo había dejado de ser azul y en varias nubes blancas y largas (nubes estratos) empezaron a cubrir el cielo, convirtiéndolo en un gran lienzo blanco, casi gris. Miyo pensó que tal vez podría tratarse de un mal presagio, pero no había pasado nada... aún... Llevaba puesto el vestido proveído por Lady Quinella todavía cuando oyó una voz familiar proveniente de alguien sentada en el escritorio de la habitación doble.

- Miyo, llegaste. ¿Cómo te fue? - dijo una expectante Thania mientras observaba a Miyo.

Thania y Miyo eran compañeras de habitación desde que eran novicias, se habían acostumbrado rápidamente la una a la otra. Miyo se dejó caer en la cama y emitió un largo suspiro.

- Nunca creí que estudiar unas flores fuera tan trabajoso.

- ¿Entonces la viste? - Thania, a diferencia de Miyo, rebosaba de energía y ahora se inclinaba sobre su amiga y compañera de cuarto, quien estaba recostada en la cama. Miyo preguntó - ¿Qué cosa?

Thania continuó sin inmutarse por la pregunta. 

- La rosa, la flor divina. ¿La viste?

- ¿Verla? - Miyo se sentó lentamente en la cama, al lado de Thania, mientras decía esto. - La tuve entre mis manos, a varias de ellas. - dijo Miyo haciendo un esfuerzo sobrehumano por no caerse dormida mientras pronunciaba estas palabras. 

- ¡No puedo creerlo! - Thania se tapó la boca. - ¿Y cómo es?

- ¿No podemos hablar de esto mañana? - dijo Miyo, rogándole con su tono de voz que dejara el tema. 

- No puedo. - Thania se puso de pie - ¿Cuántas oportunidades tienes de que tu amiga vea la flor divina, o mejor, que experimente con ella? 

Pero Miyo yacía dormida en la cama. Thania suspiró e hizo un puchero. Al menos podría preguntarle a la mañana siguiente. 

Sin embargo, el agradable y reparador sueño de Miyo duró a lo sumo 15 minutos.

- Miyo, despierta. - dijo Thania mientras zarandeaba con suavidad a Miyo - Hoy es tu último día. ¿Recuerdas? El libro que tomaste prestado de la bilbioteca. 

El cielo seguía como antes y Miyo se desperezó. - ¿Cuánto tiempo dormí?

- No mucho, pero te ves mejor que antes.

Y, en efecto, el rostro de Miyo reflejaba haber recibido un poco de descanso. Thania apoyó su barbilla en su mano derecha. - ¿Tan exigente es Lady Quinella?

- Mucho, - Miyo se arregló un poco el cabello. - cada vez que cometía un error, tenía que repetirlo una y otra vez. No sé cuántas flores gastamos. 

- ¿Ahora ya podemos hablar sobre la flor divina? - Thania se acercó.

- ¿Por qué no te lo cuenta en la cena? Lady Quinella dijo que esto sí podía contarlo, así que no hay problema. 

- Así las demás también podrán escuchar. - replicó Thania al igual que una niña a la que le van a dar su tan ansiado premio - Debo decirte que eres una celebridad. Primero, la suma sacerdotisa te da lecciones privadas y ahora eres la primera de nosotras en tocar una rosa. 

- ¿Las monjas tienen prohibido extraer energía sagrada de las rosas?

- No... pero no es algo que se haga todos los días. - Miyo ya se había incorporado, Thania se acercó a ella y tomó sus manos. - Necesito todos los detalles, todos, incluso el más mínimo.

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Miyo volvía de la biblioteca. Acababa de devolver el libro y ahora se había prestado más (Incluso si ahora podía entender una gran parte de la lengua sagrada en la que estaban escritas las artes sagradas, de todas formas era trabajoso estudiarlas, sobretodo memorizarlas. Y Lady Quinella era muy exigente con respecto a memorizarlas. Por algún extraño motivo, esas últimas semanas, parecía más apurada en enseñarle todo lo que tenía planeado. Miyo no sabía por qué.). Llevaba ella ahora cuatro o cinco libros más, la mayoría sobre artes sagradas y los demás sobre historia del imperio, ahora ya le parecía interesante. La otra vez que estudió con Lady Quinella vio la historia desde un punto totalmente distinto, pues la suma sacerdotisa había sido el eje central o, mejor dicho, la causante, de casi todo. De hecho, ella había decidido qué poner en los libros y qué quitar. Ese día, le contó a Miyo un poco al respecto, naturalmente, Miyo tenía terminantemente prohibido contar esos detalles a alguien más. 

"Me gustaría que Lady Quinella me explicara el siguiente capítulo. Ella dijo que si necesitaba ayuda en esa materia, podía recurrir a ella; pero últimamente me da la impresión de que está apurada por algo. Nunca se despega de ese cuaderno donde realiza su investigación. A todo esto, ¿De qué trata su investigación?" pensó Miyo. Su maestra nunca le había permitido leer su cuaderno o saber algo sobre su investigación, solo sabía que tenía que ver con artes sagradas, pues de tanto en tanto ella pronunciaba un "System call" seguido a algunas palabras de las cuales Miyo no conocía el significado. "Lady Quinella no me enseñó todo." pensó "Aún hay palabras que no logro comprender." Miyo sacudió su cabeza y borró todas esas dudas de su mente y corazón "No importa. Es un honor haber recibido lecciones de lenguaje sagrado de la suma sacerdotisa, aunque sea un poco. Ya puedo comprender mejor las artes sagradas de esta forma. Si Lady Quinella no me ha enseñado más sobre eso, debe ser por algo. Ella nunca me enseñaría algo que no pudiera entender."

Miyo soltó sus libros y corrió a toda velocidad hacia las escaleras que conducían a los pisos superiores, mejor dicho, hacia cierta figura que se tambaleaba mientras subía la escalera hacia los pisos superiores.

- ¡Lady Quinella! - fue el primer sonido que emitió.

Los libros volaron leventemente en el aire y luego cayeron de manera brusca mientras Miyo lograba llegar a ayudar a su maestra.

- ¿Lady Quinella, está bien? - Miyo preguntó, sosteniendo a su maestra con sus brazos. Quinella se apoyó en ella, aún jadeando. Miyo reprimió los sentimientos de preocupación que afloraban dentro de ella y se mantuvo a su lado mientras su maestra se estabilizaba. ¡¿Por qué no había nadie allí?! El bibliotecario había salido mucho antes que ella (se fue apenas Miyo hubo devuelto el libro que la había traído allí, pero ella se quedó un rato más escogiendo nuevos libros y anotándolos en el registro, tras eso, ella cerró la biblioteca) y, hasta donde ella sabía, ese piso estaba totalmente desierto a esa hora. 

- Lady Quinella, ¿Se siente mejor?

- Sí... - se escuchó débilmente. Miyo reunió pensó con cabeza fría. - Subiremos poco a poco, un escalón a la vez. No falta mucho. - dijo esto último en tono un poco más jovial, como para alegrar la situación. - Una vez allí, buscaremos ayuda.

Subieron poco a poco, tres escalones después, Lady Quinella indicó medio jadeando: - No veo... no veo el escalón.

- ¿Qué?

- Está borroso...

No se encontraron a nadie, pues ya era la hora de cenar y todos se habían ido con anterioridad al único gran comedor de la catedral. Ellas subieron poco a poco, se hizo de noche y la hora de la cena había terminado para cuando ambas habían logrado subir los dos pisos que separaban su ubicación inicial y los aposentos de la suma sacerdotisa, en el rincón más alto del mundo.

El cuento de la novicia y la sacerdotisa (fanfic Underworld)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora