La libreta de apuntes (parte 24)

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Miyo, como era de esperarse, estaba confundida por lo que acababa de explicar Quinella-sama. ¿Un humano podía igualar el poder de un dios? ¿Las diosas son una fuente de poder? Como sea, no tenía tiempo para pensar en eso. Ahora debía concentrarse en su plan. Tras mucho deliberar, llegó a la conclusión de que sería buena idea leer su libreta de apuntes. Quinella-sama tenía un cuaderno en el que escribía bastante durante su investigación. Allí estarían todas sus notas como hechicera. Ella le había dicho que había vuelto a su yo de antes de los veinte mediante artes sagradas y que su investigación se trataba sobre eso, es decir, artes sagradas. Ese "detalle" que no le contaba empezó a notarse desde que la noche en que descubrió esa arte en sí misma. Es decir, tenía que ver con artes sagradas. Sin duda alguna, encontraría, aunque sea, una pequeña pista, en su cuaderno de apuntes. Pero, ¿Cómo leerlo?. En repetidas ocasiones, Quinella le había dicho que tenía terminantemente prohibido leerlo o siquiera ver una parte de su contenido. Incluso ahora, que su investigación había terminado, Miyo seguía sin permiso para leerlo. Eso se lo había dicho cuando, poco después de que se autoproclamara Administrator, Miyo le había preguntado si podía leer ese libro. 

Se trataba de una prohibición de la suma sacerdotisa, pero... ese detalle era el responsable de cambios para nada normales en el comportamiento de su maestra. Sí, valía la pena desobedecer. Pensó en pedir ayuda a alguien pero... si era descubierta, no quería que nadie cayera con ella, así que se resignó a hacerlo sola. Además, ¿por qué le contaría algo privado de Quinella-sama a una persona ajena?

Al día siguiente aprovechó la ausencia de Quinella-sama durante toda la mañana. Ya le había notificado de antemano que iba a descender a los pisos inferiores para supervisar algo esa mañana. Tras anunciarle eso le encargó repasar la pronunciación y escritura del arte que habían practicado el día anterior y se fue. 

Entonces Miyo entró en acción. (insertar musikita de espías, ok no xdd)

Una vez comprobó que estaba completamente sola, se acercó al escritorio de su maestra. El comentado cuaderno estaba encima. Con mucho cuidado de no dejar ninguna marca que delatara que ella había estado allí, lo hojeó. Al principio, estaban las artes que le estaba enseñando (las artes sagradas para controlar el clima). Conforme avanzaban las páginas, los versos sagrados se volvían más y más complicados. Pero lo que más la impactó fue lo último que había escrito: era un largo (en serio, largo) arte sacro que tenía muchas palabras que Miyo desconocía. Lo que llamó la atención de Miyo, además de la cantidad de palabras en lenguaje sagrado que contenía, era que, a juzgar por cómo estaba escrito, daba la impresión de que Quinella-sama no estaba tranquila cuando lo escribió. En toda la libreta, la elegante y estirada caligrafía de Quinella-sama estaba presente. Sin embargo, la letra de este último apunte era un poco más grande, casi ilegible y, además, alrededor habían borrones que señalaban que había intentado escribir ese arte antes pero que le había salido mal. En esos borrones, la escritura en cierto momento se volvía ilegible, por lo que Miyo supuso que Quinella-sama trató de escribir ese arte varias veces porque, las primeras veces que escribía, no era legible. Es como cuando estas apurado y escribes algo, debido a tu estado de ánimo, puede no ser del todo legible. De hecho, tendrías que calmarte o tratar varias veces para que se entienda lo que estás escribiendo.

Miyo tomó un trozo de pergamino y, con la pluma de su escritorio, copió cuidadosamente el arte. Una vez hubo terminado, dejó el papel para que la tinta se seque y cerró tan cuidadosamente como lo abrió la libreta de apuntes de Quinella-sama. Una vez vio que la tinta de su trozo de pergamino se secó, dobló este trozo de pergamino y lo guardó en uno de los bolsillos de su hábito. Se aseguró de que en el escritorio de Quinella-sama todo siguiera igual. Perfecto. Ahora solo tenía que actuar como si nada el resto del día e inspeccionar con detenimiento el arte sacro en la intimidad de su habitación. Simple, ¿no? ¿Qué podría salir mal?

***

La melodía de las seis de la tarde inundó la Catedral Central mientras todos al escuchaban. 

- Creo que me retiraré por ahora, Quinella-sama. - dijo Miyo poniendo en su lugar el escritorio destinado para ella.

- Está bien. Hasta luego. - agregó Quinella-sama, volteando a ver a su alumna, sin embargo, notó algo raro.

- Hasta luego.

Las acciones de Miyo estaban algo forzadas y tenía la mano derecha en su bolsillo. Ella nunca hacía eso.

Miyo salió caminó hacia la puerta y Quinella la siguió y dijo:

- Miyo... A excepción de que yo lo indique, creí que había quedado claro... - tomó el brazo derecho de su alumna y giró a la joven al jalarlo, se mostró arriba su mano, que sostenía un papel, ahora Miyo estaba frente a ella y Administrator la miraba seria - ... que no podías llevarte nada de esta habitación.

Le quitó el papel y lo abrió. No pudo evitar sorprenderse por su contenido. Enojada, le dijo a Miyo:

- Miyo, ¿Qué significa esto?

El cuento de la novicia y la sacerdotisa (fanfic Underworld)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora