Cómo terminó ese día para ambas (parte 14)

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Miyo y Lady Quinella estaban en los aposentos de esta última. La anciana de ojos lilas se hallaba sentada en un cómodo sofá mientras obervaba atentamente a su aprendiz mientras esta acomodaba las mantas y almohadas de su cama, de modo que ella pudiera sentarse sin problemas allí. Miyo terminó y se acercó tranquilamente y con una sonrisa hacia su maestra.

- ¿Está lista? - dijo extendiéndole la mano. Su maestra la tomó y, apoyándose en ella, caminó lentamente hacia la lujosa cama. Una vez Miyo se hubo asegurado de que su maestra estuviera cómoda, se sentó a su lado, respiró hondo y dijo:

- Lady Quinella, ¿Desde cuándo usted se siente así?

- Es la primera vez. - aseguró, pero Miyo no se detuvo allí.

- ¿Primera vez?

- Sí, primera vez. No hay de qué preocuparse, solo debo evitar salir de esta habitación de ahora en adelante.

La suma sacerdotisa miró sus aposentos desde su magnífica cama y continuó.

- Si esto sigue, será mejor que me abstenga de salir o incluso de levantarme. - dirigió su mirada a Miyo y sonrió tranquilamente, obviamente para calmar a la joven. Aunque no lo demostrara en ese momento, sabía que a Miyo le había afectado verla así.

¿Por qué dejaba que ella la viera así? Por orgullo ella no dejaría que más personas se involucraran, ni pensaba pedir ayuda. Pero... ¿Por qué quería que Miyo siguiera viniendo y que la confortara con esa sonrisa? Ella odiaba ver a Miyo triste o angustiada, pero el sensación que tuvo cuando Miyo le preguntó desde cuándo estaba así, cuando demostró su preocupación por ella... era cálida. Le agradaba, aunque pensaba evadir el tipo de situaciones en que Miyo no se sintiera bien. Sabía que Miyo no se iría tan fácilmente, bueno... ella no quería que se fuera, una parte de ella quería seguir viendo a Miyo mientras buscaba la forma de abrir la Inspect List.

Tomó la mano de alumna que estaba más cerca a ella, sobre la cama. 

- Gracias por ayudarme allá afuera. Te recompensaré adecuadamente. - dijo de manera tranquilizante. Lo que no esperaba fue la súbita reacción de Miyo. 

- ¡Pero no quiero ninguna recompensa! - gritó girándose de pronto hacia su maestra, ella estaba molesta pero también preocupada. Esta extraña mezcla de emociones podía detectarse en su rostro. 

Entonces se dio cuenta de su error: no podía dirigirse así a la suma sacerdotisa, incluso si no era la suma sacerdotisa, no podía hablarle así a un anciano que estaba tratando de mantener la calma cuando acababa de descubrir que sus piernas casi no le responden.
- Di-disculpe. - Miyo miró hacia otro lado, suspiró - Yo... solo...

- Está bien. 

La tranquilizante voz de su maestra resonó en la habitación vacía. El cielo comenzaba a oscurecerse.

- Será mejor que prenda... - la luz, iba a decir, pero no pudo terminar su oración Lady Quinella dijo - System call. 

¡Zas! Las luces se encendieron de inmediato. A veces Miyo olvidaba cuán grande era la habilidad de Lady Quinella con las artes sagradas. Cinco meses atrás, Miyo había estudiado con Lady Quinella la ventana de Stacia durante dos semanas. Miyo recordó que en esas semanas se maestra había mencionado algo llamado "derecho de control" un número que indicaba el nivel de artes sagradas que podías realizar. También le mencionó que el "derecho de control" podía aumentar matando animales, al igual que otros indicadores numéricos. Miyo a veces olvidaba que Lady Quinella poseía un gran (en serio, un gran) derecho de control. Acababa de encender siete lámparas por medio de las artes sagradas sin siquiera pronunciar la mitad de palabras que se deberían pronunciar para crear luz.

- Es tarde, Miyo. Debes irte. Ordenaré que te lleven la cena a tu habitación. 

- Lady Quinella... ¿Podría quedarme un poco más?

- ¿Un poco más?

Miyo se volvió hacia Quinella.

- Quiero repasar un poco de lenguaje sagrado, si no le molesta. Ya sabe que no puedo practicarlo en mi habitación.

Su expresión era tranquila, ver el gran dominio de su maestra en el campo de las artes sagradas la había tranquilizado. 

- Está bien. Ordenaré que te traigan la cena aquí.  

Unos minutos después llegó un sirviente, quien se fue tras recibir la orden de Lady Quinella. Miyo comió su cena y, en efecto, se dedicó a practicar lenguaje sagrado. Sin embargo, el verdadero motivo por el que se quedaba era para vigilar a Lady Quinella. Tenía miedo de que cayera otra vez... o de que le pasara algo peor. Unas horas después, Miyo se levantó de la mesa circular. 

- Lady Quinella, con su permiso, me retiraré ahora. - dijo Miyo e hizo una pequeña reverencia.

- Está bien, buenas noches. 

Miyo se retiró y Quinella pensó que tal vez sea hora de que ella también se fuera a dormir. Después de todo, el que su durabilidad no descendiera aún más también dependía de que comiera y durmiera adecuadamente. Se rindió por hoy y se acomodó en su cama. Cerró los ojos lentamente deseando que al día siguiente sus piernas sí le respondieran normalmente. 

***

Mientras tanto, Miyo caminaba por los solitarios y oscuros pasillos de la Catedral Central. Pasó por el altar de Stacia, ella se detuvo, ingresó y vio los hermosos mitrales de Stacia en todo su explendor, uno de ellos ilustraba el momento en que las tres diosas luchaban contra el dios Vector. 

"La diosa Stacia gobierna la vida por medio de la durabilidad y convoca a su lado a aquellos cuya vida ha expirado."

La voz de la hermana que fue su primera mentora de artes sagradas en su pueblo llegó a Miyo de repente. Miyo se sentó y empezó a rezarle a Stacia con el fin de eliminar sus preocupaciones. Después de todo, Lady Quinella había sido bendita por la diosa Stacia, ¿no?. La diosa le concedería una vida larga y saludable, ¿No?. La diosa Stacia aún no convocaría a Lady Quinella a su lado... ¿No?

El cuento de la novicia y la sacerdotisa (fanfic Underworld)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora